Acosados por las evidencias, los PRO necesitan cambiar su discurso para
gambetear el impacto producido por la desaparición forzada de Santiago
Maldonado. Después de intentar la
demonización de la víctima y la angelización
de los victimarios, ahora probarán con la instalación de un chivo expiatorio para demostrar a la
sociedad un compromiso inexistente con
los DDHH. Que todo quede resumido a “un
gendarme que se le fue la mano” es
inaceptable en un estado de derecho, más aún si ésta fue la posición que
evitaron desde el comienzo de este conflicto. Si hubieran empezado por ahí, por
tomar como sospechosos a todos los
efectivos que participaron en la invasión a la comunidad mapuche y los hubieran interrogado en lugar de
protegerlos, otra sería la historia. Si los uniformados cometen excesos –eufemismo doloroso en la
memoria- es porque tienen rienda suelta
para cometerlos.
No sólo la vía libre, sino el
sustento ideológico: los Amarillos
construyen un enemigo despreciable que no merece ni la vida. Y ese enemigo
puede tomar la forma de un opositor apenas crítico o de un ciudadano que
reclama la restauración de sus derechos. Un
uniformado que se alimenta con tanto veneno descarga su ponzoña con palos,
balas o gas pimienta. Y si no recibe la orden ‘aniquilar’, actúa como si la
hubiera recibido.
Por eso, que Patricia Bullrich
deje de ser ministra no modificará un
ápice la pulsión represora del Cambio. No olvidemos que sacrificó a 40 gendarmes a poco tiempo
de estrenar su cargo para satisfacer el
espíritu vengativo del gobernador Gerardo Morales. Y se sacrifica ella antes que tirar por la ventana a un agente ‘desbocado’. Cualquier cosa antes que
reubicar a esa fuerza en las fronteras, como corresponde. Lejos de ser garantía
de seguridad, la Gendarmería actúa como tropa de ocupación
en todo el país. Y no para solucionar conflictos sino para desatarlos. Que sean gendarmes los custodios de Milagro
Sala no sólo es una invasión
jurisdiccional y un atropello a las instituciones, sino una provocación
monstruosa. Si en algún momento se confió en esta fuerza para sofocar delitos
de narcotráfico, ahora se ha convertido en el
brazo ejecutor del control ideológico que el Gran Equipo pretende realizar.
La semana pasada, una clase
pública organizada por docentes y estudiantes del instituto Olga Cosettini de
Rosario fue interrumpida por uniformados
con perros y armas de fuego. Y todo porque estaban reflexionando sobre la
desaparición de Santiago Maldonado. A un joven que colgaba un cartel en la
esquina uno de los agentes le gritó: “vení
flaco. Yo soy la autoridad, vení
para acá, callate la boca”. El
diálogo, el consenso y la pluralidad de voces, te las debo.
La
voluntad de los manipulados
Todo pasa tan rápido que muchas
cosas quedan en el tintero. A fines de agosto, un grupo de padres muy consustanciados con las operetas mediáticas
clamó un “con los chicos no” en las
redes sociales porque los docentes debían introducir en clase el debate sobre la desaparición forzada,
tal como disponen la ley y el calendario escolar. Que algunas empresas
desembarquen en las aulas para explicar las bondades de sus productos no inspira una letra de estos comprometidos progenitores. Ni que la
policía invada los colegios para detectar
estudiantes rebeldes y profesores díscolos. Y menos aún la reforma
educativa que impondrán como prueba en algunos establecimientos de la CABA para
que los adolescentes se acostumbren a
ser esclavos con propina o changueros con traje de emprendedor. Hasta
aplauden en la soledad del baño que la ministra de Educación porteña pretenda criminalizar a los chicos que
tomen colegios para rechazar la “Secundaria
del Futuro”, porque saben que sus hijos no hacen esas cosas. Con nuestros chicos no; con los demás, lo que sea.
Autómatas que responden a las órdenes de la pantalla,
que creen que todo es culpa de los K y que están convencidos de que el Cambio es lo mejor para la Argentina.
Individuos a destajo que sostienen que el
bienestar conseguido es fruto de su propio esfuerzo y que para permanecer
en el peldaño que ocupan deben escupir a
los de abajo y besuquear a los de arriba. Serviles inconscientes del
ideario del amo que jamás sospechan que serán
tan víctimas de la guadaña como sus despreciados vecinos. Por ahora,
vitorean los males que padecen los otros pero cuando les llegue la hora buscarán apoyo en los que antes vieron caer.
Manipulados que destilan bilis ante los
fabulados delitos de la gestión anterior y consienten con indiferencia los
actuales latrocinios. Cautivos que se conmueven con las imágenes del huracán Irma en el fin de semana de los ricachones
pero no destinan una lágrima para los olvidados damnificados de las
inundaciones vernáculas. Practicantes de una indignación selectiva que piden cárcel para los corruptos y tronos para evasores, especuladores y fugadores.
Un manojo de ellos se juntará
el sábado para expresar su incondicional apoyo a los ceócratas que convirtieron la Casa de Gobierno en La Rosada SA.
Muchos o pocos, allí estarán, disfrazados
de ciudadanos para alentar la continuidad del saqueo que estamos
padeciendo. Ajenos a la hecatombe, a la
prepotencia, a la burla, a la inoperancia, aplaudirán al rabino Bergman con
su traje vegetal, a la Bullrich vestida de Rambo
y al Bullrich como conquistador del desierto, a Laura Alonso denunciadora de la corrupción pasada y
apologista de la presente y a todos los miembros del Gran Equipo que operan
para hacer de Argentina el mejor de los
negocios. Y si aparece en la fiesta
la diputada Carrió, coronarán su
incoherencia con las más desproporcionadas muestras de adhesión. Ese día
nadie preguntará por Santiago Maldonado, la deuda del Correo o el blanqueo de
los familiares. Ni se acordarán de los Panamá Papers ni contarán cuántos jardines de infantes se han
construido en estos casi dos años.
El sábado será un paraíso de
globos y felicidad, aunque coincida con la
conmemoración del golpe de Estado de 1955 o de La Noche de los Lápices. O
quizá sea eso lo que celebren en las calles: el retorno de una impronta fatal que alejará para siempre los
peligros del populismo que, más por
identificación errónea que por interpretación certera, están obligados a
rechazar. Aunque sean pocos, se sentirán como muchos y si la desinformación
gobierna esas amarillas cabecitas, el
ceño severo y los labios fruncidos simularán estar al tanto de lo que defienden.
Nadie convoca a una catástrofe climática para que amenace su casa, pero en el cuarto oscuro muchos eligen la peor
de las tormentas.
A lo mejor somos injustos con la mirada virreinal, puede ser cierta esa casualidad de que a un gendarme se le vaya la mano, lo que complica las cosas es la cantidad de gendarmes en condición de que se les vaya la mano y que estén muy, pero muy equipados para concretar dicho cometido manual y que, una vez producida la consecuencia, la mano ida, digamos, tengan ceguera y amnesia instantánea y por supuesto, ¿cómo podríamos hacer responsables a esos funcionarios por órdenes que no dieron para esas manos que se fueron?, claramente una injusticia, y pedirle a una ministra cuya ineptitud es casi histórica (recordar 2001, especialmente los jubilados y los empleados de Aerolíneas marsans) que se haga cargo es delirio alcohólico nuestro, claramente.
ResponderBorrarEs obvio y ya dicho antes que no debemos aumentar el estrés y las preocupaciones del querido virrey, pobre, entre la posible visita de Irma a las Bahamas, Panamá y la madre patria y la concreta visita del buby nethanyahu y su catálogo de cositas a comprarle, agregarle estos asuntos patagónicos es un exceso, no seamos crueles...
No sé usted, Gustavo, pero yo estoy esperando el nuevo sketch del ministro vegetal bergman para distender este ambiente, para distraer y dar la nota de humor imprescindible....