Aunque
parezca lo contrario, acceder a la presidencia fue la peor decisión de Mauricio Macri, no sólo para nosotros, sino
para sí mismo. Su nombre no será recordado en una calle o un edificio público, sino en miles de expedientes judiciales.
Como presidente, además de destruir la economía del país, deja expuesta su espuria vida. La impunidad con la que se ha
manejado siempre su familia está llegando a su fin. Todo lo que durante la
campaña se silenció –o se desoyó-, ahora
está aflorando con el hedor del pus en una infección añeja. Si bien el plan
de negocios que disfraza de gestión está fortaleciendo sus empresas, las huellas que deja a su paso sólo
despiden pestilencias. Los medios internacionales ya lo tratan casi como un
delincuente y colocan su gobierno como uno de los tres más corruptos del mundo.
Aunque no termine preso ni pobre, la memoria colectiva conservará ese
apellido como sinónimo de la peor catástrofe de las últimas décadas.
Ya
se siente en las charlas cotidianas, donde
ninguna esperanza es posible. En la calle, el verso de la Pesada Herencia es reemplazado, en el
mejor de los casos, por el Errorismo de
Estado y, en los demás, por variados
conceptos irreproducibles. Una frase histórica recorre miles de bocas en
todos los formatos posibles: yo no lo
voté. De la ilusión pasaron a la decepción, de ahí, al desconcierto y la próxima
estación será el enojo. Ya se palpa, pero
Macri lo ignora. Ingenuos que se despabilan y estafados que se reconocen
como víctimas, pero Macri no los mira.
Él eleva su mirada sobre la cámara y dirige sus gélidos ojos a la nada para
recitar sus mejores frases de poster
como si estuviera en un acto escolar.
Si
no hay reacción es porque los grandes
medios tratan de calmar las aguas: justifican, explican, ilusionan,
desvían, distraen pero, desde sus tapas no convocan a cacerolazos de indignados como otrora. Antes, por mucho menos, impulsaban miles. Ahora, que los ciudadanos
están sumergidos en una crisis real y humillados
por un gobierno insensible, sólo piden paciencia. Más ahora que Clarín, de manera indirecta, consiguió los derechos
del fútbol y, sin poner un centavo, la explotación del 4G. Si las plumas
ilustres desplegaron reprimendas impacientes con el escándalo del Correo, ahora se mostrarán más conciliadores, hasta
el próximo negocio.
Presentar
como un error las malsanas intenciones
de la banda de ceos que gobierna Argentina es la estrategia con que tratan de perdonar
desde sus páginas. Gracias a su desmedido poder lograron imponer al peor de los candidatos y, mientras puedan
multiplicar sus negocios y privilegios, lo mantendrán en el poder. Si alguien
duda de la imposición de mentiras por vía periodística, sólo basta echar una mirada al episodio de Bolivia, con una gran
falacia que alteró una consulta popular. ¡Cuántos argentinos habrán puesto su
voto con la imagen de Cristina como asesina
de Nisman! ¡Cuántos justificarán las
tropelías amarillas con los bolsos de
López o las bóvedas de Báez!
Postales del despojo
Pero
el deterioro de todos los días no puede excusarse por mucho tiempo. La
paciencia tiene un límite cuando miles
de usuarios siguen padeciendo cortes de energía después de pagar tarifas
monstruosas y perdonar deudas a las empresas distribuidoras. La angustia no
encuentra consuelo cuando los polos industriales
se convierten en barrios abandonados, las persianas bajas se transforman en
paisaje y la desocupación es horizonte. La
sorpresa no tiene parangón cuando empresas como Atanor o Volkswagen –que
sobrevivieron a la dictadura, la hiper de Alfonsín, la guadaña del Infame
Riojano y la inoperancia de De la Rúa- cierran
sus plantas porque no alcanzan a vender su stock. Cualquier apología se
desmorona cuando la producción primaria de leche cae un 14,17 por ciento, la mayor baja desde 1970. Más aún
cuando las causas no son el mal clima sino la
merma del consumo interno y la retracción de la demanda externa. Macri
prometía una lluvia de inversiones y un maravilloso progreso, pero la recesión es monstruosa y la
decadencia, bestial.
Ni
el poder mediático enloquecedor que padecemos puede ocultar una canasta familiar que se torna
inalcanzable. Aunque la inflación de 2016 supera el 40 por ciento, los productos alimenticios se incrementaron
mucho más del 100. En el país del trigo, el precio del pan se convirtió en
tapa de un medio español. Que tengamos que pagar ese esencial insumo casi el doble que en 2015 no es producto de la
magia, sino el resultado de la quita de retenciones, la eliminación de los
cupos de exportación y la peligrosa concentración que nunca se ha podido combatir.
Si las cosas siguen aumentando es porque el
ceo que simula ser ministro de Energía no cesa de beneficiar a los amigotes de
Macri con tarifazos inadmisibles.
Ni
las tapas más creativas pueden disimular el
poco apego que tiene el Ocupante Ocasional de La Rosada por la
institucionalidad que pretendía profundizar. Desde su asunción, los
decretos que anularon o modificaron leyes expresaron la naturalización del poder de una clase que impone sus caprichos.
Hasta dicta órdenes a los jueces desde esas puestas en escena que llama ‘conferencia
de prensa’. Que Enrique Arias -uno de los camaristas que resolvió el conflicto
por el incremento salarial de los bancarios- haya calificado como policía del
pensamiento al ministro de Trabajo que pidió su juicio político es una
muestra de eso. Unas semanas atrás, la jueza María Servini de Cubría se mostró preocupada por las presiones que
–como nunca- recibe del macrismo. Los que nadan como bagres en el fango son los jueces funcionales a la persecución
política con intenciones de proscripción, como el juez Claudio Bonadío que,
en otro país, no estaría habilitado ni
para vender chucherías en un colectivo. Tan enceguecido está este
magistrado por el servilismo odiador
que es capaz de procesar al ex titular del Afsca, Martín Sabbatella, por
ordenar la adecuación de oficio del
Grupo Clarín, tal como disponía la ley antes de la barbarie
amarilla.
Ni
la complicidad más vil puede mimetizar la
oscuridad de los que se presentaron como transparentes. Los casos de corrupción
reales o inventados del gobierno K quedan
minimizados por los descomunales y evidentes desmanes de este latrocinio
desaforado. El caso del Correo es la punta del iceberg de la historia de saqueo que la familia
presidencial emprendió contra nuestros bienes desde mediados de la
dictadura. La maniobra del quebranto de
empresas privatizadas mientras
fugaban divisas a paraísos fiscales es una rutina que enriqueció a los
principales apellidos de nuestro país. Y la corrupción de hoy no es sólo la de
un funcionario que cobra coimas, sino del que opera en lo público para favorecer a sus propias empresas. La
concesión de rutas aéreas a Avianca no sólo beneficia a Macri, sino a su socio
encubierto, Paul Singer. Así se explica
la premura por resolver la deuda de los buitres, acreedores minoritarios y
especuladores que nunca aceptaron el canje de deuda. El conflicto de intereses no es una opinión, sino un dato objetivo.
No es una casualidad, sino la norma. No es una travesura, sino una estafa.
Cuando la mafia gobierna, ningún
país termina bien. Quien
no entiende es porque no quiere. No hay que investigar demasiado para descubrir
que no vamos por el buen camino.
Tampoco hay que ser muy pesimista para empezar a perder las esperanzas. Ni un genio para detectar las causas de la
catástrofe venidera. El Grupo Clarín y Macri son los autores de la tragedia
que estamos protagonizando: algo que no
debemos olvidar cuando todo se desinfle y decidamos recuperar el país.
Y devuelve día a día los favores a clarínete...ayer la teleonía...tiene que asegurarse el blindaje a como de lugar.
ResponderBorrarGracias Gustavo,fuerza y como dijo también Errejón en el Congreso de España uniéndose a la voz de millones de argentin@s que clamamos..."¡¡VAMOS A VOLVER!!
Gracias Gustavo por tu columna que es una diaria invitación a la reflexión, donde la pasión y la razón trabajan codo a codo sin caer en el improperio o la respuesta destemplada para el que no comparte tu punto de vista
ResponderBorrarPablo López
A veces, la tozudez de un apologista me puede sacar de quicio. Sobre todo de los que se lo pasan en un bunker mirándose el ombligo. Abrazo enorme, Pablo
ResponderBorrarFuerza Gustavo.Hace bien sentirse expresado por tus imagenes, por más dantescas que sean. Son lo que le cabe al Infierno moral sin limites que nos gobierna.
ResponderBorrarUn recorrido informativo muy interesante para apuntalar el análisis. Y la conclusión sólida que a algunos tomar por sorpresa: Nos gobierna una mafia que tiene un plan de negocios para aplicar sin importar la desigualdad que generan. La democracia en su momento más álgido. Carmen Villalba
ResponderBorrarHace mucho tiempo que sigo este blog y el otro día me preguntaba por qué no hacés más que escribir en contra de Macri. Te lo iba a reprochar, pero después me dije "sobre qué otra cosa va a escribir: si nos descuidamos, nos aniquilan". Estos tipos están tan empecinados en afectar nuestra vida que no podemos distraernos. Abrazo enorme y perdón por las discusiones internas hechas en público.
ResponderBorrarJorge Tesso
Yo también me pregunto lo mismo y la respuesta es similar. Gracias por seguir este espacio durante tanto tiempo.
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