Sobre la inclusión de los menores en el derecho al voto no circulan muchos argumentos significativos. Ni a favor ni en contra. Vale tanto un porque sí como un porque no. Pero la inclusión siempre deber ser bienvenida. Y celebrada, sobre todo. El argumento de si están preparados o no para elegir, también podría aplicarse a los adultos, que muchas veces entran al cuarto oscuro sin tener idea del nombre de los candidatos. Tanto los adultos como los menores pueden votar con el mismo grado de compromiso. ¿O acaso la irresponsabilidad de los adultos tiene impunidad por una cuestión etaria? El miedo al cambio es lo que provoca la oposición. Lo mismo ocurre con el debate por la unificación y transformación del código civil y comercial. O con la posibilidad de una reforma tributaria, que la ven como una amenaza. Y los que se oponen, son más o menos los mismos. Su posición es más por miedo que otra cosa. Un miedo por conveniencia, no sea cosa que pierdan privilegios; un miedo a perder el control de un país del que se creen dueños, todavía; y, por encima de todo, un miedo terrible a perder la potestad de gobernar a su antojo los destinos de nuestra economía en su propio beneficio, como ha sido su sana costumbre.
Todo lo que está ocurriendo les produce miedo y lo demuestran sin pudor. Con ver las notas editoriales de los principales medios gráficos, basta y sobra. A la hora de poner en movimiento sus inspiradas plumas no tienen pudor en revitalizar los fantasmas de antaño. Como el pensamiento político les resulta esquivo, no dudan en apelar a las más variopintas disciplinas, desde la psicología light hasta la sabiduría de sobrecitos de azúcar. Sin olvidar la genética, por supuesto, que les permite deambular por una biología racista, que asquearía hasta al propio Joseph Menguele. Y en su afán por proteger a los jóvenes de las infiltraciones de la perversa ideología K, terminan menospreciando a los que dicen representar, a tal punto de considerarlos maleables, manipulables, influenciables. En definitiva, piensan que los jóvenes tiene su cabeza tan vacía que se puede llenar fácilmente con cualquier cosa.
El senador radical Ernesto Sanz, autor de frases célebres que descalifican al otro de manera monstruosa, advirtió que el tema “no está en la agenda de los pibes”. El uso de la palabra ‘pibes’, con los que seguramente no estará relacionado, aporta a sus dichos un significativo aire demagógico. Pero, no conforme con esto, arremetió con lo peor: “hay que darles educación antes que la posibilidad de votar”. Sólo los educados deben votar, según su concepción. Tal vez, debería proponer un examen de ingreso al cuarto oscuro, así podría garantizar un voto selecto, calificado. Otro que perdió los estribos, además de la astucia, es el Jefe del bloque de diputados nacionales del radicalismo, Ricardo Gil Lavedra. Como gran descubridor de las estrategias de la política en serio, afirmó que la UCR “está de acuerdo con la ampliación de derechos”, pero consideró la iniciativa como una “maniobra electoralista”. Claro, estimado, si estamos hablando de elecciones. Además, como en nuestro país se vota cada dos años, cualquier modificación al sistema electoral podrá ser considerada así. Y el senador nacional del mismo partido, Oscar Castillo, de Catamarca, se sumó a la idea del titular del FAP, Hermes Binner, de convocar a un plebiscito para decidir sobre el tema. Una trampa, por supuesto, porque los derechos sobre una minoría no deben ser plebiscitados.
El proyecto presentado por dos senadores del Frente para la Victoria comenzará a ser tratado esta semana en la Comisión de Asuntos constitucionales. Uno de sus impulsores, Aníbal Fernández, explicó que “tal como es en la actualidad para los mayores de 70 años, el voto sea un derecho y no una obligación también para los jóvenes entre los 16 y los 18 años”. En este caso, hay un argumento porque sí, sin más. Como si fuera un antojo. En cambio, el presidente del bloque de diputados K, Agustín Rossi, arriesgó que los jóvenes “están recuperando el sentido de lo colectivo”. Y con un argumento difícil de rebatir, afirmó que “la democracia se oxigena con la participación juvenil, este hecho es refundante de la vida política argentina, es emocionante y conmovedor ver a los jóvenes militando a lo largo y a lo ancho del país”.
En los fundamentos de la iniciativa se destaca la incorporación de los jóvenes a la política en los últimos años, algo que debe provocar un incontrolable temor entre los apologistas del pasado. "El aliento brindado a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por miles de jóvenes y su genuina expresión de voluntad de sumarse a los cambios políticos, sociales y económicos que su gobierno representa, nos convencen de la necesidad de modificar la edad mínima requerida para votar”, explica en uno de sus párrafos. Una justificación desacertada, porque alimenta las excusas de los que se niegan a esta modificación. Sin embargo, Aníbal Fernández recupera su habilidad de palabra –algo que muchos envidian- al decir que el proyecto “significa la profundización de un proceso de participación política, a partir de la incorporación de una franja cada vez más amplia de población. Implica, además, el reconocimiento en esta franja etaria de capacidades y potencialidades hasta ahora invisibilizadas por una parte de la sociedad”.
Sin ánimo de censurar sino de mantener el nivel de las citas, no se tendrán en cuenta las extemporáneas expresiones de los representantes de la Iglesia Católica que, como siempre, demuestran sus añoranzas por el Medioevo. Como no tienen el poder de antaño, como Su Palabra es ahora una más entre muchas, como no pueden imponer más su visión del mundo a todo el mundo, queda al descubierto la poca luminosidad de las ideas que impulsan ante todo. Porque lo único que parecen defender por encima de todas las cosas es el modelo de familia tradicional que casi se ha perdido en el tiempo. Y todo cambio que se propone en la sociedad parece afectarlo, al menos desde su concepción. Hasta esto de que los sub 18 voten dicen que puede provocar una disolución familiar. De no creer. No advierten que ese aferrarse a esas ideas tan arcaicas es lo que provoca la pérdida de seguidores. Y eso que tienen el privilegio de abrir y cerrar la transmisión en los canales abiertos. Hasta la celebración de la misa se transmite por TV, lo que establece una notable diferencia con los demás cultos. ¡Ah! Y nadie –salvo el autor de estos apuntes y alguno que otro hereje más- ve eso como adoctrinamiento, imposición de ideas, lavado de cerebro con esa primacía mediática del ritual.
Algunos dicen que los menores no muestran interés por los temas políticos. Muchos adultos tampoco se sienten atraídos por esos temas y sin embargo votan. Por otro lado, no es muy atractivo informarse cuando uno no está involucrado en el asunto. Tal vez habría que pensarlo al revés: involucrarlos para que se interesen. Cada año, un gran porcentaje de estudiantes de cuarto y quinto tiene la posibilidad de demostrar el tamaño de su compromiso en los simulacros de la Asamblea Anual de la ONU. De manera voluntaria y con la guía de los profesores, se sumergen en la geopolítica para actuar durante tres días como representantes en el organismo internacional. Y debaten sobre la manera de solucionar los conflictos entre los países siguiendo las reglas de la diplomacia internacional. Emociona verlos y provocaría la admiración del verdadero Secretario General de la ONU.
Otros dicen que no están maduros para votar. ¿Qué es estar maduro? No son tomates, son personas. Como si hubiera un modelo de votante al que todos debemos aspirar. El debate recién empieza, pero no va a tomar mucho. No hay demasiado para discutir. Otros temas empujan la agenda parlamentaria y esta inclusión de derechos no deberá frenar las iniciativas que se vienen. Esta innovación puede tomarse como un experimento. A lo mejor los chavales sorprenden a todos y demuestran que saben más de esto que nosotros, los vejetes que la tenemos clara. Tal vez, con su espíritu enérgico y no contaminado por el individualismo posibilista, se conviertan en serio en la esperanza del futuro o al menos, los que lleven la posta para la construcción de un país distinto.
En Página 12 del domingo hay un reportaje a varios legisladores sobre esta cuestión. El proyecto de Claudio Lozano, y sus contradicciones son recomendables. Abrazo Gustavo, cuando puedas pasate por doc9 y una opinión tuya siempre será bienvenida
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