En algunas cosas estamos aprendiendo. No todos, pero sí la mayoría. Lo más importante: no se puede estar en desacuerdo en todas las cosas. Casi todos apoyamos la gestión del Estado Nacional en los reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas. El repudio a las declaraciones del dictador Videla en la revista española Cambio 16 fue casi unánime, algunos con energía y otros con una tibieza comprensible, aunque no tanto. Estos dos temas son centrales al momento de pensar la construcción de un país en serio, pues conforman un articulado fundante de principios y valores. Malvinas expresa una integración territorial que necesita ser reconocida a nivel internacional. Videla y todo lo que representa se relaciona con el respeto a las normas constitucionales y la vida de los ciudadanos. No son asuntos opinables, sino acatables. Oponerse a eso o boicotearlo significa hacer lo propio con el país entero. Acusar de apátrida a quien actúa de esa manera resultaría adecuado pero –aunque suene anticuado- podría usarse con más precisión el término cipayo.
Estos individuos son los que todavía no aprendieron. Durante mucho tiempo lograron imponerse a fuerza de sangre y amoldar a los habitantes de nuestro querido país para sus propios intereses: el saqueo permanente de nuestras riquezas. Enceguecidos, aniquilaron toda resistencia. Hasta que se les fue la mano. Una vez retomada la vida institucional, condicionaron gobernantes para seguir satisfaciendo su avidez. Hasta que se les volvió a ir la mano. La explosión de 2001 volvió a dejar en evidencia su afán destructivo. Desde hace unos años, hay un núcleo duro que resiste someterse al poder soberano de las autoridades elegidas por el camino democrático. Y apela a cualquier herramienta para volver a conquistar el poder absoluto de antaño. Hasta intentan socavar aquellos principios acatables por medio de artimañas cada vez más obvias y por tanto, ineficientes.
Si bien en los últimos tiempos ha habido un número considerable de individuos que se han transformado en ciudadanos, todavía quedan muchos que –sin beneficio aparente, sino todo lo contrario- hacen coro a esas consignas destructivas. Como individuos que son, no entienden de construcciones colectivas ni intuyen que la solidaridad nos hace más sólidos. En ellos existe una identificación tal con lo que no son que repiten consignas sin sospechar que pueden ser perjudiciales para ellos mismos. En la red pueden verse manifestaciones de estos sujetos que, a partir del prejuicio, del odio, del resentimiento más incomprensible y cruel llegan a escribir cosas que producen escalofríos. Uno puede leer algo como “qué lástima que el cáncer no es contagioso, sino propagaría el mío por la Casa Rosada”. ¿Qué origina un comentario así? Penetrar en la mente de este individuo puede ser una experiencia aterradora. ¿Qué despierta en quien lo lee? ¿Compasión, si es que en verdad padece cáncer? ¿Horror, si no lo tiene? ¿Importa si padece o no la enfermedad? Pero hay una pregunta crucial en esta historia que puede despertar las más dispares respuestas: ¿qué hacer con alguien así?
Peor es cuando un tipo con esas fantasías tiene poder y para darle mayor gravedad al asunto cuando ese poder es económico. Perdón, algo más puede agravar la situación: si tiene los medios adecuados para propagar sus apátridas ideas. Aplauden la mega minería cuando puede contribuir a sus arcas, si no, la boicotean. Y uno de los coreutas –el diputado Pino Solanas- esgrime una muerte para fundamentar esa posición. No importa que esa muerte se haya producido por otras causas o que la “chiquita” sea en realidad una adolescente. Importa el impacto que pueda producir el enunciado y la huella que pueda dejar en los individuos que asimilan su contenido.
Con el incremento en la dieta de los legisladores llenaron páginas y las sospechas volvieron a caer sobre la clase política. La replicación en la web no se hizo esperar. Ladrones, vagos, atorrantes, zánganos, vividores son los epítetos que precedían a la consigna “que se vayan todos” versión 2012 en 3D. No ocurrió lo mismo cuando el Centro de Investigación y Docencia Económica, CIDE, precisó el lugar que ocupa la remuneración de los legisladores argentinos respecto a los del resto de la región. El CIDE depende del gobierno de México y reveló que, tras el aumento de las dietas, un legislador argentino cobra lo mismo que un uruguayo y la mitad que uno brasilero, que es quien más cobra. Detrás de Brasil se ubican México, Chile y Colombia, después, Argentina y Uruguay. Chile, Brasil y Uruguay siempre figuran como modelo para los incorregibles argentinos desde esos “Titulares Negativos”, aunque no para esto. No existe equidad entre la afirmación y la posterior desmentida. Cuando una idea se ha instalado requiere el doble de esfuerzo para desinstalarla. Y eso no lo hacen, por supuesto.
No es que este ignoto profesor de provincias pretenda que anuncien en un titular de tapa a pleno que los habitantes de una población del sur de Chile piden ser adoptados por Argentina ante la desatención y abandono en que los tienen las autoridades locales o que los coches en Argentina cuestan hasta un 33 por ciento menos que en Brasil. Eso sería demasiado. Lo único que se les puede pedir, casi exigir, es que sean más argentinos. Si abordan el problema de la mega minería a cielo abierto por las consecuencias ambientales que pueda ocasionar, que difundan también todas las actividades que puedan generar los mismos daños. De más está decir que el medio ambiente les importa medio soberano pepino. Lo que importa es sacudir el tablero para recuperar algunas piezas. Ya no marcan agenda: catapultan estiércol.
Esto no significa que no haya que discutir seriamente el tema de la explotación minera. Pero mientras comienza a abordarse el tema y a buscar soluciones ellos revolean otra cosa. Hay que hacer algo porque si no vamos a terminar peor que en un estiercolero. Porque hay muchas cosas que corregir, como el hecho de que sobre 51 emprendimientos, 49 sean de multinacionales. También es una cuestión de soberanía quiénes son los que socavan nuestro territorio. Pero la construcción es más lenta que la demolición y en eso radica la desventaja.
Además, el debate sobre la explotación minera puede llevarnos hasta la necesidad de educar a los ciudadanos en nuevas pautas de consumo para que pueda ser desterrado el consumismo, que es una patología de la que es muy difícil volver. El consumo responsable tiene como objetivo la satisfacción de un deseo a partir de la adquisición de un objeto. El consumismo satisface el deseo en el acto mismo de la adquisición, sin importar demasiado el objeto y menos aún la necesidad que cubre. Comprar por comprar, lo nuevo por lo nuevo. Esto no significa disminuir el consumo sino dirigirlo con responsabilidad de una manera diversificada, por fuera de las pautas consumistas inducidas por la angurria del mercado o por la ostentación de los que tienen de sobra.
Más del 65 por ciento de los argentinos aprueba la gestión de gobierno de CFK y más de un 20 por ciento coincide sólo en algunas cosas esenciales. Ese número impresionante de ciudadanos está convencido de la necesidad de construir un país distinto al que teníamos. Entonces, el porcentaje de boicoteadores, apátridas, cipayos o como quiera llamárselos es reducido. Lo importante es decidir qué hacer con ellos: educarlos, someterlos o ignorarlos. O pasarles por encima para seguir avanzando.
Ha y que pisotearlos, Profe, como hicieron ellos "SIEMPRE" con nosotros. Es desesperante para estas mierdas que ya no haya gente que se arrastren por debajo de las persianas de las casas de cambio. Muy buena publicación.
ResponderBorrarPD: Este modelo hay que imponerlo por la fuerza si hace falta. No habrá otra oportunidad porque faltan personajes de vuelo con huevos.
Estimado Ernesto: no digo que haya que aniquilar, sino pasarles por encima como si fueran un obstáculo a saltar. Que adviertan de una vez por todas que la mayoría de los argentinos queremos vivir cada vez mejor, como ocurre desde hace ocho años. Ellos no ofrecen eso, sino todo lo contrario. Su palabra ya no tiene valor porque quieren destruir lo que tanto signfica para todos que es un país solidario, inclusivo, generoso y para todos.
BorrarLas grandes proezas, como el país que queremos todos, nunca se lograron sin aniquilar al enemigo, la historia lo refrenda. Le recuerdo, profe, que aún hay cuentos que no tienen su comentario.
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