¿Quién no se acuerda de esa muletilla de Maxwell Smart, el Súper Agente 86? Cuando algún agente de Kaos lo burlaba en sus fechorías, con el tono de quien descubre una verdad inaccesible y a la vez evidente, apelaba a la célebre: “el viejo truco de…”. No abusaba del recurso humorístico. Cada tantos capítulos, para no saturar. Total Max tenía muchas salidas similares. En la Argentina de hoy tendría que usarla todos los días y a cada rato. Porque las constantes operaciones y movidas que realizan los opositores perpetuos ante las cámaras de televisión no son más que “el viejo truco de...”. Podríamos hacer un catálogo de trucos usados hasta el hartazgo en los últimos años, ordenados prolijamente por temas, fechas, horas del día, canales, titulares, personajes. Hay “viejos trucos” referidos a inflación, corrupción, inseguridad, autoritarismo, psiquiatría, confrontación, clientelismo, despilfarro, crispación, fraude, censura, hoteles, zapatos, aislamiento, catástrofe…
Para no ostentar de memoriosos, tomemos las últimas semanas desde las elecciones primarias del 14 de agosto. Lo primero que surgió de la derrota opositora es la denuncia de fraude. De autocrítica nada de nada. De repercusión, tampoco. Y tanto algunos opositores como periodistas de medios gráficos y radiales invirtieron ríos de tinta y saliva en la operación. Y todo culminó con el informe oficial del Ministerio del Interior y del Tribunal Electoral en el que se descartaba toda posibilidad de fraude. Hasta el Presidente de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Lorenzetti afirmó que nuestro país se ha caracterizado siempre por la transparencia electoral. En un montaje casi cinematográfico, de las denuncias de fraude se pasó en un solo corte al tema preferido del establishment, que ha inspirado muchas otras operaciones: la libertad de expresión. Mariano Obarrio respondió con duros términos al cuestionamiento que Florencio Randazzo realizó ante la contradicción entre el título y el texto de una nota que llevaba su firma en la tapa del diario La Nación. Como gallinas famélicas ante un puñado de maíz, todos se lanzaron a picotear ante la posibilidad de aparecer unos segundos en la pantalla chica.
Después ocurrió el secuestro de Candela y aunque parezca mentira, los casos reales también pueden ser utilizados como viejos trucos, por más dramáticos que sean. Al principio, entró como es de suponer, en el rubro inseguridad. Cuando todo terminó de la peor manera y después del despliegue miserable de muchos medios de comunicación en la cobertura casi en cadena, volvió, como era de esperarse, el viejo truco de la libertad de expresión. Esta idea surgió ante la posibilidad de establecer un protocolo en el trabajo de cronistas y camarógrafos para no entorpecer las investigaciones policiales. Tampoco tuvo eco.
En el rubro despilfarro se destacan las denuncias por la estadía de la Presidenta en un lujosísimo hotel de chiquicientas estrellas y meteoros en su reciente viaje a París. Un informe oficial del establecimiento tuvo que salir a desmentir tal versión. En el mismo rubro aparecieron rumores sobre la compra de una veintena de pares de zapatos carísimos que, ante la contundencia e importancia del hecho, nadie se preocupó de confirmar o desmentir. Contrafáctico: si Cristina apareciera oficialmente vestida con un sencillo batón, alpargatas bigotudas, cartera de La Salada y ruleros al tono, también recibiría críticas virulentas. Criticar tonterías es bueno para bajar el colesterol.
Un ítem interesante es el de las denuncias de corrupción. Seamos honestos: los denunciadores de este apartado tuvieron sobrado entrenamiento durante los años del menemato y por eso ahora están desconcertados porque no abunda materia prima. Las valijas de Antonini Wilson –que inauguraron la mini-serie-, el caso Skanska, las denuncias de Sadous y alguna que otra más no llegaron a buen puerto. No por ocultamiento, precisamente, sino por falta de sustento. Insisten, eso sí, con el caso Shocklender, porque pretenden matar varios pájaros de un tiro. Lástima que Sergio no era funcionario del gobierno porque en ese caso el viejo truco les hubiera resultado un poco más efectivo, aunque no tanto.
Y ya sobre finales de esta semana reaparece el favorito: la libertad de expresión. Cualquier cosa que se parezca a una amenaza -aunque tengan que forzar la realidad al máximo- de censura, se preparan para entrar en escena y representar el papel que mejor les sale: los ultrajados ante las arbitrariedades autoritarias del gobierno para controlar a periodistas libres e independientes. Lo de amenaza de censura es una exageración, porque ni eso ha habido. Sólo un juez que convocó a periodistas que escriben sobre economía en algunos medios para presentarse como testigos en una causa contra una consultora privada. Ah, y la presentación es voluntaria. Nada de policías, esposas, grilletes ni cepo.
Pero todas estas cosas no las hacen porque son malos. Simplemente se resisten al cambio porque no lo entienden. Se resisten porque creen que está bien resistirse. Están acostumbrados a ser hegemónicos, a generar el discurso único, a ser escuchados y leídos como voceros de la verdad, como luminosos y esclarecidos. Están habituados a ser intocables, incuestionables, infalibles. Tanto políticos como periodistas encuadrados en la oposición al Gobierno Nacional han dejado de ser hegemónicos. Ya no son escuchados y seguidos por las mayorías. Tan sólo por las minorías empecinadas en ver todo mal. Y esas minorías no cambian. Y ellos tampoco, porque se resisten. Por eso añoran los tiempos en que los viejos trucos daban resultado y podían construir la realidad como querían. Eran los buenos tiempos en que con tres viejos trucos volteaban a un presidente. En cambio, ahora ni siquiera pueden con el viejo truco de instalar un candidato para el 23 de octubre.
A pesar de los magros resultados obtenidos en sus campañas, signadas por descalificaciones al Gobierno, y por ausencia de ningún ideal para sostener, siguen usando cualquier motivo que prometa golpear al Gobierno. Pero lo peor es que siempre se les da vuelta, y golpea a ellos mismos. Cuando digo “ellos” me refiero a los medios que hacen militancia política. En realidad tienen ese derecho, pero corresponde ejercitarla en un Partido Político. Muchos diarios hacen militancia disfrazada de información, y van saltando de candidato en candidato, sin apreciar a ninguno en forma estable. La única permanencia es el odio visceral a Cristina. A la luz de los resultados de las PASO se puede conjeturar que siguen en la derrota.
ResponderBorrarYo no sé si desgastan al Gobierno pero a mí ¡¡JURO POR TODOS LOS ASTROS QUE ME TIENEN ASQUEADA ¡¡La estupidez que tienen me harrrrtaaaa...jamás había sentido tanto desprecio ante una actitud en mis 58 años de vida.
ResponderBorrar¡Paciencia, Pueblo!
ResponderBorrarTYC fue derrotado.
La oligarquía agraria está segmentada, expuesta, ridiculizada y derrotada.
El club de París fue desterrado de Argentina y el FMI ya nonos dicta como vivir.
Magneto, con el tema de Mike Amigorena, ya mostró las uñas, quedó expuesto y pronto será derrotado.
Pronto seremos un país verdaderamente libre.