Las críticas del oficialismo a la presencia de
Daniel Scioli en la inauguración del Espacio Clarín en Mar del Plata –con
imitación de Cristina incluida- tienen
dos claves de lectura: como advertencia o como condena. El vice Gabriel
Mariotto, después de manifestar sorpresa y dolor por este gesto del
precandidato, concluyó que “el problema
de ir a la casa de los caníbales es que uno puede ser la cena”. Pero ser devorado por la bestia no es lo más grave, sino que haya
asistido siguiendo un impulso de individuo farandulero. Una satisfacción
personal –acompañar a Carlín Calvo o
al Muñeco Mateyco- que puede ser
fatal para el espacio al que dice pertenecer. Nada le reportaba políticamente mostrarse en ese espacio, sino todo lo
contrario. Los caceroleros lo tomarían como un gesto oportunista de cara a
las elecciones y los kirchneristas como una traición, como una afrenta, como
una profunda contradicción. Conciliador como siempre, explicó que concurre a
todos los lugares a donde lo invitan, algo
poco criterioso para alguien que aspira a la presidencia. Todavía no
entiende que el futuro no depende de acciones individuales, sino de un tránsito colectivo y solidario.
Minimizar este incidente, es no comprender la
dimensión del símbolo. Con su impulso amigable
puede provocar una fractura, una tensión
innecesaria en este año crucial. Al actuar como individuo, no sólo desató
las críticas de los demás candidatos kirchneristas, sino que alimentó las
fantasías carroñeras sobre el fin de ciclo. Ahora que no se queje si recibe
palos de todos lados, porque no fue ingenua su decisión. Pero tampoco productiva, aunque sirve para delinear un proyecto. Lo
sintetizó el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich el lunes por la mañana: "o están con los grupos mediáticos que
conspiran contra los intereses del país o están con este proyecto político que
ha transformado a la Argentina”. Por si no queda claro: Clarín no es sólo un diario y Scioli
debería ser mucho más que un individuo. Pasar una tarde cordial en esa
cueva es una manera de avalar su insistencia destituyente.
Tampoco fue un acto institucional de trascendencia,
pero es la conjunción de muchas cosas lo que le aporta gravedad. Con su cómoda
sonrisa, aporta legitimidad a una empresa que gambetea desde hace cinco años el
cumplimiento de una ley. Y esto no es un
detalle, sino una cuestión de fondo. Casi como legitimar la resistencia del
Grupo. Casi dar entidad a las fábulas que difunde por todos sus medios. Casi estar de su lado y acordar con su
ideario destructivo. Tan delicada la situación que plantea este incidente,
que casi cruzó la grieta para acomodarse
en el lado más oscuro. Si no pensó en estas cosas antes de asistir, no es
un digno continuador de este sendero. Si pensó en todo esto, no debería haber
asistido. Y si lo hizo y a pesar de eso asistió, deberá tomarse como un
sinceramiento de su postura. Tarde
advertirá que no es el dueño de los votos y que fuera del kirchnerismo, sólo
podrá disputar con Massa o Macri los porotos caceroleros.
Blanco
sobre naranja
Difícil creer que Scioli no encuentre en la tapa de
los medios hegemónicos la malsana
intención de terminar con todo. Si no le molesta la tergiversación
permanente, el bombardeo constante a cada una de las decisiones del Gobierno
Nacional, las acusaciones infundadas
para descafeinar la política o las operaciones de prensa disfrazadas de
informaciones objetivas es porque está embalsamado. ¿Cómo no se va a
incomodar por el ataque despiadado a todo lo que él afirma representar y
promete continuar? ¿Cómo no va a sentirse ofendido por el ninguneo de los
logros? ¿Cómo puede permanecer inmune al
desprecio hacia la felicidad de la mayoría?
Más aún cuando la provincia que él gobierna es la
más beneficiada por el movimiento turístico hacia la costa. Si está convencido
de que este proyecto iniciado en 2003 transformó para bien el país, ¿cómo puede presentar su sonrisa
complaciente a los que quieren retrotraernos a los peores momentos de nuestra
historia? Si tanto le interesan las fotos, podría echar un vistazo a las
que mostraban las playas vacías en las temporadas veraniegas de principios de
siglo y compararlas con las de ahora, repletas de turistas. ¿Cómo puede mirar los ojos de los que inventan informes sobre las pérdidas de la aerolínea de
bandera, cuando cubre casi todas las
plazas hacia destinos nacionales e internacionales, a pesar de la crisis y el cepo cambiario?
A esta altura de las cosas, no es exagerado asegurar
que conciliar con Clarín significa ser complaciente con el sistema que
proponen: el de la desigualdad sin
límites; el del dominio absoluto del peor mercado; el del saqueo a nuestros
bienes para engrosar cuentas en el extranjero. Por eso ocultan los avances,
exageran los errores y tratan de instalar a los candidatos más serviles. Si
algún lector distraído todavía no ha comprendido plenamente la idea, vale una
síntesis: Clarín es la oficina de prensa
y centro de operaciones de los grandes empresarios que quieren volver a
gobernar la Argentina. Y no tienen derecho a hacer eso porque no se someten
a la voluntad popular. Desde mediados del siglo pasado hasta los primeros años
de éste lograron canalizar sus apetencias con golpes de Estado y presidentes
títeres. Con el Infame Riojano
alcanzaron el éxtasis, porque encontraron en él un mayordomo cómplice de la
peor calaña. Pero en los últimos años, la historia cambió.
Con la llegada de Néstor Kirchner, comenzamos a comprender
que ese poder que parece imbatible
dificulta nuestra vida. Con Cristina Fernández, el camino se profundizó y
la resistencia, por su parte, recrudeció hasta niveles temibles. Quien coincida con esta impronta, no puede sonreír
en la madriguera, porque la conquista de derechos depende de limar esos privilegios.
El crecimiento de nuestro país está condicionado por la contención de estos
sectores antagónicos con cualquier objetivo colectivo.
Las explicaciones que brindó el Gobernador Naranja parecen más
caprichosas excusas que motivos valederos. Esto
sugiere que, de alcanzar la presidencia, continuará desplegando estos
desconcertantes gestos. Dolorosos y contradictorios, también. El compromiso
de continuidad de este proyecto no
admite las sonrisas con los que nos desean lo peor, porque genera confusión
en la sociedad. Los integrantes de ese Grupo son los que mienten, conspiran,
manipulan y desgastan. Ellos no piensan distinto, sólo están en contra.
Ellos no quieren un bienestar compartido, sino privilegios de uso exclusivo.
Ellos no apuntan a la construcción de un país libre, justo y soberano, sino a la conformación de una colonia
sometida y desigual. El menor gesto de simpatía puede hacernos perder lo
que hemos recuperado en estos años. Y
todo por una tonta foto veraniega en un momento tan crítico.
Planteas aca las inquietudes expuestas en el blog anterior.
ResponderBorrarEs o se hace .... detras de esa sonrisa que define como optimista y es boba se esconde un maquiavelo... como en sus tiempos de motonauta confia en la victoria x q corre solo ... recibe instrucciones ya que todos hablan menos la Conductora El tiempo disipara la polvareda ABZO
En este nuevo texto amplio un poco los peligros de entrar en la cueva. Y marqué mucho lo de la sonrisa. Fijate que cuando participa de un acto gubernamental encabezado por Cristina siempre tiene cara de bragueta y la mirada fija en un punto muerto. Eso me lo marca siempre mi mamá: la cara que tiene cuando habla Cristina. ¡Qué observadora la mama!
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