No suena muy coherente que quienes impulsan una
desdolarización de la economía doméstica tengan sus ahorros en dólares. “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo
hago”, diría mi abuela con una sonrisa pícara. No es grave, pero resulta tan contradictorio que cualquier defensa
resulta ofensiva. Si queremos que el país cambie, tenemos que cambiar todos
en serio. Y los que se resisten a
cambiar, quedarán a un lado del camino, marchitos y olvidados. De nada
sirven palabras inteligentes y discursos comprometidos si las acciones no
acompañan. Hay mucho apoyo a las decisiones del Gobierno Nacional, pero hace
falta potenciarlo, no explotarlo. Pocos son los que dudan y rezongan,
cacerolean y repiten consignas inconsistentes. Pero si los gestos de los dirigentes se contradicen con sus acciones,
esa fuerza se puede debilitar. Y ya sabemos que hay sectores ciclotímicos
que se dejan llevar por los humores cotidianos y mediáticos y oscilan de un
lado al otro en un inestable equilibrio. Las protestas paquetas de estos días
no tuvieron un apoyo tan significativo como en tiempos de la 125 porque ya son muchos
los que han descubierto cómo funcionan los mecanismos para generar desánimo y
desconcierto. Pero no hay que alimentar
la hoguera; no se debe desperdiciar el caudal que se ha construido con tanto
esfuerzo. Desde las usinas destituyentes arrojan versiones pestilentes que
no logran prender en el grueso de la población. Pero de tanto intentar, alguna
vez pueden dar en el blanco y eso puede significar un retroceso. No son inteligentes ni sutiles, pero sí
persistentes.
Lo que quieren es socavar el fuerte lazo que une a las
mayorías con La Presidenta y su equipo. La Cámpora, Kicillof, los zapatos y
carteras, la tiroides, las coimas, la corrupción, madres y abuelas, las
importaciones, el dólar… Todo sirve. Hasta la palabra ‘polémico’, que no se sabe
si es un título universitario o el primer nombre de Guillermo Moreno. O
‘marxismo’ que de ser una corriente de pensamiento se transformó en una
referencia geográfica aplicada al viceministro de economía, Axel Kicillof. Los medios con hegemonía en decadencia
intentan cualquier cosa menos informar a su público. Eso se ve reflejado en
las declaraciones de las minorías que se manifestaron tanto en el abrazo a Tribunales
de hace unos días como en los cacerolazos VIP de esta semana. “Queremos libertad”, “no tenemos miedo”,
“cárcel para todos”, “es lo peor que hemos tenido”. Dichos que son producto de una manipulación a través de consignas con formato
de titular informativo y no de información en serio. Pero también hay
acciones deplorables hacia los trabajadores de medios oficialistas. Tanto que
hablan de la tolerancia y resulta que son ellos los intolerantes. Y no sólo eso: la furia de los indignados
con pedigree se transforma en golpes hacia indefensos periodistas.
No es para menos. Las
propaladoras de estiércol se encargan a toda hora de alimentar tanto enojo y
fomentar la revuelta. Los indignados argentinos no golpean cacerolas porque
tengan hambre o porque vean vulnerados sus derechos. No necesitan recuperar ninguna dignidad, sino atesorarla. Sólo
ellos son dignos de vivir dignamente y agitan sus pulseras de platino y relojes
de oro al ritmo de las cacerolas que sus cocineras, mucamas y mayordomos
golpean. La dignidad debe ser un
privilegio exclusivo y no un derecho en expansión. Ese grupito cree ser
dueño del país y considera al resto de la población como invasores indeseables.
En todo caso, podrán ser huéspedes si
acatan sus reglas.
Afortunadamente, esta rebeldía patricia deja en evidencia
quiénes son sus protagonistas y cuáles son sus intenciones. Ya no es el
revoltijo destituyente de 2008 que no sabía lo que apoyaba, pero acompañaba con
vehemencia. Ahora están solos y no logran conquistar adeptos, sino todo lo
contrario. A pesar de los intentos, no suman ni para un torneo de truco. Pero desde hace un tiempo, hay un plan
sistemático de agitación popular. En un intento obsceno, presentan los
controles de la AFIP a la adquisición de dólares como una restricción a las
libertades individuales, la defensa de la producción nacional como un
proteccionismo autoritario y perimido y sus más bajos deseos como editoriales
mediocres. Todo vale para volver al
pasado y proteger sus sucios traseros. Todo sirve para impedir que el poder
político gobierne a la economía.
“Algunos vivos quieren tener una pequeña primavera –explicó
el viceministro, Axel Kicillof- Pretenden
forzar una devaluación, para que aquellos que están en dólares obtengan una
ganancia de cortísimo plazo. Hay una intencionalidad dirigida a crear un efecto
que no sólo es malo para el gobierno sino para todos los argentinos”.
Aunque muchos funcionarios negaron el rumor, Clarín y El Cronista
Comercial aseguraron la existencia de un proyecto para pesificar la economía.
No quieren informar ni preguntar, sino
condicionar y ordenar. Y distorsionar también. De ser posible, sembrar el
desconcierto y el miedo. Ya se sabe que, carroñeros como son, muchos
sectores obtienen cuantiosas ganancias cuando a la mayoría le va mal. Sin
ningún tipo de vergüenza, apuestan al fracaso de un modelo que durante nueve
años ha demostrado ser beneficioso para todos. Hasta para ellos. Y eso es lo que no soportan: que a todos
nos vaya bien. “Buscan agitar el
terror, el pánico, para crear estos mismos efectos, para crear una corrida
cambiaria –continuó Kicillof- Se
habla de proyectos que sinceramente no existen. Es tapa de un diario una
noticia basada en una situación que no tiene razón para ocurrir y hechos que no
tienen contacto con la realidad. Es un invento mayúsculo, aberrante y estúpido”.
Pero además del pánico, buscan
instalar un clima de sospecha permanente. Cuando
las medidas no son favorables para sus intereses, no dudan en lesionar las
instituciones que tanto dicen defender. Como su esperanza blanca –Daniel
Scioli- firmó el decreto para el revalúo fiscal y después logró el apoyo del
Congreso Provincial en ambas cámaras, sacan de la galera intentos de sobornos. Sus insostenibles tapas convierten chismes
de pueblo en denuncias judiciales, como la fotografía del borroso mensaje
de texto del celular del diputado José Ottavis. Las desmentidas no alcanzan para contrarrestar tanta malicia. El
bloque del Frente para la Victoria entiende esta operación como “un claro objetivo político de desprestigiar
esta ley y echar un manto de dudas sobre una negociación política transparente
y hecha de cara a la sociedad”. “Cuando hay consenso – se lamentó Ottavis
en diálogo con Víctor Hugo Morales- se
piensa que hay algo raro, pero en 2008, cuando un vicepresidente tuvo su voto
‘no positivo’ y fue un cobarde, parecía un patriota. Ahí no pensaron que había
algo raro. Es muy injusto que hagan esto”.
Pero además de sembrar miedo, incertidumbre y desconfianza, estas maniobras
resultan útiles para desviar el interés del minucioso informe presentado el
viernes por Axel Kicillof y Julio De Vido sobre los intentos de Repsol para
desmantelar YPF. Cuando
muchos pensaban que la intervención tenía como objetivo ocultar los desmanejos
de la empresa multinacional, los datos revelados por los funcionarios fueron
demoledores. “Era una vaca lechera a la
que iban a ordeñar hasta la muerte” fue la metáfora utilizada por Kicillof.
Desinversión, depredación, vandalismo, despojo, daño ambiental, desvío de
fondos y un poco de descontrol por parte del Estado forman parte de la historia
de la Gran Empresa Nacional regalada por el infame riojano a la entonces
insignificante empresa española. Una historia triste con un final que podrá ser
feliz, porque en poco tiempo ha recuperado su producción en un porcentaje
auspicioso. Pero las cacerolas de Barrio
Norte no se llenan con nafta, sino con los despreciables libelos de los que ven
en el horizonte el ocaso de su malsana y destructiva hegemonía.
La maldad, entrañada por los eternos enemigos de todos, tiene un solo discurso, homogéneo, puro, consistente. Todos se encolumnan tras una sola ideología destructiva y apoyan con los hechos sus perversas palabras. No pretenden ocultar su escencia. Del otro lado, nosotros, debemos actuar de igual manera y apoyar nuestras palabras e ideología con nuestros actos. Pero sobre todo, los más puros deben ser nuestros dirigentes, siendo los PRIMEROS en cumplir con sus palabras...
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