Las estadísticas
amarillas no se llevan bien con los números y menos aún con la realidad. Mientras los brotes verdes se
marchitan, uno de los candidatos oficialistas quiso destacar los logros y no le salió muy bien. “El camino que hemos emprendido todos los
días tiene un metro más de asfalto, una sala más, un pibe más que está preso”, ponderó Esteban Bullrich en una
entrevista radial. El mismo que, cuando era ministro de Educación, en un acto
en el sur, anunció una Campaña al Desierto pero sin espadas,
después se presentó como gerente de
Recursos Humanos y comparó a los docentes con cerdos. Un metro de asfalto
por día es nada: apenas quince cuadras en cuatro años. Lo importante es la dirección que toma ese camino. Si el pre candidato
a senador se enorgullece porque cada día hay un pibe más preso, no es difícil imaginar hacia dónde se
dirige.
Las metáforas PRO
siempre confunden. El “vamos juntos” que
recitan como una fórmula mágica incluye
mucha hipocresía debajo de la pátina de simpleza con que lo disfrazan. Así
como “los homo sapiens extinguieron a los
dinosaurios en equipo”, los Amarillos
nos convocan para una gesta histórica. Eso sí, siempre y cuando aceptemos las reglas de juego que jamás sometieron a
votación: para andar todos juntos por
ese camino que crece metro a metro hacia
no sabemos dónde, es imprescindible silenciar cualquier objeción; los damnificados por la aplanadora deberán
aceptar gustosos el alquitrán caliente que vierten sobre sus cuerpos; el
diseño del recorrido corre por cuenta de
la casa y quienes adviertan sobre
sus riesgos serán demonizados y condenados al ostracismo.
Lejos quedaron
las promesas de “no perseguir al que
piensa distinto”; abandonaron el
diálogo para practicar la imposición; si los pronósticos fallan, el
oficialismo mediático se encargará de dibujar
una realidad más amable. A los opositores, los aporrean con titulares y a
los que se resisten, les destinan palos, gases y balas. Para unos, los esbirros
que disparan tinta y para otros, los acorazados
humanos que no tienen un gramo de Humanidad. El pre candidato a senador por
Buenos Aires, Esteban Bullrich, se quedó corto. El camino que empezó en
diciembre de 2015 no se construye a un metro por día, sino a kilómetros por hora: en menos de dos años estamos a mitad de
camino en un retroceso que jamás
habíamos experimentado en democracia. La revolución de la Alegría nos
espera al final de este túnel del tiempo, donde, harapientos y chapoteando en el fango, festejaremos las migajas que nos
arrojan los conquistadores como si fueran tentadores manjares.
Mecanismos aberrantes
Las metáforas PRO
desconciertan tanto que pueden resultar seductoras. Como opositores, se
cansaron de cacarear por el aislamiento del mundo que provocaba el
gobierno de Cristina. Ahora que nos han integrado,
estamos prontos a convertirnos en la
joya más preciada del mejor postor. El supermercado
del mundo que prometía Macri nos ha
trocado en consumidores de importados, siempre y cuando suspensiones,
recortes salariales y tarifazos lo permitan. Lo que más destacan del Cambio los
analistas internacionales es el
endeudamiento brutal y la peligrosa bicicleta financiera, síntomas de una
especulación que haría estallar a la economía más potente. Muchos se dan cuenta
ahora que ese aislamiento era más una protección conformada por medidas como
el control de divisas y del mercado externo y no una restricción a la libertad
de mercado.
Ahora que estamos
integrados las inversiones ni se asoman. ¿Quién puede tentarse con un mercado interno que se desploma y una
situación social efervescente? Por más que flexibilicen al trabajador hasta
hacerlo de goma, que eliminen todos
los impuestos al capital y que faciliten la fuga hasta el vaciamiento, la especulación financiera rinde más que la
inversión productiva. Y mientras sea más rentable importar que fabricar, las persianas bajas y las colas de
desocupados se seguirán multiplicando. A pesar de esto, siguen apelando al “todos juntos” aunque muchos se queden en el camino.
Una integración
tan adversa que sólo pueden mimetizar con las
patrañas que instalan desde los medios hegemónicos. Apologistas del desastre,
convierten en excusas sentencias persecutorias y en serias conclusiones, los prejuicios más inadmisibles. Por eso
una candidata puede afirmar sin rubor que los
opositores contratan “extras” para hacer
de pobres o desocupados para generar un clima de caos.
Por eso los funcionarios pueden anunciar bonanzas
que nadie avizora, mientras lo único que crece son sus cuentas off shore.
Por eso el empresidente Macri puede desplegar ignorancia, cinismo y
demagogia sin temor a reprimendas.
Sin dudas, los PRO nos integran al mundo de la peor
manera: representan el papel de
capataces que abren la tranquera a
los poderosos o el de paródicos bravucones imperiales ante los países
hermanos. Para que nadie dude de sus simpatías internacionales se sumaron al coro denunciador del chavismo
y la paja en el ojo ajeno se convirtió
en varias vigas en el propio. En
poco tiempo, nuestro prestigio en DDHH se volvió vergüenza: los reclamos por la
prisión ilegal de Milagro Sala incomodaron
al Ingeniero en sus improductivas giras. Ahora que Gendarmería desapareció a Santiago Maldonado, Macri se abstendrá de asistir a la Asamblea
Anual de la ONU, que está enterada del tema y exigió al Estado argentino su
pronta solución.
Lejos de eso, los
Gerentes de La Rosada SA tratan de desviar la atención, explotando una protección mediática que supera todos
los límites. Si no es un video con alguien disfrazado para la ocasión lo más lejos posible del lugar de los hechos,
presentan a los mapuches como terroristas con vínculos internacionales armados
con hachas, cuchillas, boleadoras y
teléfonos móviles para museo. Y por si semejante desvío no alcanza, dibujan
un movimiento –el RAM- que quiere constituirse como república autónoma en el medio de la Patagonia. Como si su público fuera
tan cautivo para tomar como ciertos tan
disparatados peligros; como si el televidente fuera tan incauto para creer
que alguien que quiere esconderse aparezca ante una cámara con la misma ropa y pose que en su foto más conocida; como si de
verdad creyeran que el consumidor de tales usinas mediáticas puede justificar la desaparición de una persona por peinar rastras, ser artesano y visitar
a los mapuches.
El engaño del
Cambio está desnudo y los que siguen confiando en él será porque gustan de esa obscena desnudez. Si creen en sus farsas, se
conmueven con sus propósitos y aceptan sus resultados es porque no son tan distintos de los sátrapas que
coparon el gobierno. Si celebran la desigualdad, la estigmatización y las
pulsiones represivas son tan amarillos
como ellos. Pero a no asustarse: ésos son minoría. El 51 por ciento del
balotaje ya no existe: el desencanto se encargó de reducirlo. Hay que ser muy
amarillo para poner un voto a los que se
enorgullecen de que más pibes terminen
en la cárcel.
este domingo un milagro para empezar a "cambiar" el rumbo que estos nefastos nos han impuesto por "errores democráticos", nunca es tarde hasta que es demasiado tarde, mil gracias siempre por tus análisis y reflexiones Gustavo, nos acompañan...besos
ResponderBorrarQuizás lo más feo en el virreinato sea la constancia de que uno tenía razón, que sin ser adivino sabía lo que iba a terminar pasando (y encima, quedarnos cortos) en el "cambio".
ResponderBorrarY seguramente, para empeorar lo malo de por sí, el espectáculo entre penoso y pornográfico de ver tanta víctima, prefiriendo y militando al victimario... e increíblemente, que todavía siga pasando.
Tal vez este lunes pinte menos feo pero.... va a seguir faltando, y éso no tiene nada de lindo.
estimado Gustavo , no publiques esto por favor, no puedo creer vivir en un país de gente tan retardada, lo digo por el resultado de las elecciones, acá en capital ya ganaron, en muchas pcias tambien, me quiero exiliar ala conchinchina ya!!!-besos y disculpa mi bajón extremo-gracias
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