Aunque intentaron disimularlo, los amarillos están satisfechos con el
irracional fallo de la Corte. El establishment paga el favor que muchos de esos pobres viejitos presos hicieron cuarenta años atrás: tomar el poder para someter a la mayoría a
un terrorífico plan de latrocinio. El Poder siempre inclina la balanza en
su beneficio y a esa atrocidad le pone
nombres pomposos y digeribles. La normalidad es, para esa minoría, impunidad, injusticia, inequidad y muchos
otros daños colaterales en pos de
multiplicar sus privilegios e incrementar sus riquezas. El empresidente Macri es uno de esos agradecidos que, desde
hace años, considera la dictadura un paso necesario para encauzar la historia y que los
juicios son una venganza de los que
perdieron una guerra sucia. Este doloroso episodio del 2x1 es una de las pocas promesas que se hicieron
realidad: terminar con el curro de
los DDHH.
Los que pregonan respetar las
instituciones son los que más las pisotean y ahora cobra más sentido el intento inicial de nombrar por decreto a
dos miembros del Máximo Tribunal. Para eso el Gerente de La Rosada SA arriesgó su escueta legitimidad en los
primeros pasos del inmerecido lugar
que ocupa. El Congreso se encargó de avalar
su perniciosa impronta con la excusa de garantizar la gobernanza, a pesar
de la objeción de los organismos de DDHH. Ahora que las cartas están echadas,
los opo-oficialistas sólo se atreven
a recitar tibios lamentos para no abandonar el rol de oposición responsable. Gracias a tanta tibieza, los PRO nos están
apabullando a retrocesos.
¿Qué parte de sus entrañas
tienen que exhibir los miembros del Gran Equipo para que los que aún esperan
algo bueno comprendan sus verdaderas
intenciones? ¿Cuánta agua más debe correr para advertir el engaño que se despliega ante nuestros ojos desde que
esta tragedia innecesaria comenzó? Si no hay que ser un experto para concluir
que cada iniciativa anunciada con bombos y platillos esconde la intención de transferir recursos hacia los que más
tienen, ¿por qué es tan lenta la pérdida
del consenso? Tampoco hace falta ser muy crítico para intuir el fracaso ni
muy desconfiado para suponer que el derrame no se producirá nunca. Ni muy
observador para descubrir que las
mejores porciones de esta menguante torta se las quedan los que la reparten.
¿Qué más tiene que pasar para
que los Cuentos de la Pesada Herencia
dejen de cautivar al Buen Vecino? ¿Cuánto más pueden fabular los trajeados de
la pantalla mientras el fango del
pantano humedece las suelas del ingenuo televidente? ¿Cuántas trapisondas
más hace falta revelar para que reconozcan que la transparencia que cacarean no es más que maquillaje?
Un
poco de terror
Después del fallo, aparecieron
las hipocresías. Sorpresivamente, Macri se abstuvo de balbucear los lugares comunes que sí brindaron sus funcionarios. La
vicepresidenta Gabriela Michetti aportó su mediocridad habitual: “desde el Gobierno podemos decir que la
Justicia tiene que ser independiente, nos
gusten o no sus fallos”. ¿Independiente de qué, de la Constitución y de las leyes, como en este caso? O de las
no-leyes, porque el mentado 2x1 no
existía cuando se cometieron los delitos ni cuando apresaron a los represores.
Y no es una cuestión de gustos sino de coherencia: los jueces no pueden
legislar y con esta acordada lo están
haciendo al aplicar una norma ya derogada. El ministro de Justicia y DDHH
Germán Garavano focalizó su análisis en el concepto del 2x1 y se escudó en la independencia y el
prestigio técnico, antes de esbozar un tímido cuestionamiento al fallo. La
sucesión de opiniones en este sentido se incrementó a medida que este regalito
de la Corte despertaba la repulsa de la
opinión pública.
En realidad, todos los que repudian
el fallo pero recomiendan respetarlo, no están repudiando nada: sólo legitiman algo que es ilegal e
inconstitucional. Esta resolución de los Supremos no es respetable y menos aún respetuosa. Los tres miembros que
elaboraron este engendro han provocado un enorme daño jurídico, histórico y
social. En lugar de restañar heridas, las
están profundizando. Rosatti, Rosenkrantz y Highton son, desde ahora, tres
apellidos que llenan de vergüenza a la
justicia argentina y sus portadores deberían buscar la manera de enmendar el error que han cometido o preparar las valijas para emprender un
viaje al peor lugar de la memoria
colectiva. Lo ideal es que hagan ambas cosas.
Pero no son los únicos
responsables de este atroz episodio. Los senadores que aprobaron el ingreso de
los dos nuevos jueces que Macri intentó imponer por decreto son cómplices indirectos del inaceptable
dictamen. Más que enérgicos discursitos de ocasión, deberían estar deshaciéndose
en disculpas y exigiendo a la Corte que anule
la resolución con una nueva acordada, antes de que los genocidas intenten
poner un pie en la calle. Y si quieren volver a mirar a los ojos de todos los
argentinos, deberían estar entrenando
para destituir a estos tres mamarrachos que ofenden la Memoria construida
en más de tres décadas.
El empresidente Macri también
debe pedir disculpas por haber elegido a estos personeros de la oscuridad,
además de confesar que presionó a Elena
Highton para que contradiga su posición a cambio de su permanencia. Él, que
se erige como portador de la verdad, debería
ser el primero en revelarla. Pero no hará nada de esto, por supuesto. Desde
mucho antes de asumir, ya tenía decidido terminar con los juicios y
las condenas. Como no se atrevió a asumir el costo político de un indulto,
como hizo su admirado Menem, optó por un sendero más enrevesado. El resultado es tan nefasto como obscena la
jugada.
Tan malversado es el
procedimiento que un optimista incurable podría suponer que este fallo tiene
cortísima vida, a pesar de que el senador Federico Pinedo esté elaborando un proyecto
de ley para reglamentar el 2x1 inexistente. Tan absurdo es este capítulo
que tiene pinta de dolorosa operación.
O cuanto mucho, de tanteo del terreno para intentar una amnistía, también
prohibida por la Constitución. O como una
forma de distracción más, para que, de cara a las elecciones, la discusión
pública desatienda los desastres
económicos que el Gran Equipo está provocando. Mientras nos entretienen con discusiones y luchas
prehistóricas, extorsionan a Sancor, imponen la flexibilización laboral, pergeñan
un ajuste feroz y los negocios del
entorno presidencial siguen creciendo. Mientras habilitan debates televisivos
entre represores, apologistas y víctimas como simulacro de pluralidad, los amarillos producen un cambio cultural
de nefastas consecuencias: de a poco, los pobres se resignan al abandono,
los que recién ascendieron se preparan para descender, los trabajadores aceptan
cualquier condición para no dejar de ser tales y los ajustados adoptan los argumentos de los ajustadores.
Todo esto pasa y Clarín pone
como noticia destacada el hotel donde se aloja Cristina. Tan difícil no es descubrir la treta. Ya es tiempo de perder la
ingenuidad si queremos convertirnos en ciudadanos. Si queremos un país más
justo con un lugar noble en el contexto internacional, éste no ha sido nunca el
camino. Salir de él es más que una prioridad: es un compromiso con el futuro.
"independientes" de la ley, de la justicia, de la moral, del bien común, de todo lo que no los favorece en su desmedida ambición económica, lo peor que nos pudo volver a pasar, bueno entonces seria correcto "independizarnos" de ellos para siempre, no nos sirven para nada, son "parásitos democráticos"-gracias Gustavo siempre-abrazos
ResponderBorrar