lunes, 8 de mayo de 2017

Un fallo y más allá, la inundación



Aunque intentaron disimularlo, los amarillos están satisfechos con el irracional fallo de la Corte. El establishment paga el favor que muchos de esos pobres viejitos presos hicieron cuarenta años atrás: tomar el poder para someter a la mayoría a un terrorífico plan de latrocinio. El Poder siempre inclina la balanza en su beneficio y a esa atrocidad le pone nombres pomposos y digeribles. La normalidad es, para esa minoría, impunidad, injusticia, inequidad y muchos otros daños colaterales en pos de multiplicar sus privilegios e incrementar sus riquezas. El empresidente Macri es uno de esos agradecidos que, desde hace años, considera la dictadura un paso necesario para encauzar la historia y que los juicios son una venganza de los que perdieron una guerra sucia. Este doloroso episodio del 2x1 es una de las pocas promesas que se hicieron realidad: terminar con el curro de los DDHH.
Los que pregonan respetar las instituciones son los que más las pisotean y ahora cobra más sentido el intento inicial de nombrar por decreto a dos miembros del Máximo Tribunal. Para eso el Gerente de La Rosada SA arriesgó su escueta legitimidad en los primeros pasos del inmerecido lugar que ocupa. El Congreso se encargó de avalar su perniciosa impronta con la excusa de garantizar la gobernanza, a pesar de la objeción de los organismos de DDHH. Ahora que las cartas están echadas, los opo-oficialistas sólo se atreven a recitar tibios lamentos para no abandonar el rol de oposición responsable. Gracias a tanta tibieza, los PRO nos están apabullando a retrocesos.
¿Qué parte de sus entrañas tienen que exhibir los miembros del Gran Equipo para que los que aún esperan algo bueno comprendan sus verdaderas intenciones? ¿Cuánta agua más debe correr para advertir el engaño que se despliega ante nuestros ojos desde que esta tragedia innecesaria comenzó? Si no hay que ser un experto para concluir que cada iniciativa anunciada con bombos y platillos esconde la intención de transferir recursos hacia los que más tienen, ¿por qué es tan lenta la pérdida del consenso? Tampoco hace falta ser muy crítico para intuir el fracaso ni muy desconfiado para suponer que el derrame no se producirá nunca. Ni muy observador para descubrir que las mejores porciones de esta menguante torta se las quedan los que la reparten.
¿Qué más tiene que pasar para que los Cuentos de la Pesada Herencia dejen de cautivar al Buen Vecino? ¿Cuánto más pueden fabular los trajeados de la pantalla mientras el fango del pantano humedece las suelas del ingenuo televidente? ¿Cuántas trapisondas más hace falta revelar para que reconozcan que la transparencia que cacarean no es más que maquillaje?
Un poco de terror
Después del fallo, aparecieron las hipocresías. Sorpresivamente, Macri se abstuvo de balbucear los lugares comunes que sí brindaron sus funcionarios. La vicepresidenta Gabriela Michetti aportó su mediocridad habitual: “desde el Gobierno podemos decir que la Justicia tiene que ser independiente, nos gusten o no sus fallos”. ¿Independiente de qué, de la Constitución y de las leyes, como en este caso? O de las no-leyes, porque el mentado 2x1 no existía cuando se cometieron los delitos ni cuando apresaron a los represores. Y no es una cuestión de gustos sino de coherencia: los jueces no pueden legislar y con esta acordada lo están haciendo al aplicar una norma ya derogada. El ministro de Justicia y DDHH Germán Garavano focalizó su análisis en el concepto del 2x1 y se escudó en la independencia y el prestigio técnico, antes de esbozar un tímido cuestionamiento al fallo. La sucesión de opiniones en este sentido se incrementó a medida que este regalito de la Corte despertaba la repulsa de la opinión pública.
En realidad, todos los que repudian el fallo pero recomiendan respetarlo, no están repudiando nada: sólo legitiman algo que es ilegal e inconstitucional. Esta resolución de los Supremos no es respetable y menos aún respetuosa. Los tres miembros que elaboraron este engendro han provocado un enorme daño jurídico, histórico y social. En lugar de restañar heridas, las están profundizando. Rosatti, Rosenkrantz y Highton son, desde ahora, tres apellidos que llenan de vergüenza a la justicia argentina y sus portadores deberían buscar la manera de enmendar el error que han cometido o preparar las valijas para emprender un viaje al peor lugar de la memoria colectiva. Lo ideal es que hagan ambas cosas.
Pero no son los únicos responsables de este atroz episodio. Los senadores que aprobaron el ingreso de los dos nuevos jueces que Macri intentó imponer por decreto son cómplices indirectos del inaceptable dictamen. Más que enérgicos discursitos de ocasión, deberían estar deshaciéndose en disculpas y exigiendo a la Corte que anule la resolución con una nueva acordada, antes de que los genocidas intenten poner un pie en la calle. Y si quieren volver a mirar a los ojos de todos los argentinos, deberían estar entrenando para destituir a estos tres mamarrachos que ofenden la Memoria construida en más de tres décadas.
El empresidente Macri también debe pedir disculpas por haber elegido a estos personeros de la oscuridad, además de confesar que presionó a Elena Highton para que contradiga su posición a cambio de su permanencia. Él, que se erige como portador de la verdad, debería ser el primero en revelarla. Pero no hará nada de esto, por supuesto. Desde mucho antes de asumir, ya tenía decidido terminar con los juicios y las condenas. Como no se atrevió a asumir el costo político de un indulto, como hizo su admirado Menem, optó por un sendero más enrevesado. El resultado es tan nefasto como obscena la jugada.
Tan malversado es el procedimiento que un optimista incurable podría suponer que este fallo tiene cortísima vida, a pesar de que el senador Federico Pinedo esté elaborando un proyecto de ley para reglamentar el 2x1 inexistente. Tan absurdo es este capítulo que tiene pinta de dolorosa operación. O cuanto mucho, de tanteo del terreno para intentar una amnistía, también prohibida por la Constitución. O como una forma de distracción más, para que, de cara a las elecciones, la discusión pública desatienda los desastres económicos que el Gran Equipo está provocando. Mientras nos entretienen con discusiones y luchas prehistóricas, extorsionan a Sancor, imponen la flexibilización laboral, pergeñan un ajuste feroz y los negocios del entorno presidencial siguen creciendo. Mientras habilitan debates televisivos entre represores, apologistas y víctimas como simulacro de pluralidad, los amarillos producen un cambio cultural de nefastas consecuencias: de a poco, los pobres se resignan al abandono, los que recién ascendieron se preparan para descender, los trabajadores aceptan cualquier condición para no dejar de ser tales y los ajustados adoptan los argumentos de los ajustadores.
Todo esto pasa y Clarín pone como noticia destacada el hotel donde se aloja Cristina. Tan difícil no es descubrir la treta. Ya es tiempo de perder la ingenuidad si queremos convertirnos en ciudadanos. Si queremos un país más justo con un lugar noble en el contexto internacional, éste no ha sido nunca el camino. Salir de él es más que una prioridad: es un compromiso con el futuro.

1 comentario:

  1. "independientes" de la ley, de la justicia, de la moral, del bien común, de todo lo que no los favorece en su desmedida ambición económica, lo peor que nos pudo volver a pasar, bueno entonces seria correcto "independizarnos" de ellos para siempre, no nos sirven para nada, son "parásitos democráticos"-gracias Gustavo siempre-abrazos

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