Dos
potencias se saludan. Macri y Temer se darán la mano y señalarán el nuevo rumbo del cono sur. Uno conquistó la presidencia
a fuerza de engaños marketineros y el otro, con el aprovechamiento perverso de un recurso constitucional. Ambos
explotaron al máximo la construcción mediática de monstruosas falacias incomprobables contra sus enemigos de siempre.
Los dos tienen entre sus huestes intrépidos espadachines judiciales dispuestos a forzar la ley para horadar la
imagen de los líderes populares. Sendos mandatarios posan su mirada en el
Norte para colmar sus corazones de esperanza y abren las tranqueras para convertir nuestros países en un coto de caza.
Nada importa cuando la idea es conducir la región hacia donde quiere el
Imperio. Las formas institucionales son objeto de cuidado sólo cuando gobiernan
los populismos, aunque las respeten mucho más que los procesos restauradores que los
desplazan. Argentina primero y Brasil después se han convertido en una punta de lanza para un nuevo proceso
colonizador que, si no se lo frena a tiempo, llevará a la región a los
peores momentos de su historia.
El
empresidente argentino fue el primero
en reconocer al mandatario surgido del golpe
institucional perpetrado por
senadores más sucios que Dilma. Todo vale a la hora de restaurar. Ahora los
acosadores tienen en la mira a Bolivia, Ecuador y la demonizada Venezuela. El resto caerá solo. El patio trasero parecía transitar hacia una segunda independencia
y estuvo a punto de conseguirlo. La normalidad
está en marcha gracias a estos alfiles
dispuestos a poner el cuerpo por la causa imperial, aunque lo nuevo por
venir sea el viejo plan Cóndor que ya padecimos. Los pueblos no importan si la recompensa es la mirada complacida del
Amo.
Los
emisarios del FMI ya visitaron nuestras tierras para monitorear la tarea. Antes de dar su veredicto revisaron todo como si estuvieran en casa. Los
técnicos supervisados por Roberto Cardarelli exploraron –no sin nostalgia- los
cajones que hacía diez años no exploraban. Néstor
Kirchner los espantó como parásitos molestos y ahora Macri los convoca para
recibir el beneplácito del organismo que jamás
ha traído nada bueno a nuestras vidas. “Hay
que felicitar al gobierno de Macri por su compromiso para bajar la inflación a
niveles de un dígito y reducir el déficit fiscal”, comienza el informe que
hace agigantar al Gran Equipo. No importa que la inflación haya
alcanzado niveles históricos ni que el déficit fiscal esté peor que con el
gobierno anterior: lo esencial es seguir
cada paso de una receta que nunca conduce a ningún buen puerto. Aunque la
pobreza y el desempleo sigan creciendo, para ellos es auspicioso que se frene el consumo insostenible de la población. No importa que cierren
comercios y la industria nacional esté cuesta abajo: lo fundamental es dejar de
lado las políticas proteccionistas que tanto
dificultan la fácil rentabilidad del gran empresariado. Lo que importa no
son los resultados, sino que todos
marchemos en una fila ordenada por el oscuro y tortuoso túnel.
El lugar de la cabeza
En
eso estamos, andando como patitos por
un camino que no trae gratos recuerdos.
Algunos, desde que Macri asumió, comenzaron a advertir hacia dónde nos
conducían los primeros pasos. La devaluación, la quita de las retenciones y el
fin del cepo fueron las primeras señales económicas; el abandono de las frases
amables, el recrudecimiento de la estigmatización y los despidos en el Estado sugirió el inicio de la cacería; el
encarcelamiento de Milagro Sala, el nombramiento de funcionarios incompatibles
y los decretazos que voltearon leyes y nombraron Jueces Supremos fueron las piedras basales de una
institucionalidad difusa. A pesar de estas atrocidades, el empresidente no tuvo grandes problemas con la gobernabilidad y pudo lograr gran
parte de lo que se propuso. Hasta vetó una ley que impedía los despidos sin
demasiadas consecuencias.
Desde
ese principio tan lejano, las expectativas de un nuevo gobierno construyeron un
consenso arrasador, concedido a
regañadientes por algunos y con simulacro opositor por otros. Las primeras
voces opositoras del verano se neutralizaban con el viejo truco de la
desestabilización. “Si le va bien a
Macri, le irá bien al país”, decían unos; “uno gana y los demás acompañan”, recitaban otros; “son
lloriqueos de malos perdedores”, vociferaban los más provocadores. Así
pasaron cien días en los que el Equipo Amarillo demostró sus intenciones de enriquecer a los más ricos empobreciendo a
los más pobres y someter al ostracismo cualquier disidencia. Lejos de unir a los argentinos, invadieron los medios públicos,
desconocieron los contratos de periodistas, arrancaron símbolos y profundizaron la demonización.
Las
promesas de un futuro paradisíaco habilitaron
la sumisión a las pretensiones de los buitres. De ese humillante momento a
la toma de deuda indiscriminada hubo un solo paso. El ministro de Hacienda –ya no
de Economía, como antes- justifica con
cara de póker poner en manos de usureros a las futuras generaciones. Detrás
de cada propuesta, hay una trampa perversa: la Reparación Histórica para
jubilados esconde la amnistía fiscal y
también los Fondos de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES; mientras
perdonan tributos a los que más tienen, los
trabajadores seguirán pagando impuesto a las ganancias, a pesar de lo prometido;
ofrecen migajas a la CGT –otrora gestora de furibundos paros- sólo para simular una mezquina humanidad y
calmar un poco los ánimos.
Con
seriedad inconcebible, los diputados habilitan el voto electrónico, enceguecidos por un artilugio abandonado
como un juguete inútil en otras partes del mundo. Más de 1800 intendentes
se reúnen en Tecnópolis –otro símbolo vaciado por los amarillos-
para escuchar la misma cantinela presidencial que pueden encontrar en miles de videos. Los periodistas tienen
restringida su tarea en los actos oficiales y son pocos los que se atreven a corear “queremos preguntar”. Macri
habla de ciencia y propone reducir el
presupuesto para esa área; afirma que la educación es la principal
herramienta para combatir la pobreza y desinvierte
en infraestructura y desmantela Conectar Igualdad; propone trabajo de
calidad y busca flexibilizar las
condiciones laborales. Él y todos sus funcionarios juran ser portadores de
la verdad y no paran de mentir ni un
instante; se muestran como paladines de la transparencia y casi todos están
involucrados en escándalos que, si fuera
otro el signo político gobernante, se
convertirían en millones de titulares de Clarín; enternecen su rostro
cuando hablan de la tolerancia, pero
saturan sus palabras con calumnias y falsedades.
¿Qué
gobernabilidad están avalando diputados, intendentes y gobernadores? ¿Consenso o sumisión es lo que guía su
doblez actitud? ¿Qué idea de país ronda en la cabeza de los dirigentes? El pueblo los espera para que pongan un
freno a tanta barbarie restauradora. Una frase histórica proponía un juego
de palabras con ‘cabeza’ y ‘dirigentes’. Que
no explote la paciencia de los mansos porque puede convertirse en realidad.
Impecable recorrido por los primeros meses de esta gerencia. El futuro dependerá del freno que podamos poner nosotros, los millones de ajustados y afectados por los desastres de estos angurrientos. Pablo G.
ResponderBorrarEs un placer leerte hasta que uno ve que sos Kirchnerista. Ahí se cae de maduro que no hablás con criterio, hablás por hablar mal de Macri. Es evidente que, leyendo tu blog, uno se da cuenta de que todo lo que hace Macri está mal y todo lo que hicieron los Kirchner estuvo perfecto.
ResponderBorrarUna falsedad y parcialidad intelectual que asombra de una persona que, por como escribe, parece inteligente.
Si me reconoces inteligencia ya es bastante. Mi defecto -según vos- es que soy kirchnerista. De quién es el problema? No hablo por hablar mal de Macri sino que cuestiono sus medidas desde mi fundamento ideológico.
BorrarSi algo "habla mal" de macri es precisamente macri y su desgobierno, ¿o hay que ser tan infra-inteligente de suponer que esta porquería es menos porquería por ser anti-k?.
Borrar¿Ya sacaste la cuenta de cuánto te toca de la nueva deuda para fugar?, a vos, para pagar, claro.