Aunque no de la mejor manera, Macri nos integró al mundo, no sólo
por la repercusión en los medios internacionales del escándalo del Correo
y su vinculación con el Lava Jato. Desde que desplazó doce horas antes a
Cristina de la presidencia, el atropello de los principios constitucionales
a fuerza de decretos llamó la atención de algunos observadores más allá de
nuestras fronteras. La detención arbitraria de Milagro Sala y la persecución
judicial, mediática y telefónica a los anteriores funcionarios da por tierra
con cualquier convivencia democrática. El informe conocido como Panamá Papers situó a Macri como uno
de los pocos mandatarios del mundo con empresas en paraísos fiscales. El
pago a los fondos buitre traicionó la decisión de la ONU de combatir a los
especuladores financieros y el innecesario endeudamiento externo asombró por
su magnitud. La decadencia desatada por el desordenado plan del Gran Equipo
es objeto de estudio de politólogos y economistas de las universidades más
prestigiosas. Tantos años de denunciar el aislamiento, Macri logró que sus
desmanes se narren en diferentes idiomas. Un aplauso para el Cambio y todos
los que creyeron en eso.
Claro que cambiamos: si antes el mundo
que tanto admira el Gerente de La Rosada nos consideraba una piedra en el zapato, ahora nos
mira como una prometedora colonia; si antes los países sometidos a la timba
global nos veían como alternativa, ahora nos ven como iguales en
desgracia; si antes éramos un ejemplo en la lucha por los DDHH, ahora
volvemos a ser víctimas de la violencia de una casta. Los que prometían no perseguir al que piensa distinto, amenazan
a sindicalistas, políticos y periodistas que se atreven a desafiar el
monocorde discurso oficial. Los que aseguraban que no íbamos a perder nada
no saben qué artilugio utilizar para serruchar nuestros derechos. Los
que nos iban a conducir a un desarrollo primaveral nos han embutido en un
túnel que sólo desemboca en una pestilente ciénaga.
El que juró con honestidad, para
la cadena televisiva norteamericana CBS encabeza uno de los tres gobiernos
más corruptos del mundo. Y no es el único medio del Imperio que tiene esa
opinión del empresidente. También The Washington Post y The New York Times consignan en sus
páginas la poca transparencia del gobierno amarillo. El británico The Guardian explica que Macri está
imputado por la condonación de la deuda a “su empresa familiar” y el francés Libération agrega que “los
nombres de Franco y Mauricio Macri aparecieron en los Panamá Papers como
directores de empresas registradas en los paraísos fiscales de Bahamas y
Panamá”. Ellos ganaron con el verso de la transparencia, pero se
oscurecen por su opacidad. Ellos juran ser portadores de la verdad, pero
se enredan en mentiras muy fáciles de desmontar.
El laboratorio
y los ratones
Ahora dieron marcha atrás, pero lo intentaron. Como si hubiera recibido
el acuerdo del Correo como regalo de cumpleaños y lo tomara por sorpresa, Macri desplegó su
habitual cinismo. Si la
conferencia de prensa que brindaron Marcos Peña y Oscar Aguad para explicar esta
transa se transformó en un stand up de
marionetas, la que brindó el presidente off
shore pareció un show de embustes para infantes. Con un volver a foja cero, dio por tierra
con las absurdas justificaciones de sus laderos. Burlas en abundancia:
tanto el jefe de Gabinete que aseguró que “no
hay conflicto de intereses” -cuando la familia Macri se hubiera beneficiado
con una quita del 98 por ciento de la deuda- como las incoherencias
destiladas por el ministro de Comunicación. Ni hablar de la demanda al
Estado por la empresa que ellos fundieron. Y por si esto fuera poco, argumentan
con que el 50 por ciento de los acreedores aceptó la oferta de Socma cuando el
Estado representa más del 30 y el resto es un banco muy relacionado con la
empresa familiar. Si de porcentajes se trata, el canje de deuda con los
bonistas fue aceptado por más del 90 por ciento y sin embargo no dudaron
en pagar más de diez mil millones de dólares a los buitres que reclamaron en el
tribunal de Griesa. Paradojas del cambio que está en todos los lados del
mostrador para estafarnos a casi todos.
Aunque en este episodio vergonzante que incluye un auto regalo de 70 mil
millones de pesos intentaron involucrar a Cristina, Macri tuvo que dar
marcha atrás. Aunque siga hablando de la pesada herencia, la estafa del
Correo la iniciaron los Macri. Eso sí: nos quedamos sin el fallo inapelable de la castísima Elisa Carrió, aunque presenciamos la
astucia del interbloque Cambiemos para desarticular las 30 cuestiones de privilegio
que presentaron los opositores para exigir informes o interpelaciones a
funcionarios del gobierno amarillo. Qué raro, y eso que el oficialismo es
minoría en el Congreso y esto se convirtió en un escándalo monumental.
Claro, lo que pasa es que hay representantes que ya no saben a quién
representan, si a los que confiaron en ellos para defender sus intereses o
a la minoría mafiosa que gobierna para incrementar sus espurios privilegios.
A pesar de que en estos quince meses el Gran Equipo ha demostrado poca
maestría en el manejo de los asuntos públicos y casi nulo compromiso en
mejorar la vida de la mayoría, todavía puede continuar con sus planes
destructivos. Aunque la producción industrial sigue en retirada, el mercado
interno manifiesta su agonía, la inflación no se detiene y la desocupación es
creciente, el proyecto amarillo para modificar el régimen de las ART se
convirtió en ley. Que todavía tenga garantizada la gobernabilidad y
logre consenso un modelo que ha traicionado el voto popular, que arrasa con
todo lo que toca y que nos está conduciendo a una hecatombe ya experimentada es
un fenómeno político inexplicable. Consenso y gobernabilidad regalada por
esos personajes que gruñen por televisión pero gimen como falderos en el
Congreso o en cualquier ambiente en el que simulen representatividad.
Nadie pide que pongan palos en la
rueda o gestionen movimientos destituyentes como han hecho los amarillos
cuando fueron oposición. Pero con la elegante
pose republicana que muchos han adoptado ahora están avalando el cierre
de fábricas, la invasión de los importados, la descomunal fuga de divisas, la
bomba de las Lebac, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, entre
muchos otros desastres. ¿Qué gobernabilidad y consenso merece un gobierno generoso
con los que tienen de sobra y muy mezquino con los que necesitan de todo?
¿Qué apoyo merecen Macri y su Gran Equipo que sólo gestionan para facilitar
negocios para sí mismos y sus amigotes? ¿Qué continuidad hay que asegurar
para un gobierno que en la cuarta parte de su tránsito acumula cincuenta denuncias
judiciales y cuyo conductor está imputado ya en cinco causas?
Algunos consideran que el Gran Equipo está experimentando con nosotros,
que están comprobando cuál es nuestro límite de tolerancia. Otros creen
que ya no tienen nada para dar porque
todos sus intentos terminan en fracaso. En las charlas cotidianas, hay
mucha inquietud y desconcierto: los arrepentidos no se arrepienten a los
cuatro vientos, sólo muy pocos odiadores apelan a la pesada herencia y el resto está aturdido, a la espera de una luz
que saben, no va a aparecer. Los amarillos, en tanto, juegan con nuestra
paciencia y nos distraen con sus supuestas
torpezas. Si pasan, pasan; si no, vuelven
a foja cero. En tiempos de
Cristina, los hoy alelados estaban al borde de un ataque de nervios y
dispuestos a brindar un concierto de cacharros. Que las calles estén despobladas
ante los desastres del Cambio es una evidente muestra de que el estado de
ánimo de la sociedad está manejado por los grandes medios. Esa es la cadena
que debemos romper si queremos ser verdaderamente libres para construir un
país que no deje afuera a nadie.
Lo que presentan como errores, no lo son. Apabullan con muchas medidas para que alguna pase. El ministro de Educación reveló en Davos que nos quiere educar para la incertidumbre. Nosotros deberíamos crear incertidumbre en los miembros del gobierno: la de no saber si terminan su mandato. Por el bien de todos, ésa debería ser una certeza.
ResponderBorrarTomás Aguilar
Acá, Tomás, permítame plantearle una cuestión que no es menor, sospecho.
BorrarEstá muy bien esa idea de generarles incertidumbre, suena bien y es esperanzador pensar que, dada la demasía del daño producido, puede el pueblo argentino sacárselos de encima o, por lo menos, frenarles el desastre en marcha.... pero que suene bien no alcanza. porque da la casualidad que estos tipos, si algo tienen es la certeza de "no ser delarúa" (y que a ellos no les va a pasar lo mismo) porque son "duros" y porque, básicamente, les importa un comino a cuántos necesiten reventar para seguir con sus chanchullos...
Y, siendo serios, ese COSTO es el que debiéramos tener en cuenta y, eventualmente, evitar.
Ahora se entiende por qué quería ser presidente
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