domingo, 28 de febrero de 2021

Una excusa para cacerolear

 

Los cambiemitas intentaron capitalizar el episodio intitulado “Vacunatorio VIP” y sólo lograron juntar un puñado de indignados selectivos, esos que se enojan sólo cuando los “errores” los cometen los otros. Con la lógica perversa del ideario PRO, la República está a salvo cuando gobiernan los emisarios del establishment, aunque nombren jueces por decreto, desmantelen leyes a machetazos, persigan y encarcelen opositores con causas sin fundamento, aprovechen el Estado para facilitar negocios propios y de algunos amigos, endeuden el país de manera bestial y sin cumplir con las normas. El indignómetro no funciona contra el color amarillo y es por eso que 20 veinte vacunados de manera solapada indignan más que el reparto de vacunas a los efectores privados de la CABA o las dos millones de dosis vencidas durante la Revolución de la Alegría. Encima, el ex empresidente Macri sale a aclarar para oscurecer con esa alocada conclusión de que garantizar las vacunas para que las prepagas repartan entre sus abonados y un local del radicalismo haga campaña es “transparente, justo y equitativo”.

Y, por supuesto, condena “los casos de avivadas y favoritismo que vimos en estos días”, poniendo el foco nada más que en el escándalo de Nación y no, por ejemplo, a lo ocurrido en Jujuy. Precisamente él condena las avivadas que le permitieron acumular fortunas con contrabando, evasión y estafas al Estado y llegó a la presidencia para garantizar un favoritismo atroz hacia empresarios aliados. Claro, ya sabemos que se dirige a un público desmemoriado y alienado por una cadena de medios que lo modela de la peor manera. Tanto que son capaces de colgar bolsas negras simulando cadáveres con nombres que despiertan su visceral odio –como Estela de Carloto o los pibes de La Cámpora, entre otros- en defensa de la democracia, la paz y el consenso. Un mensaje mafioso para garantizar el bien común. Tipos tan contradictorios, desinformados, despreciativos como sus dirigentes. Tan agresivos y falaces, a la medida de los mensajes que los colonizan. Tan pocos que dan pena, aunque repugna lo que defienden.

Pero no debemos preocuparnos de ellos, porque jamás serán convencidos por un proyecto de país más justo. El Frente de Todos jamás logrará convertir a esa banda de individuos en sus votantes. Siempre rechazarán intervenciones, controles, multas contra las empresas que nos estafan por más que después se quejen de la inflación, las tarifas de los servicios y la caída del poder adquisitivo. Incoherentes, adhieren a la propuesta que algunos empresarios hicieron en estos días, que “para bajar la inflación, hay que abandonar el control de precios y para fomentar el empleo hay que derogar la prohibición de despidos”.

En esta semana, hay encuestas que señalan que, por primera vez, la imagen negativa de Alberto Fernández supera la positiva. Por poco, pero advierten una caída en un año electoral. Para garantizar la continuidad de este proyecto –el de la campaña- debe dejar de sonreír a los que jamás serán parte de él. Si quiere inclinar la balanza legislativa, deberá aproximar más las acciones a sus palabras. Si quiere despertar entusiasmo en sus seguidores y sumar a los desencantados, deberá afrontar con énfasis los problemas que nos dificultan la vida. Y eso no se logra con la buena voluntad de los que ganan fortunas saqueando nuestros bolsillos. Ni con treguas o súplicas. El conflicto es necesario para frenar a los depredadores. Eso de “ponerse de acuerdo en un par de puntos” o “tirar todos para el mismo lado” es un verso que ni los recitadores creen. En la ancha avenida del medio nos pisotean tractores y 4x4. Para hacer de este rumbo errático un camino más definido hay que elegir la vereda que más enoja a los que se creen dueños de todo. Mientras más zapateen, mejor nos va a ir.

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