Si algo queda claro del cacerolazo es que no les gusta el
kirchnerismo. Poco importan las consignas que esgriman, porque sólo son
excusas. Lo sorprendente será, en todo
caso, que algunas fuerzas políticas se animen a convertirlas en un programa
político. Y ya aparecieron los primeros voluntarios, por supuesto. Mientras
tanto, con espontaneidad, los gorilas 2.0 están preparando otra muestra de
percusión culinaria para fin de mes, quizá con más asistentes y con un renovado
mosconeo de excusas. Tal vez la protesta cobre nuevos bríos cívicos con la
defensa por el procesamiento a notorios periodistas espías o por la inevitable
aproximación de la fecha de caducidad para el mayor grupo mediático de nuestro
país. Estas minorías protestonas
intentarán transformar un avance de la justicia democrática, en todo lo
contrario. Porque no entienden o porque sí entienden, pero lo harán. Con o
sin intención, harán un aporte a la agenda informativa de las propaladoras de
estiércol y se convertirán en peones de
los carroñeros que ven próximo el fin de su supremacía en la manipulación del
sentido común. El sobredimensionamiento que se ha dado a estas
manifestaciones minoritarias e individualistas permite apartar de la agenda la
presentación del Informe Mosconi y el anuncio de una investigación profunda
sobre el origen de nuestra deuda externa. Cuando
los resultados salgan a la luz, los ciudadanos comprenderemos el porqué de
tanta desesperación.
Por supuesto que van a llevar como bandera la defensa de la “libertad de expresión”, uno de los
principios más distorsionados de los últimos tiempos. Los que se escudan en este derecho no tienen reparos en pisotearlo con
su malintencionado accionar. Detrás de él esconden mentiras, operaciones,
tergiversaciones y amenazas. Detrás de él están los eternos que siempre han
gobernado desde las sombras los destinos del país, con un saldo negativo para el resto de los ciudadanos. Aunque les
importe tres pepinos la República y la Democracia, se autoproclaman como sus
defensores. Aunque derraman litros de lágrimas cuando descubren a un pobre para montar su show, jamás han escatimado esfuerzos para
escamotear las riquezas del país. Aunque se conduelan con las víctimas de
la inseguridad que ellos amplifican, no
han dudado en asociarse con la peor de las dictaduras para acrecentar su poder,
a costa de silenciar los crímenes más atroces. Poderosos, eternos y
malvados que se presentan como víctimas de un autoritarismo que no existe, como
si fueran inocentes corderitos acosados por lobos hambrientos.
Y como ven amenazado su poderío y temen quedar al descubierto,
redoblan sus esfuerzos para alimentar los prejuicios de los que no ven más allá
de su nariz. Por eso las protestas contra la Cadena Nacional, que ocupó tan sólo 15 horas contra las casi
6000 que tuvieron a su disposición para envenenar con sus panfletos. Por
eso un manifestante exigió que La Presidenta dé conferencias de prensa en
lugar de usar La Cadena. Y agregó “así no
me obligan a escucharla”. La “operación cadena” pergeñada por Clarín, satélites, laderos y siervos tuvo el
éxito de convertir en atropello algo que es perfectamente legal. Además,
tal vez muchos de los que claman excitados que no soportan escucharla, jamás lo
han hecho. Y desde la desinformación y
el prejuicio, esta minoría protestona embiste contra la voluntad de las
mayorías. Como ya se dijo en un Apunte anterior, las mayorías deben
respetar los derechos de las minorías, pero no sus privilegios. El de evadir y
fugar a cuatro manos mimetizado con la consigna “no nos dejan salir del país”, por ejemplo. Para que quede claro, el
evasor no es un héroe ni una víctima, sino un angurriento que acrecienta sus
monstruosas ganancias a costa del esfuerzo colectivo.
Muchos se horrorizaron al ver flotar cruces esvásticas en la
manifestación del odio, aunque interpretaron, erróneamente, que eran portadas
por agrupaciones neo nazis. Debajo del nefasto símbolo estaba el odiado nombre:
Cristina. Cristina es nazi. Además,
había otro cartel que rezaba “maestros de
la propaganda” y debajo un dibujo de Hitler junto a uno de La Presidenta. Todas estas barbaridades no son más que el
resultado de la retahíla de comparaciones que los popes del periodismo opositor
hacen del nazismo con el kirchnerismo. Columnistas, editorialistas,
analistas y locutores como discos sinfín están constantemente repartiendo
falsas analogías que prenden en los gorilas 2.0 convocados a la sedición.
Porque es eso lo que están haciendo: alentando
la rebelión de los disconformes perpetuos. Lo mismo que han hecho desde los
tiempos del levantamiento de los estancieros, provocar una reacción, producir
desaliento en muchos pobladores, construir malestar a través de sus mentiras.
Pero el fin de ciclo está próximo. El procesamiento a los integrantes de una red ilegal de espionaje liderada
por Juan Bautista Yofre revela un accionar muy afín a la derecha más rancia. No
hay que olvidar que el Jefe de Gobierno porteño está involucrado en una causa
similar. Después de seis años de investigación, la jueza federal de San
Isidro, Sandra Arroyo Salgado, decidió procesar a los involucrados por el
delito de espionaje por “hacerse y comercializar datos, noticias e
información de orden político,
social, militar o económico que debían permanecer secretos en función de la
seguridad, la defensa o las relaciones exteriores”. Esta banda hackeó cientos de correos
electrónicos de los más altos funcionarios de Gobierno, desde secretarios y
ministros hasta CFK cuando era senadora para convertirlos en mercancía
informativa. Pero
además de procesar a los hackers, también hará lo propio con los que recibían
estos contenidos espurios y los utilizaban para la producción de sus columnas,
como el periodista de La Nación, Carlos Pagni, el director del portal Urgente
24, Edgar Mainhard y el columnista de Perfil y ex director de Ámbito
Financiero, Roberto García. No se los
persigue por pensar distinto, sino que se los enjuicia por actuar fuera de la
ley.
Y si de leyes se trata, en poco más de dos meses comenzará la
lenta exfoliación del grupo Clarín. A la espera de tal ocasión, el Gobierno Nacional
propuso a Martín Sabatella como presidente de la Autoridad Federal de Servicios
de Comunicación Audiovisual, en reemplazo del renunciante Santiago Aragón. El 7
de diciembre deberá aplicarse el artículo 161 de la ley de SCA, aprobada por mayoría en el Congreso y
ratificada en su constitucionalidad por la Corte Suprema de Justicia. A
partir de ese día, el monstruo se transformará en un monstruito, por lo que se
reducirá bastante su capacidad de daño. Aunque hasta entonces, tendrán tiempo
suficiente para arrojar sus bombas de estiércol contra la sociedad. La desesperación los conducirá a convocar
desde las sombras unas cuantas sinfonías caceroleras más para intentar su
salvación, con el apoyo de unos cuantos funcionarios PRO y activistas de
partidos aliados desde el anonimato de las redes sociales.
Un poco de paciencia, que el principio del fin está cerca. Detrás de las cacerolas se escudan los
peores exponentes de la clase patricia, los que se creen dueños de nuestras
riquezas y de nuestro futuro. Que no nos pongan nerviosos. Al contrario,
vamos a divertirnos. El autor de estos Apuntes propone una hora diaria de
Cadena Nacional y dos horas semanales de Aló
Cristina por la TV pública. Y, como
la mejor broma de todos los tiempos –y para garantizar la continuidad de los
logros de estos nueve años- de verdad que se merecen un tercer mandato de CFK.
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