viernes, 28 de septiembre de 2012

Un modelo que da cátedra


Los discursos de Cristina nunca son de ocasión ni de catálogo. Siempre dejan huella en quien los escucha. Tal vez por eso hay muchos que tratan de negar su palabra, porque temen ser convencidos por las ideas que han transformado nuestro país en tan sólo nueve años. Algunos no entienden y otros no quieren entender. Sin embargo, no hay nada que sea incomprensible. Dos caminos se plantean en cada discurso presidencial: tomar medidas para beneficiar a unas minorías o para beneficiar a las mayorías. No hay siquiera un posicionamiento ideológico opuesto en los dos planteos; tan sólo de destinatarios. En todo caso, hay diferencias de recorrido. El primero es el conocido modelo del derrame –en realidad, es un goteo- que muchas veces ha terminado siendo un drenaje, pero inverso. El segundo, busca fortalecer la base social a través de una lenta, pero constante redistribución del ingreso. El crecimiento, en este último modelo, se da de abajo hacia arriba, como debe ser todo crecimiento. Si se contiene la avidez de los de arriba, se producirá una mejora en los ingresos de los de abajo. Y para garantizar eso debe estar el Estado. Pero eso es lo que más molesta: que el Estado intervenga en la economía para proteger a los más vulnerables. Entonces surgen las consignas que sentencian el clientelismo, el gasto público, la inflación, el dólar, las fronteras cerradas, los planes, los terrenos para las mucamas y demás expresiones de asco hacia el ascenso social. En tan sólo dos días, CFK propuso al mundo cómo superar la actual crisis económica global, con la convicción de que sólo puede revertirse a través de la acción política.
Si no es una heroína, se parece bastante. La Presidenta habló de la crisis desde el lugar en donde se cocinan todas las que el mundo ha vivido. Primero, en la Asamblea de la ONU, donde realizó duros cuestionamientos a las recetas recomendadas por el FMI. Allí defendió la soberanía económica argentina conquistada con mucho esfuerzo después de la crisis más profunda que ha tenido nuestro país en sus doscientos años de historia. Pero además, instó a todas las naciones afectadas a apelar a la política para evitar que el saqueo producido por los capitales financieros especulativos no afecten más a los ciudadanos. Y aunque evitó por todos los medios posibles poner a nuestro país como ejemplo, destacó los logros alcanzados en nuestra economía doméstica. Lo más importante, la reducción de la deuda, que pasó de representar en 2003 un 160 por ciento del PBI a estar en la actualidad en sólo un 14 por ciento. Y eso gracias a un crecimiento sostenido a lo largo de nueve años, como nunca antes había ocurrido.
En los días subsiguientes, la cátedra continuó, aunque se modificó el escenario. La universidad de Georgetown recibió a CFK en una distendida charla con un grupo de estudiantes para inaugurar un espacio en el que Argentina será el objeto de estudio. Por eso comenzó con la historia y sostuvo que la batalla de Caseros terminó con un período de industrialización incipiente -el de Juan Manuel de Rosas- para dar paso al modelo agroexportador que muchos intentan reinstalar. En los cuarenta minutos de su exposición hizo un apretado recorrido por la historia de nuestro país y las relaciones con Estados Unidos, las nefastas y las no tan malas, como la preocupación del presidente Jimmy Carter por las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura.
En ese ámbito académico, Cristina definió al golpe del ’76 como el momento en que comenzó “la decadencia, se profundizó la desindustrialización y se gestó la gran crisis que haría implosión en 2001”. Crisis a la que contribuyó el Consenso de Washington, pergeñado por los neoconservadores en 1989, basado en la desregulación de los mercados. “La regulación siempre existe –explicó CFK- o la hace el Estado o la hace el mercado. O el Estado o los grandes conglomerados económicos y mediáticos”. Y algo de eso se notó. Las preguntas que los estudiantes hicieron, tanto en Georgetown como en Harvard, estaban notoriamente influenciadas por los medios argentinos con hegemonía en decadencia. Todos los titulares que siembran la desconfianza y el desánimo aparecieron con forma de interrogación. “Una cosa es saber, porque nos transmiten saberes para ser abogados o economistas, o médicos, y otra es comprender y entender –sintetizó La Presidenta- Algunos saben todo y entienden poco. Otros saben menos y, quizá por estar menos contaminados, entienden más”.
En Harvard fue más evidente la influencia de los medios. Claro, muchos de los jóvenes elegidos eran argentinos. Y no cualquiera puede acceder a estudiar en una universidad como ésa. El cepo cambiario, las conferencias de prensa, la inflación, la re re, el crecimiento patrimonial fueron algunos de los tópicos abordados con la forma de preguntas, después de una síntesis de los logros del modelo expuesta por La Presidenta. “Me siento un privilegiado por ser uno de los pocos argentinos en poder hacerle preguntas...”, comenzó, con ironía, uno de los muchachos vip. Quizá deba considerarse un privilegiado por estudiar allí y no por poder hacer preguntas. Pero sin pensar en eso, Cristina respondió que su obligación es gobernar y “no estar dando conferencias todos los días”. Además, cabe aclarar que la insistencia instalada por la prensa opositora no se basa en la necesidad de buscar información sobre los actos de gobierno. El “queremos preguntar” que inauguró Jorge Lanata en su programa algunos meses atrás no tiene otro objetivo más que sembrar desconfianza en la relación de La Mandataria con los ciudadanos.
Detrás de ese slogan no hay otra cosa más que la intención de recuperar el condicionamiento que los exponentes del poder fáctico han perdido. Porque parte del periodismo ha abandonado ya su rol inicial de representar al ciudadano indefenso ante los poderes del Estado. Desde hace mucho tiempo, algunos periodistas vienen ocupando el rol de voceros de los grupos económicos que han producido tanto daño en nuestra historia reciente. En todo caso, en esas conferencias de prensa que tanto reclaman, no importará la información que puedan recabar sino el escándalo que logren generar los cronistas más consustanciados con los intereses de las minorías. Pero a fuerza de propalar estas instancias informativas como si fuesen un derecho constitucional, han conseguido que muchos individuos la adopten como demanda en sus rituales caceroleros.
Y aunque suene exagerado afirmar algo así, estos esbirros culinarios son muy manipulables. Una sola chispa los convierte en una antorcha que deambula de aquí para allá tratando de incendiar a quien se le cruce. Esta semana, el blanco fue el licenciado Guillermo Moreno y sus modos poco galantes. No fue tan importante el escrache en cuanto al número de participantes sino a su virulencia. El clima comenzó a gestarse desde el domingo con el informe de Jorge Lanata sobre las supuestas amenazas y abuso de autoridad contra la despachante de aduana Paula de Conto. Como la causa iniciada en la Justicia cayó por sorteo en las oficinas de Oyarbide, hacia allí fueron las cacerolas para expresar su descontento. Pero Moreno también tiene otra denuncia por un entredicho que tuvo con Sandra González, titular de Adecua, en una reunión para evaluar la conducta ética de las asociaciones de consumidores. Y entonces, se gestó el escrache. El clima se volvió denso por los mensajes que circularon por las redes sociales, que casi podrían interpretarse como amenazantes y mafiosos. Por eso, el Ministerio de Justicia, encabezado por Julio Alak, presentó una denuncia penal contra algunas personas que operaron en la organización de la protesta frente al domicilio del Secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Pero los ideólogos de todo esto son los titulares que han bombardeado al funcionario al punto de su demonización. Claro, su función es controlar a las bestias, que se resisten y tiran dentelladas. El 7 de diciembre está próximo, pero dará tiempo para que esta terrorífica mini serie exhiba unos cuantos capítulos más.

2 comentarios:

  1. Gustavo, lo que desearía es que Cristina tenga a alguien que ayude y ella se deje escuchar sobre la parte comunicacional del Gobierno. Scoccimario es solo un prensero, que podría ser bueno para ser vocero de De Vido pero no para manejar la parte comunicacional de un Gobierno que esta decidido a enfrentar a estos enemigos locales, traidores, los Magnetto y sus secuaces, que tienen de patrón a un enemigo estratégico que son, como me gusta definirlas, estas 101 familias que ponen y sacan presidentes en todo el mundo.
    La clase media argentina, es decir, la puta de Buenos Aires, la que se separó de sus hermanas en 1853 por orden de Mire, el mentor del diario LA Nación y la historia oficial, traidores a los intereses nacionales, funcionales a Inglaterra y su hijo natural, los Estados Unidos, son muy suceptibles, acomplejados, brutos, mezcla de hijos de puta con boludos y Cristina o el presidente que se anime a enfrentar al Imperio no puede hacerse goles en contra, tener a tipos como Abal Medina que no suman y patean en contra, nose si me entiende o me explico Gustavo. Son hijos de puta, y los que ven a Lanata, esa rata mercenaria, hacen el juego a otros intereses que no son los nuestros como país. Abrazo

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    1. Creo que el equipo de La Presidenta funcionará bien, siempre y cuando siga teniendo el creciente apoyo de todos nosotros. Los bestias que no entienden quedarán en soledad. Esta es una oportunidad única para construir un país como nos merecemos. Abrazo y gracias por tu comentario

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