Después de diez días con la compañía bulliciosa de adolescentes y del entusiasmo por la exaltación de las fiestas, el silencio de mi departamento resulta ensordecedor. Bariloche estaba en ebullición, pero no por el volcán chileno –cuyas cenizas no modificaron sustancialmente el paisaje como anunciaban los medios malintencionados- sino por miles y miles de adolescentes que desbordaban la ciudad rionegrina para celebrar la finalización de su segundo ciclo de estudios.
Todo estuvo muy bien y permitió al autor de estos apuntes apreciar un aspecto de los chicos que, reducido al ámbito educativo está vedado para gran parte de los docentes. En comparación con lo que fue el viaje de egresados y la convivencia festiva hace treinta años, la diferencia es notable, para bien o para mal. Entonces, en una evaluación general, hay puntos altamente positivos y otros que deberían repensarse.
En primer lugar, y sin intenciones publicitarias, es necesario destacar el trabajo de la empresa de turismo Auckland, cuya seriedad en la organización permitió disfrutar a pleno estos diez días. La cara visible de la empresa, sus coordinadores –Mauricio Di Lorenzi, Gabriel Curone y Andrés Colombo- y la atención del hotel Plaza más los conductores de los numerosos colectivos y combis utilizados durante la estancia y las actividades programadas estaban permanentemente al servicio de los viajeros con un resultado altamente positivo. A todo esto hay que agregar una trama de comunicación que tenía como objetivo hacer un seguimiento de los turistas para garantizar su seguridad. Con respecto a los coordinadores hay que destacar la calidez, el compromiso y la relación afectiva entablada tanto con los chicos como con los acompañantes y uno, con casi medio siglo encima, se sorprende por la energía desplegada para lograr el entretenimiento de los futuros egresados.
Si hay una crítica para hacer respecto de estos viajes, no reprochables directamente a la empresa sino al viaje a Bariloche en sí, es el énfasis que se pone en las salidas nocturnas. Pareciera que lo principal son las fiestas explosivas de los boliches y que el impactante paisaje y las actividades en contacto con la naturaleza forman un telón de fondo que pasan a un segundo plano. Todo se arma en función de los bailes nocturnos –que desbordan de impulsos- y las excursiones resultan una molestia para la resaca adolescente. Por supuesto que no se pide la eliminación del clima festivo sino una dosificación que permita un equilibrio entre la noche y el día. En esto, las empresas no pueden nadar contra la corriente porque su objetivo principal es conquistar un público. Es necesario trabajar en esto desde otros ámbitos, porque la responsabilidad en las expectativas de los adolescentes por el viaje es compartida.
De cualquier modo, la observación y la convivencia con los festivos jóvenes permiten realizar una evaluación que en muchos aspectos los deja muy bien parados. Y ahí hay un punto muy interesante para destacar: el objetivo principal de la fiesta es bailar, saltar, divertirse como un colectivo sólido y no como una expresión individual. Haciendo memoria, el clima bolichero de la adolescencia ochentosa era sumamente discriminador y frustratorio. Recuerdo que el objetivo principal no era divertirse, sino conquistar a una chica. El que no lograba compañera de baile no bailaba. Y las “lentas” significaban casi el fin de la noche cuando uno estaba en soledad, apichonado en un rincón del boliche. En los locales de hoy casi no existen las lentas y baila el que quiere no sólo el que conquista. Y nadie advierte quién baila en pareja y quién no. Hay un grupo enorme festejando en comunidad. El objetivo principal de la fiesta es festejar y no conquistar. Y eso es muy bueno porque nadie queda afuera y no hay frustración posible. La conquista se realiza más allá de la pista de baile y no en la pista misma. Y parece no importar demasiado porque laprotagonista principal es la diversión.
Lo que cabe preguntarse es por qué la única manera de divertirse que encuentran es el aturdimiento con música y alcohol, lo que resulta superficial y a veces destructivo. Casi no duermen y muchos terminan desmayados, expulsando de su cuerpo el exceso etílico de manera poco elegante. Pero eso hay que trabajarlo, charlarlo. De todas formas, el viaje a Bariloche conforma una experiencia necesaria tanto para los chicos como para los acompañantes y es un hito en la vida de toda persona que empieza a crecer para afrontar el camino de la madurez. Lo grave es cuando quedan anclados en eso.
Los revoltijos de las PASO
Las elecciones Primarias, Simultáneas y Obligatorias dejaron un saldo interesantísimo para los que acordamos con el modelo de país llevado adelante por la actual –y futura- Presidenta. Como en estos días Apuntes Discontinuos estuvo de viaje, hoy se dedica a hacer un análisis sin la intención de agregar nada nuevo a lo que se ha dicho a lo largo de estos días. En primer lugar, muchos sentimos un profundo alivio al ver los números, pues eso indica que no nos equivocábamos al apoyar un modelo de desarrollo con inclusión social. También, vergüenza ajena por los dichos de los derrotados, de aquéllos que no son capaces de proponer otra alternativa que no sea la vuelta al pasado neoliberal, cuyos estragos son presente en los países del otrora Primer Mundo.
Las evaluaciones de los que no alcanzaron conquistar un número más o menos digno indica que no tienen la capacidad de leer la realidad, sino que permanecen en una burbuja caprichosa y destituyente. Hablar del “voto con el bolsillo” es no entender nada. El voto cuota de los noventa significó una extorsión a los ciudadanos, una amenaza de abandonar la convertibilidad en detrimento de la economía cotidiana atada a créditos dolarizados. En aquel entonces no hubo elección, sino mera opción. El voto a cristina del domingo 14 de este mes va mucho más allá de la economía mezquina e individual. Es el apoyo a un colectivo solidario, a una transformación que va más allá del bolsillo. El voto en las internas es un voto que apunta a concretar la solidez de un país inclusivo. Lo que representa Cristina es mucho más que la ideología de un partido político. Su discurso es el emergente de un recorrido histórico que toma las mejores ideas para construir un verdadero colectivo nacional.
En comparación, los derrotados sólo son la representación del odio, de la incompresión, de la sumisión a los poderes económicos concentrados. El anacronismo de Eduardo Duhalde en su discurso del domingo por la noche sólo produce escalofríos, con sus referencias a la subversión y a las banderas foráneas. La inutilidad de Alfonsín y el fracaso absoluto de las propuestas honestistas de Carrió demuestran la madurez de un pueblo que por fin ha comprendido la conjunción entre los tres tiempos verbales. Y no sólo eso. La elección del votante incluyó a todos, dejando de lado el voto egoísta, sectario y excluyente. El argentino eligió ser ciudadano y se constituyó como pueblo.
En los días que restan para llegar a las elecciones generales de octubre habrá que estar atentos a las operaciones políticas y mediáticas que intentarán socavar en vano el apoyo que, con inteligencia, trabajo y compromiso, ha logrado conquistar el Gobierno Nacional. No será tan difícil. Ella lo ha dicho en muchos de sus discursos: el amor siempre derrota al odio. Haré una pequeña corrección a sus palabras –y perdón por la osadía- pero el odio se derrota sólo, víctima de su propio veneno.
Excelente cierre. Ahora van por la boleta única, así, eso de pasearse por todos los medios, tiene un poco de rédito, ja. Saludos, después de tanto tiempo.
ResponderBorrar¡Pero Profe!,¡No le quite mérito a la conquista ochentosa!. No había razón para quedarse apichonado si no se ligaba, habría otros sábados, otros viernes y, sino, quedaba el domingo. Estos pibes, neutrasexuales, festejan de esta manera ahogando su falta de interés en todo con alcohol y festejo. Ah, y no se olvide de Binner festejando su cuarto puesto como si hubiera punteado cortando la cinta de llegada. Muy mediocre
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