jueves, 6 de mayo de 2021

Para contagiar entusiasmo

 

El revuelo de la semana lo armó la Corte. En un fallo predecible, los Supremos intentaron ganar una vez más una nefasta centralidad en política que no les corresponde, después de amparar por un tiempo a los acomodados Bruglia y Bertuzzi en la Cámara Federal. Ahora, quedaron peor que nunca porque, además de señalar de manera obscena su posición partidaria y horadar un poco el poder presidencial, realizan una tentadora invitación para un juicio político ejemplar. Pero no son los únicos que se arrastran para servir al Poder Real. Los jueces José Luis López Castiñeira y Luis María Márquez de la sala II de la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal también buscan un poco de atención por parte del poder político después de dictar una medida cautelar a favor de Telecom y Clarín para estafar a los usuarios. Estos exabruptos –más los englobados en el Law Fare- muestran a las claras que el aparato judicial no funciona y con urgencia hay que repararlo porque, además de ser un obstáculo para la concreción de un país más justo, operan para sembrar el desánimo en una ciudadanía que se resiste a estar desanimada.

Desde hace un tiempo, los jueces federales –sobre todo los de Comodoro Py- bailan al ritmo de las tapas de Clarín, convirtiendo en procesos los prejuiciosos titulares del diario y las fabulosas patrañas de un programa dominguero. En la enorme cadena de medios que ostentan ilegalidad, la difusión de semejantes panfletos intenta convencer a los argentinos de que la situación es más calamitosa de lo esperable en medio de una pandemia. El resultado es una caída en el rating de las emisiones de su principal caballito de batalla: el canal de noticias TN. También, de todos los medios que le siguen en esta comparsa de desinformación e información falaz. Ya no conformes con eso, el Poder Fáctico exige a los magistrados que se inmolen para disputar poder político, algo que contradice la principal función de impartir justicia. Sus representantes –los amarillos y sus secuaces- aprovechan esta anomalía para recuperar su razón de ser después de haber perdido las elecciones de 2019. Las clases presenciales se convierten en una absurda bandera para ondear de cara a las elecciones legislativas, como si eso pudiera formar parte del paquete propositivo insustancial que incluye la República, la Libertad y “Coso”.

A pesar de sus dubitaciones en algunos aspectos, el Gobierno Nacional puede exhibir mucho más que una ponderable administración sanitaria, más allá de los intentos manipuladores de los agoreros. Aunque Argentina se sitúa entre los veinte países que implementaron el mejor plan de vacunación –con casi ocho millones de inoculados- y entre los diez que más dosis han conseguido, algunos individuos guardan con tozudez denostadora el vergonzoso –e insignificante- episodio que titularon “Vacunatorio VIP”. A eso se agregan los convenios para fabricar en nuestro país las vacunas Sputnik V,  Sinopharm y Soberana, aunque los opositores sigan haciendo campaña para la colonizadora Pfizer.

Si bien la situación económica de la mayoría de los argentinos es angustiante, la red de contención multisectorial funciona con eficacia, pero no alcanza para enorgullecerse con énfasis del rumbo emprendido. Aunque la recaudación haya crecido respecto al año pasado un 105 por ciento –lo que indica una mejora de la economía- esta tibia bonanza debería verse reflejada en una mejor distribución del ingreso. Aunque Ford esté construyendo una nueva planta para la fabricación de vehículos y el desempleo decrezca tímidamente, el poder adquisitivo del salario pierde por goleada ante el inaceptable crecimiento del precio de los alimentos y de casi todo. Que se haya potenciado la obra pública y se inauguren viviendas populares no basta para equilibrar el déficit habitacional. Nada alcanza porque hemos perdido mucho, pero avanzamos de a poco. La agenda informativa debe empezar a mostrar estos logros para ganar impulso hacia más transformaciones. Algunas necesarias, como hacer más accesible la canasta básica y contener la angurria de los empresarios inescrupulosos y otras épicas, como recuperar el tránsito de mercancías en el río Paraná y hacer de la comunicación mediática algo mejor que propaladoras de estiércol. El entusiasmo debe sobrar para dar estos próximos pasos no sólo de cara a las elecciones sino para las próximas décadas.

 

 

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