viernes, 19 de noviembre de 2021

El desafío de entusiasmar

Después de las elecciones legislativas y del reencuentro en la calle, el FDT debe demostrar el compromiso para iniciar la recuperación del país. La energía de estos días alcanza para los próximos dos años y más allá. Pero no con los buitres amarillos y sus fotocopias, que cada vez con más énfasis evidencian que no quieren nada bueno para el futuro.

La multitud en la Plaza inocula tanta energía que la derrota atenuada tiene otro sabor. ¿Qué festejan?, se preguntan los rabiosos opositores. No sólo se quejan por la felicidad ajena sino también reclaman llamadas de felicitación. Una incongruencia entre tantas: ¿para qué exigen el reconocimiento de los que tanto desprecian? ¿En serio quieren congratulaciones de los que tildan de populistas, delincuentes o el "cáncer" del país? ¿De verdad esperan un par de palmadas en la espalda después de haber amenazado con copar la presidencia de las dos cámaras del Congreso y a partir de ahí forzar un cambio anticipado de gobierno? ¿No les avergüenza haber conquistado las urnas con mentiras y conspiraciones? ¿Acaso esperan que los feliciten por el endeudamiento con el FMI o por las cuentas off shore que abundan en sus filas? Ya lo sabemos: en realidad, no desean un amistoso gesto de reconocimiento sino que demandan una humillante rendición. Consustanciados con el establishment destructivo del que son serviles, actúan como conquistadores que quieren ver sumisos a los conquistados.  

Pero nada de eso ocurrió. Los salvajes oficialistas desbordaron la Plaza, no para quemar barbijos, clamar por la libertad o denostar vacunas como hacen Ellos con menor concurrencia, sino para celebrar con alivio el empate y reafirmar su adhesión al Presidente. Sí, ése que los opositores llaman Albertítere y algunos quieren "cagar a trompadas". Y de quien, a pesar de esto, esperan felicitaciones. Después de mucho tiempo, volvió la multitud a las calles y tanto asusta esto, que la Embajada advirtió a los turistas norteamericanos que ni se atrevan a pasar por ese lugar. La sorpresa oligarca por octubre del '45 aún mantiene su vigencia.

En el Día de la Militancia, Alberto Fernández consideró que "es un día oportuno para que demos inicio a esta segunda etapa de Gobierno y empecemos con toda nuestra fuerza a levantar lo que haya que levantar en Argentina". Y para eso insistió con la idea del acuerdo, diálogo o como quiera llamarlo, no con Milei ni Macri, claro. Entonces, ¿con quiénes?. Si denunció que el macrismo y los sectores económicos concentrados prepararon un estallido contra el gobierno esta semana, no quedan demasiados para dialogar. Por si esto fuera poco, la mesa nacional de Juntos rechaza cualquier forma de diálogo, salvo en el Congreso donde van a representar, seguramente, sus mejores actos circenses. Finalmente, no puede haber ningún punto de encuentro con los que quieren cercenar derechos, precarizar el trabajo y desigualar aún más para seguir enriqueciendo a los más ricos. 

Más que dialogar con los poderosos y sus escuderos, hay que tomar aquellas decisiones que cambien la vida de la mayoría sin pedir permiso a nadie. En lugar de mirar tanto a la derecha nociva -toda-, hay que dirigir la mirada más hacia la izquierda y construir poder con la fuerza de los hechos y sus resultados. No es de tibios exclamar ante una multitud exaltada que "el triunfo no es vencer, sino nunca darse por vencidos". La fuerza de los votos que permitió disminuir el avance amarillo y el entusiasmo de la Plaza invitan a algo más enérgico que conciliar con los que actúan como enemigos. Todo está dado para construir de una vez para siempre el país desarrollado e inclusivo que los angurrientos y sus mercenarios no quieren que seamos.

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