La noticia festiva de la semana fue el acuerdo conseguido con los acreedores privados. Muchos elogios al ministro Guzmán y su equipo por lograr una negociación dura con los prestamistas más implacables. El presidente Fernández está más aliviado porque durante su mandato los pagos serán casi inexistentes y permitirá destinar recursos al desarrollo económico. La síntesis es que gracias a este “triunfo”, los argentinos nos ahorramos cerca de 40 mil millones de dólares en intereses. Lo ideal sería ahorrarnos todo lo que estos especuladores prestaron al peor equipo de los últimos cincuenta años. 66 mil millones es un ahorro mayor que 40 mil, ¿no? Aunque sea un dólar, ¿por qué tenemos que saldar lo que no sirvió para nada?
Si
algunos cambiemitas están satisfechos y se deshacen en elogios, es para
desconfiar. Claro, cuando estuvieron en el gobierno, endeudaron el país
como nunca y bajo legislación extranjera para habilitar la fuga de
capitales y la especulación financiera. En cierta forma, la actual gestión está
tapando agujeros heredados pero no es eso lo que celebran los
cambiemitas; tampoco que se les pague menos a los usureros internacionales, que
son sus aliados. Lo que quizá celebren los macristas sea que hasta ahora
no han sido tan criticados por el brutal endeudamiento que generaron
apenas asumieron. Criticados, quizá sí, pero no imputados penalmente por el
daño. Esto habilita que el cínico ex ministro Alfonso Prat Gay haya dicho
que se podría haber logrado un acuerdo mejor. Caradura, si él fue el que
comenzó el ciclo de apertura cipaya a los tránsfugas internacionales. En
lugar de pedir disculpas, critica a los que solucionaron el problema que él y
otros más nos dejaron.
Otro
cambiemita que sembró su malicia es el gobernador de Mendoza, Alfredo
Cornejo, que refunfuñó sobre “el relato
eterno de este Gobierno que va a plantear que esto es épico y todas esas
cosas”. Si sacar a Argentina del default es un relato épico, ¿cómo
llamaría este canalla al hundimiento que provocó Macri? ¿Proeza
bélica? Como siempre, el más desvergonzado fue el Buen Mauricio quien, desde sus inmerecidas vacaciones en Francia
vomitó: “defautear jamás puede estar bien”.
Hipócrita, si fue él el que nos dejó en default usando el eufemismo “reperfilamiento”.
Después
vienen a hablar de relato cuando ellos nos bombardearon cuatro años con la vuelta al mundo, la revolución de la
alegría, la pobreza cero, la lluvia de inversiones, el crecimiento invisible,
los brotes verdes y demás nombres de fantasía para la estafa que
estaban desatando sobre nuestras cabezas.
El
acuerdo está muy bien, pero no debemos ser nosotros, los ciudadanos que no
vimos un solo dólar de esos 66 mil millones, los que tengamos que
sacrificarnos para pagarlo. Los que fugaron y especularon con esa cifra deben
ser los que, por primera vez en la historia, paguen los platos rotos. Lo
mismo debería pensarse con la deuda contraída con el FMI. Nosotros no nos
enamoramos de Christine Lagarde, sino Macri y sus secuaces. El préstamo del
organismo internacional –el más voluminoso de que se tenga memoria y contra sus
propios estatutos- fue gestionado por Donald Trump para que Macri gane
las elecciones para seguir rifando el país. Que lo pague él, entonces, que
perdió la apuesta.
De una vez por todas, debemos decir Nunca Más al endeudamiento irresponsable y para eso debemos castigar a los ex funcionarios que irresponsablemente nos endeudaron: Prat Gay, Sturzenegger, Nicolás Dujovne, Luis Caputo y, por supuesto, Macri. También Marcos Peña, que parece inmune al barro que salpica a los amarillos. Y a todos los que hicieron apología de esta estafa histórica, desde sus bancas en el Congreso y desde los medios dominantes. De una vez por todas tenemos que sacarnos de encima a los endeudadores seriales sino, pueden aparecer lobos con piel de cordero, como Rodríguez Larreta o Vidal, que con una eficaz campaña publicitaria ganen las elecciones y nos hagan retroceder muchos casilleros.
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