viernes, 23 de enero de 2015

Un policial para la playa



Desparramado en las arenas de Santa Teresita, este Ignoto Profesor de Provincias no dejaba de pensar en el inicio del texto sobre el “caso Nisman”. Muchas entradas pasaron por su cabeza, pero la dinámica informativa de la historia impedía elegir con precipitación. De ninguna manera da para creer en la versión de los carroñeros, como siempre. Tanto se excitan con la sangre, que sólo los prejuiciosos se dejan tentar por su malsana interpretación de los hechos. Más aún cuando pueden orientar algunas gotas del fluido vital hacia la investidura presidencial. Y en parte, algo lograron: que un puñado de caceroleros pueblen las calles clamando a los cuatro vientos ser Nisman. Tan desorientados están estos individuos que buscan cualquier excusa para renunciar a su identidad. En estos años fueron agrogarcas, kelpers, buitres, Campagnoli, Bonadío, Charlie y ahora, Nisman. En realidad, renuncian a cualquier cosa con tal de voltear a CFK. A la coherencia, a la razón, al compromiso. Sus referentes son sólo aquéllos que logran alimentar sus prejuicios. Y así, indignados, viven felices. Sin rumbo pero con mucho enojo.
El caso genera muchas dudas y porta una gravedad institucional insólita. Pero no hay que olvidar que Nisman presenta su insustancial denuncia en plena feria judicial, cuando millones estábamos disfrutando de una temporada veraniega auspiciosa. El año pasado no terminó con revueltas policiales ni saqueos aunque éste –crucialmente electoral- comienza con lo que promete ser un culebrón. Y si está en manos del juez Ariel Lijo, seguramente se convertirá en una nueva herramienta de desgaste.
Ningún cacerolero se pregunta a quién beneficia la oportuna muerte del fiscal. Como siempre, quieren como culpable a Cristina y cualquier funcionario K, más allá de toda prueba, porque eso es lo que dicen en los medios que consumen a diario. Tampoco llama la atención de los cacharreros la premura con que el fiscal interrumpió sus vacaciones en España para presentar una denuncia que, además de pruebas, carecía de urgencia. O sí: el apuro de horadar la sólida y creciente imagen de la Presidenta de cara a un año electoral que augura la contundente derrota de los candidatos del establishment. El moño de la operación fue su suicidio –o lo que sea-, justo un día antes de presentarse en el acting pergeñado en el Congreso por los opositores. Sesión que se iba a desarrollar de manera reservada con los representantes de las corporaciones como únicos actores. Cuando los diputados oficialistas decidieron sumarse, todo perdió su gracia.
Tampoco se preguntarán los caceroleros qué hacía Patricia Bullrich en el departamento de Nisman a pocos minutos de conocerse el hecho, porque los medios hegemónicos sólo dudan de la presencia de Berni. Ni las relaciones que tenía el fiscal con oscuros personajes de seguridad privada, con la CIA, la embajada norteamericana o con la agrupación no-política de Macri parecen mitigar la fe en los medios que los manipulan. Sólo les importa que este extraño caso conduzca al cadalso a Cristina y sus secuaces.
La vieja treta de sembrar sospechas
Aunque cuesta creerlo, los que tanto se quejan de los discursos de CFK ahora le están exigiendo una Cadena Nacional. Y si hubiera aparecido, también se lo reprocharían. Los caranchos periodísticos y políticos se tuvieron que conformar con mordisquear los dos mensajes de Facebook y algunos opinaron sobre el escrito sin haberlo leído. Desde el mismo lunes, los eternos candidatos trataron de posicionarse para sacar réditos en la campaña, a la vez que afirmaban que no debía hacerse eso. Ante las cámaras, trataron de manifestar una indignación que siempre es funcional a los gerentes de la no-política. Mauricio Macri apeló a generalidades sobre la violencia, haciendo un forzado parangón con los trágicos setenta. Sergio Massa se presentó como querellante de cualquier cosa, demostrando que de Derecho sabe poco y nada. Algunos miembros del coro hasta buscan adelantar las elecciones y demás propuestas tan poco democráticas.
En un caso tan confuso como éste, cualquier certeza se hará esperar. Los vínculos oscuros y cerrados, el procedimiento mafioso y la contaminación de la escena del crimen dificultan tomar una postura racional. Pero una sola pregunta puede ordenar la investigación, aunque tenga muy difícil respuesta. Todo ronda el porqué de esta extraña historia. Un porqué enorme que abarca toda la secuencia, desde el retorno del fiscal hasta su escabroso final. Si la hipótesis es el suicidio, lo de Nisman parece inmolación en beneficio de la causa opositora, no de los políticos, sino los integrantes del Círculo Rojo, siempre ansiosos por retomar las riendas del país. Si fue un homicidio, habría que preguntarse a quién le sirve semejante escenario. Pensar que Cristina lo mandó a matar sería una torpeza, porque los fundamentos de la denuncia son tan endebles que no constituyen siquiera un delito. En cuanto el documento de 300 páginas se dio a conocer, perdió el valor para denostar al Gobierno Nacional. Entonces, la muerte le aporta una trascendencia que no tiene; garantiza que el tema se mantenga durante algunas semanas, más en los medios que en los juzgados. Hasta que saquen un nuevo tema de la siniestra galera.
Y aunque haya una explicación judicial, las sospechas mediáticas perdurarán por siempre. El fiscal pide prestada un arma pequeña, a pesar de tener otras más contundentes; está preocupado por su seguridad, pero ordena a sus custodios que se retiren hasta el domingo a la mañana; la muerte se produce mientras los demás están tratando de ingresar al departamento; el fiscal no respondió a ninguna de las llamadas; tardaron casi ocho horas en solucionar los problemas de la cerradura; un médico entró al baño para confirmar la muerte antes de la llegada de las autoridades. Raro, muy raro.
Una pregunta que tal vez nunca halle su respuesta: ¿por qué el Gobierno permitió que Nisman llevara adelante una causa de semejante envergadura, a pesar de las dudas que generaban sus visitas a la embajada norteamericana? ¿Por qué el fiscal investigó a espaldas del juez Canicoba Corral, sin que nadie le exija una rendición de cuentas? ¿Después de diez años advierten la calaña en la que habían depositado su confianza?
Si con esto esperan erradicar definitivamente al kirchnerismo, otra vez se llevarán un chasco. En este extraño episodio se advierte una siniestra garra: la de los enemigos de cualquier pueblo. Y ya nuestro olfato está suficientemente entrenado para detectar su pestilencia. A tal punto que este dudoso capítulo no inclinará el tablero como los carroñeros desean. Lo único que debemos exigir es que los encargados de esclarecer, no congelen la causa, como han hecho con tantas que se han convertido en arietes políticos o en protección de asesinos y mafiosos. Paciencia, cuando los velos se corran, confirmaremos una vez más cuánto han mentido los que se resisten a perder sus descomunales privilegios.

5 comentarios:

  1. ¡Excelente!
    ¨Cuando veas sangre en la calle, fijate quien se beneficia y obtendras la repuesta¨

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  2. Gracias por el elogio. Muy difícil opinar sobre algo que está en proceso, pero eso es el periodismo: leer mientras las cosas se escriben

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  3. Gustavo por demás elocuente tu análisis ya se te extrañaba

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    1. Yo también extrañaba este espacio y a todos ustedes, los fieles lectores. Muchas gracias por los elogios

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  4. De vuelta y de nuevo tus interesantes comentarios ,esta vez jugaron fuerte pero siempe quedan expuestos ,el auto, la causa de macri ,las mentiras de Clarin , las causas de la ex mujer ,el q lo fue a buscar y el corolario del periodista exiliado mucho no?

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