La ostentosa
austeridad de la celebración por el Bicentenario de la Independencia deja una
paradoja: en 2010, cuando estábamos aislados
del mundo, muchos presidentes
asistieron a los festejos por la Revolución y ahora, que estamos muy integrados, sólo vinieron dos vices
y un ex rey somnoliento. El cambio tiene
condimentos que dejan amargor en algunos paladares exigentes. Por ejemplo,
ahora nos enteramos que nuestros héroes estaban
angustiados por la decisión de romper con la corona española. Y eso que en
esos tiempos no existía la amenaza de las facturas de los servicios públicos
que si no, más que para luchas
independentistas hubieran estado para el diván. El discurso presidencial,
además de esas delicias de la
historia, nos deja un consejo: consumir menos energía. Y también una
advertencia: nada de conquistas laborales. Por lo que parece, el futuro nos espera con una austeridad que
estará más allá de las fiestas patrias.
Las palabras del empresidente no escaparon del relato oficial:
venimos de doce años de mentiras,
derroche y corrupción y ahora debemos atravesar un purgatorio de mesura para arribar a un paraíso de pujanza y
bienestar. Los abusivos goces del pasado
serán pagados con la estrechez del presente y de esa manera demostraremos
ser un país serio merecedor de una
lluvia de inversiones que contribuirán a nuestro desarrollo. Palabras más o
menos, todos los miembros del Gran Equipo, apologistas y adláteres ordenan sus
declaraciones en torno a esa lectura amañada
de las cosas. El sinceramiento, la austeridad y la transparencia son los antídotos
para erradicar el virus kirchnerista que nos atacó en estos años.
Sin embargo, la
primera gran mentira es la de la pesada
herencia: si no resolvemos nuestros
conflictos con el pasado reciente, siempre andaremos por la historia a los
tropezones. Muchos presidentes quisieran asumir en un país desendeudado, con un crecimiento superior al dos por ciento,
una desocupación inferior al siete, una industria en aumento y un
desarrollo en tránsito. Quizá lo que pese no sean estos tópicos sino el alto nivel de consumo, el mayor nivel
salarial de la región o la alta cobertura previsional. Al menos, el ideario
oficial parece apuntar hacia allí sus medidas de ajuste. El Ocupante Temporal
de La Rosada no sólo recomendó consumir
menos energía, sino trabajar más. Eso sí, de incrementar salarios, ni
hablar. Por el contrario, parece que el nuevo hashtag oficial se enfocará en la
reducción de los costos laborales para tentar las ansiadas inversiones. Al
menos, eso es lo que está hablando con algunos parlamentarios de procedencia
sindical: una ley de flexibilización, que no es otra cosa que precarización
laboral. El tortuoso pasado en una nueva
copa llamada ‘competitividad’.
Un discurso trastocado
Aunque Macri
quiso descansar el día del desfile, sus
críticas a las licencias del día anterior le hicieron desistir. Su ausencia
en los festejos en la CABA hubiera caído
tan mal como la presencia de Aldo Rico junto a los Héroes de Malvinas. “Cada vez que un gremio consigue reducir una
jornada horaria –explicó el pedagogo Mauricio-
eso todos los demás argentinos lo estamos asumiendo como parte de un costo
y no está bien”, opinó. En su lógica empresarial, billetera mata humanidad y un
trabajador en su puesto es más importante que su salud física o emocional.
La memoria evoca esas imágenes de docentes brindando clases en estado febril
porque el presentismo significaba el 40
por ciento del salario y se perdía por nada. Hacia allí nos quiere conducir
Macri en su afán de atraer inversiones, a garantizar la mayor rentabilidad por cada centavo que ingrese al país, a costa de lo que sea.
En su reciente
gira por el mundo empresarial que tantos idolatran, el
Gerente de La Rosada auguró que en los próximos años llegarán a Argentina “100 mil millones de dólares” de
inversiones. No en su visita a la tambaleante Europa, donde pidió ser recordado como gran bailarín antes que como buen presidente sino en la 34°
edición de la Sun Valley Conference, un paraíso estadounidense donde se juntan
empresarios, ceos y políticos para planear sus negocios. Allí fue donde explicó que aceptamos los tarifazos: “le expliqué eso a los ciudadanos y
entendieron. Estoy muy orgulloso de
ellos. Es asombroso cómo nos acompañan
en este esfuerzo de volver al crecimiento, volver a ser parte del mundo”. En
Macrilandia, todos consentimos gustosos los
alocados números de las facturas del gas y del servicio eléctrico; en el
mundo real, un juez tuvo que frenar los incrementos que están fuera de toda razón.
Por supuesto, el empresidente salió al mundo a vender la feliz restauración de la Argentina neoliberal, donde los ricos
se hacen más ricos y los pobres deben resignarse a seguir siendo pobres; donde
el Estado alienta la invasión del
mercado en todos los aspectos de nuestra vida; donde las únicas garantías
son para los que no las necesitan.
Macri vendió un país con un pueblo manso, dispuesto a renunciar a todo con tal de pertenecer a un mundo que nos
ve sólo como un coto de caza. Macri pudo celebrar la rebaja a los impuestos
a las exportaciones y el retorno de un Banco Central independiente para reducir
una inflación que no para de crecer. Independencia que, de ninguna manera,
es similar a la que estuvimos celebrando en estos días. En el ideario
neoliberal, el Banco Central debe estar más
al servicio de los beneficios particulares que de los intereses colectivos.
En el vocabulario PRO, el sentido de las palabras se dispara hacia lo opuesto de lo que pretenden significar.
En la visión
amarilla de las cosas, todo parece al revés. El Bicentenario de la
Independencia se conmemora con el
retorno al mundo que nos quiere someter. La unión de los argentinos incluye
demonizar a los que se fueron. La
pluralidad de voces es unificar el discurso. Generar trabajo es forzar el
desempleo. Decir la verdad es mentir hasta el hartazgo. Mejorar es estar peor.
Desde que asumió Macri, el poder adquisitivo del salario cayó más de un seis por ciento, se cuentan por miles los
emprendimientos caídos y el mercado interno está declinante. La austeridad
llegó a nuestras vidas y, a la manera del “estamos
mal pero vamos bien” del Infame Riojano, el mantra amarillo parece ser “duele,
pero estamos en el camino correcto”.
Aunque digan que nos aman, parecen despreciarnos.
El futuro que
viene de la mano del cambio trae fotos
añejas que unos pocos deseaban. Discursos de Billiken y desfiles militares,
anhelos de reconciliación y patotas
nocturnas, promesas incumplidas y deudas impagables. La desesperanza que crece y el desamparo que avanza. Lo previsible
en un gobierno de ricos para ricos que se
acuerda del resto sólo cuando necesita votos. Mientras tanto, sólo palabras
vacías para una campaña que nunca termina.
No veo motivo para sorprenderse. Lo raro, lo extraño es que no hubieran hecho el destrozo infernal que consiguieron con sólo siete meses de indi-gestión.
ResponderBorrarEs la DERECHA DE MIERDA lo que una masa rencorosa, egoísta, desmemoriada o irresponsable VOTÓ el 22 de noviembre del año pasado.
Y no van a PARAR hasta que los PAREN. Y, aparentemente, gran parte de la dirigencia (me causa gracia llamarla así) sigue mirando hacia otro lado, sin advertir que están cavando su propia fosa.
Está en el pueblo poner límites a esta maldita epidemia amarilla que nos cayó encima el 10 de diciembre. Nadie va a venir en nuestro rescate desde Saturno ni desde Birmania. Así como subieron POR CULPA de quienes los votaron, será misión de todos los damnificados por las canalladas amarillas, el eyectarlos del gobierno.
Si. Más que de tiempo es cuestión de decisión. Los estragos son sistemáticos e ilimitados. Como monos en un bazar con un bate. Triste
ResponderBorrarComo se dice Ahora nos están pasando loe elefantes por detrás!
ResponderBorrarExcelente artículo! Me encantó el neologismo:"empresidente".....Muy inteligente.....Gracias Gustavo Rosa.
ResponderBorrarSi cualquier K hubiera tomado la mitad de las medidas populares que tomó Macri, como las tarifas sociales, el pago a los jubilados o la baja en la inflación, no me quiero imaginar lo que estarías escribiendo acerca de la igualdad, de los derechos ganados, etc, etc, etc. Pero es Macri, y no importa lo que haga, vos sos de los que van a disfrutar de las medidas, pero criticarlo porque ese resentimiento que tenés con la gente de plata.
ResponderBorrarLo publico aunque no pongas tu nombre. Si sacaras la cuenta advertirías que las medidas no son tan populares sino engañosas.
BorrarViste que feo que es que critiquen sin piedad a un gobierno que te gusta? Un poco de la cruel medicina de ustedes
BorrarMirta B
¿La baja en la inflación? ¿En dónde vivís? El pago a los jubilados es la trampa para el blanqueo, además de satisfacer una sentencia onerosa. Raúl Yañez
BorrarLas tarifas sociales?la tarifa social en algunos servicios ya existía desde el anterior gobierno.Con esta gestión son algo de difícil concreción.En la energía eléctrica por ej ,solo se obtiene gastando 150kw, ese gasto no lo hace nadie,a no ser que solo tenga una lamparita.La realidad es que no existe.Baja de la,inflación?basta con darse una vueltita por el super .El pago a los jubilados?la mentirosa reparación,les quieren pagar en cuotas lo que antes se cobraba integro.
BorrarTodo bien pero lo que me mata es la pasividad del pueblo. Parece que no hubieran conocido otra cosa...
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