Después
de brindar, repartir abrazos y desear felicidades hacia todas las latitudes y
en diferentes idiomas, es momento de enfrentar la primera página en blanco de
este nuevo año. Tan en blanco, no, porque algunos manchones quedan del que
acabamos de abandonar. Uno de los
desafíos que tenemos por delante es sanear en serio nuestro sistema judicial.
Un poco más eficiente, más ágil y, sobre todo, más justo. Lo de ‘poco’ aparece
para adaptar a dimensiones humanas tamaña misión. Ya no quedan dudas de que es el único
poder del Estado que no ha sido
alcanzado plenamente por la transformación democrática que hemos tenido en
estos años. Cuando los jueces no están para resguardar los intereses de la
mayoría, sino para proteger los
privilegios de una minoría avarienta y destructiva, nuestros derechos están
en peligro.
Menos
mal que no son todos, sino algunos los que se resisten a los nuevos vientos que
están soplando en Argentina. Si unos
cuantos magistrados logran frenar la voluntad de las urnas, están vulnerando
gravemente las instituciones. Y esto no quiere decir que los jueces deban
obedecer al presidente de turno, pero tampoco significa que pisoteen las leyes para servir a los popes
del Círculo Rojo. Ellos no dictan las normas: sólo deben aplicarlas. Esa es
la única obediencia que da sentido a su cargo. Y si no están capacitados o
tienen miedo de enfrentarse a los poderosos, la puerta de salida estará siempre
abierta. Eso sí: los que deseen
continuar con la sumisión o la complicidad con los que se creen dueños del
país, que después no se quejen si los sacamos a los empujones.
En
estos últimos años, se ha puesto en evidencia que la sanción de una ley no implica una modificación instantánea del
asunto que trata. El más claro ejemplo lo podemos encontrar en las
dificultades del Gobierno Nacional para desarmar la posición dominante en los
medios de comunicación heredada de los noventa. Si la Dictadura había regalado
a los diarios Clarín y La Nación el monopolio de la fabricación y distribución
del papel prensa, el menemato otorgó en
bandeja de plata la expansión hacia radio y TV. A través de sumisos
decretos, el Infame Riojano anuló las restricciones dispuestas por la norma del
auto-nominado Proceso. En 2009, el
Congreso sancionó con indiscutible mayoría –sólo unos pocos representantes del Pueblo se opusieron-
pero aún no se ha podido aplicar en su
totalidad por el escudo perpetrado por algunos integrantes de la familia judicial. Jamás habíamos presenciado semejante entramado de connivencia
para resistir los mecanismos constitucionales de una iniciativa gubernamental.
Una madeja cada vez más enredada
Después
de algunas dilaciones, idas y venidas, la cosa comenzó a encaminarse a finales
de 2013, con el fallo de
constitucionalidad de la Corte Suprema de Justicia. En una audiencia
pública, con los flojísimos argumentos presentados por los abogados del Grupo
Clarín, la sociedad pudo comprender que
no estaba en juego la libertad de expresión sino la intención de dominarlo todo.
La mega-empresa decidió agachar un poco la cabeza y presentó un plan de
adecuación: la división del monstruo en
seis monstruitos fue aceptada por el AFSCA, la autoridad
de aplicación.
El
nuevo conflicto se desencadenó cuando los funcionarios detectaron sociedades cruzadas entre los futuros
propietarios de cada unidad, en un intento de burlar lo dispuesto por la
ley. En casos así, se debe recurrir a la adecuación de oficio, que era lo que
buscaban los empresarios del Grupo para poder
erigirse en víctimas de una dictadura
despiadada. Una provocación más para colmar nuestra paciencia. Entonces,
el día después de armar el arbolito, el juez Horacio Alfonso dictó una medida
cautelar que prolonga los privilegios de Clarín por seis meses. Y los
integrantes de la Corte Suprema de Justicia, en lugar de cuestionar a un magistrado que desoye un fallo de
constitucionalidad, avalaron la cautelar por un problema de formas en la
confección del pedido de per saltum. Estimados
Supremos: ocupan ese lugar para velar por la constitucionalidad de las normas y
su aplicación, no para hacer
correcciones lingüísticas. Más aún en un tema tan debatido por la sociedad
en foros federales y cuando la discusión por la regulación del sistema de
medios está recorriendo la región. Esta es la puerta giratoria que tanto se
denuncia desde los medios del Grupo. Más que puerta giratoria, parece una
calesita aburridísima.
Por
eso, este año será apasionante. No hay
lugar para la indiferencia ni los lugares comunes. Si alguien protesta o se
lamenta porque hay que votar varias veces, habría que recordarle que durante muchos años no podíamos votar ni
siquiera una. Si alguien comenta por la calle que son todos iguales, habría que recomendarle que escuche atentamente a los postulantes y si no encuentra diferencias,
debería revisar sus oídos. Si alguien menciona la necesidad de la
alternancia, habría que explicarle que ésa
es la súplica en formato teórico de los que saben que nunca ganarán. Y, por
último, para no saturar con el recurso, si alguno despliega un catálogo de
denuncias periodísticas, habría que advertirle que, a finales del siglo pasado,
los que prometían transparencia nos
hundieron como nunca. También, que los que denuncian a través de sus
sicarios mediáticos tienen las manos más
sucias que los denunciados.
Una
vez más, la campaña electoral permitirá visualizar la posición de los candidatos
respecto a las transformaciones que son imprescindibles. El manoseo con la LSCA y la
actitud corporativa de los jueces puede aparecer como tema testigo. Los que
reciten generalidades relacionadas con la libertad de expresión y la división
de poderes tienen en mente enfriar la
aplicación de la ley para prolongar la prepotencia empresarial. Y hasta
pueden intentar derogarla o al menos modificarla a la medida de las
pretensiones de Clarín. Eso significaría un retorno a los tiempos en que las corporaciones gobernaban el país al
ritmo de sus apetencias, cuando el presidente sólo gerenciaba el país, en
lugar de gobernarlo.
En
cambio, cuando el candidato asegure que se va a aplicar la ley en su totalidad
es porque quiere seguir por este rumbo, algo
muy auspicioso para concretar el sueño del país equitativo. Afrontar los
conflictos es la mejor promesa que podemos escuchar. El kirchnerismo enamora más por sus disputas que por sus consensos con
los poderosos. El candidato ideal del oficialismo será aquél que se
presente como un antihéroe decidido a
combatir las desigualdades, aún sabiendo que tiene todas las de perder.
Regresar
al peor pasado o avanzar unos cuantos casilleros es lo que estará en juego en
las presidenciales: un negocio para unos
pocos individuos o un país para el beneficio de todos. De esto nos
ocuparemos durante este año, que promete ser glorioso: de reconocer las diferencias y convertirlas en un verdadero poder
democrático.
No se mucho de leyes,pero con los años me di cuenta que la justicia es efectiva contra quienes no tienen poder económico.Valoro mucho esta publicación,y ruego ver antes de partir al otro mundo,desmantelada la familia judicial,con nuevos jueces elegidos por su honestidad y capacidad.Un magistrado que desoye un fallo de constitucionalidad,no merece semejante cargo.Como dije entiendo poco de leyes,soy metalurgico de nacimiento,trabajando sin interrupción x casi 50 años,jamás tuve problemas judiciales,no tengo problemas económicos,pero quiero una reforma judicial rápido.Ojalá 2015 alcance al poder judicial,único que no se modificó hasta ahora.Por supuesto que los jueces deben resguardar los intereses de todos y no para "proteger los intereses de una minoría "privilegiada"que tanto daño hizo a nuestra nación.
ResponderBorrarDecís que no entendés de leyes, sin embargo encarás bien el análiis del problema de la justicia. No siempre el estudio ayuda a ver mejor las cosas. Muchas gracias por tu contribución
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