Algunos radicales cómplices de
la ceocracia gobernante se mostraron
molestos porque Cristina se probó una
boina blanca en el acto de Atlanta. Si después del desastre del gobierno de
De la Rúa, de bailar al ritmo de las corporaciones durante estos doce años y de
facilitar el triunfo de los adversarios históricos del radicalismo se preocupan
por una boina, esta fuerza política
corre peligro de extinción. O de ser fagocitada por los amarillos, que no
son demasiado generosos a la hora de retribuir
los favores recibidos con tan incomprensible alianza. El enojo no estuvo
basado en la defensa de las ideas, sino en la obediencia ciega al estigma de corrupción construido por el establishment
mediático. Si la coherencia los guiara, jamás hubieran considerado estar
junto a Macri y menos aún refundar el apoyo a un gobierno que tiene a su
principal conductor enriquecido en
connivencia con la dictadura, por la evasión y el contrabando y que cuenta
con empresas en paraísos fiscales. Si todo pasara por la boina, el enojo
estaría justificado.
Pero no lo está, por supuesto.
La UCR en su rol oficialista no está
para celebrar los cien años del primer gobierno popular de don Hipólito Yrigoyen.
Hoy están con la oligarquía a la que derrotó el fundador de ese partido en
aquella contienda electoral. La famosa boina blanca es el emblema de un movimiento revolucionario que se había levantado
en armas contra los conservadores en las últimas décadas del siglo XIX y no la inmaculada pieza de museo en que la
quieren convertir los integrantes de Cambiemos. No es Cristina quien mancilla el símbolo, sino los radicales de hoy
que se han sumado al PRO para no caerse del mapa político.
Y en pos de eso son capaces de
recitar un guión que los deja cada vez más desdibujados. Tanto es así que se han convertido en lo que Raúl Alfonsín
no quería: en conservadores. O en algo peor, como Gerardo Morales que,
desde su feudo en Jujuy atropella todo sentido de justicia para ejecutar su venganza contra Milagro Sala y los
integrantes de la agrupación Tupac Amaru. Si el retorno a la democracia tuvo a
los radicales como protagonistas para reconstruir la república después de la
dictadura, hoy los tiene como arlequines
para facilitar la restauración de ese ideario. Otro aporte del más que
centenario partido es el ministro Oscar Aguad, que además de batir el récord
por cobrar más de 250 mil pesos, es el
funcionario que demuestra más desconocimiento del área que gestiona.
Los radicales oficialistas se
preocupan por la boina y de esa manera se suman a una persecución similar a la que padecieron después del primer golpe de
Estado de nuestra historia. Para no perder pantalla, se suman a cuanta
denuncia aparece y seguramente apoyarán la iniciativa de eliminar el nombre
Néstor Kirchner de los edificios públicos, como un intento pueril de impulsar la amnesia colectiva.
¡Adelante
radicales!
Los radicales que protestan
porque Cristina se puso la boina blanca olvidan que están apoyando un gobierno
cuyo ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay recibe elogios del FMI por llevar la economía del país a un desastre
innecesario. Una fuerza política que nació representando a las clases
medias y populares avala un proyecto que
enriquece a los más ricos y empobrece a los más pobres. Mientras caen las
ventas en los productos de primera necesidad crece el consumo de autos de alta
gama, gracias a la renuncia tributaria
por importación y la transferencia de recursos a los que no lo necesitan. Y
de la mano de esta descomunal profundización de la inequidad, permiten el
ingreso de artículos que producimos en abundancia con el único fin de desmantelar no sólo la industria sino las
economías regionales. Con las protestas por la boina están alentando la
concentración de la riqueza en pocas manos, un modelo de país que dejaría afuera a gran parte de los argentinos.
Esto puede apreciarse en el
presupuesto presentado por el Poder Ejecutivo para 2017. En las casi mil
páginas del mamotreto, las áreas más
recortadas son aquellas destinadas a los sectores de más bajos recursos.
Aunque el discurso macrista está lleno de palabras prometedoras sobre salud y
educación, el ajuste que proponen dice
todo lo contrario. La atención primaria en territorio, la distribución de
medicamentos y preservativos, la leche maternizada, el mantenimiento de los
edificios, las becas estudiantiles entre otras variables serán víctimas de la tijera amarilla. La hipocresía, el cinismo y la mentira gobiernan argentina desde hace
diez meses y los aliados radicales se preocupan porque Cristina se puso una
boina blanca.
Tanto hablar del respeto a las
instituciones, aportan consenso a una
gerencia que dio sus primeros pasos a fuerza de palos y decretos,
pisoteando leyes y derechos como si fueran maleza. Lejos de ser un gobierno de
expertos y pese a las felicitaciones del establishment los indicadores macroeconómicos empeoraron hasta para los paladares más
ortodoxos. El brutal ajuste que gran parte de la población está padeciendo
no ha servido para equilibrar los números porque el déficit fiscal se ha incrementado y el PBI está declinante. Lo
que crece es la deuda externa, además del desempleo y el desamparo. Los radicales,
que gobernaron el país con las presiones de los acreedores externos, avalan una gestión que rifa nuestras
riquezas a los peores especuladores. En diez meses nos endeudaron tanto
como la dictadura en siete años. Y sólo para facilitar la fuga de divisas. Todo esto están apoyando los aliados radicales del oficialismo, pero
ellos se preocupan sólo porque Cristina se puso la boina blanca.
Claro que no son los únicos que
contribuyen a brindar legitimidad a la
estafa de los globitos. Además de los radicales, los seguidores de Sergio
Massa, los pejotistas anti kirchneristas, los kirchneristas anti cristinistas y
demás combinaciones producidas por la
no-política han acompañado las iniciativas legislativas en el Congreso para
satisfacer a los buitres y desmantelar derechos. Y la CGT ahora unificada también aporta su granito de arena. Los
sindicatos que en años anteriores convocaban paros para la eliminación del
impuesto a las ganancias, ahora que son más los afectados, que los despidos se
incrementan y el salario se achica, la
defensa de los trabajadores pasa por el pago de un exiguo bono de fin de año.
Si todo pasara por una boina
blanca, el rumbo de nuestro país sería sencillo. La pesadilla del presente,
además de la renuncia voluntaria a toda
búsqueda de equidad, incluye persecución política, represión, tortura,
amenazas y espionaje a periodistas y dirigentes sociales, entre otras tantas delicias de esta derecha desaforada. El establishment mediático abona el terreno
simbólico para que estas atrocidades se naturalicen. El desafío es enorme
para saltar el cerco y dejar de ser carneros pero la recompensa vale la pena: recuperar el país que nos fue escamoteado
por las quimeras de campaña que los usurpadores de La Rosada no tenían
intenciones de cumplir.
los radicales mancharon la boina blanca ¡ que vergüenza !
ResponderBorrarESTOY EN UN TODO DE ACUERDO CON TU NOTA QUE FUE TRANSCRIPTA PARCIALMENTE EN LA PÁGINA DE FACEBOOK "RESISTIENDO CON AGUANTE ARGENTINA" Y QUE AFORTUNADAMENTE TENÍA AL PIE EL ENLACE PARA LEERLA COMPLETA , LO QUE ME LLEVÓ A LEER NOTAS ANTERIORES, ESCRITAS CON UN CRITERIO MUY SIMILAR AL MÍO POR LO QUE DECIDÍ SEGUIR TU PUBLICACIÓN, TE INVITO A LEER, SI TENÉS TIEMPO UNA PAGINA DE FACEBOOK MÍA QUE SE LLAMA "POR UNA DEMOCRACIA REAL" Y QUE REUNE ALGUNOS APUNTES QUE PUEDEN INTERESARTE.
ResponderBorrarGracias por los elogios y por la invitación, que extiendo a todos los lectores. Abrazo
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