lunes, 9 de enero de 2017

Recortes del nuevo año



Este año, los Reyes Magos estuvieron más ajustados que en años anteriores. Ni las cartas perfumadas lograron expandir sus billeteras para que los regalos sean más contundentes. No para todos, por supuesto: los niños de la minoría beneficiada por las medidas del Gran Equipo deben haber recibido visitas monárquicas más generosas. Y claro, si en las vísperas, antes de acomodar los zapatitos y las vituallas, los grandes especuladores tuvieron el obsequio más deseado: ahora podrán comprar en ventanilla la cantidad de dólares que quieran para fugarlos a donde se les antoje; lo malo es que todavía deben revelar cómo obtuvieron los fondos, pero todo llega cuando hay un gobierno empecinado en favorecerlos. Para compensar el vaciamiento que se viene, la mejor receta es recortar los medicamentos para los jubilados y todo lo que sea recortable, siempre y cuando perjudique a los que menos tienen. Y si no los perjudica, que los asuste para que después sientan el alivio de no estar en la lista. Nada peor que acostumbrarnos al deterioro cotidiano de nuestras vidas para subsidiar los lujos de una minoría que ya no necesita nada.   
Tarde o temprano tenía que ocurrir. Los neoliberales vernáculos miran con codicia cada centavo que no se destina a sus bolsillos y la caja de la Seguridad Social es el tesoro al que no quieren contribuir pero siempre anhelan saquear. Cuando eran oposición, la cuidaban como al Santo Grial y se rasgaban las vestiduras si los fondos de la ANSES se destinaban a algo distinto que pagar jubilaciones. Ahora que son oficialismo, confiscan las notebooks y los kits Qunitas, liquidan los Fondos de Garantía y pactan con Qatar para fletar a un paraíso fiscal una parte de la plata de los jubilados, como les gustaba decir, simulando ternura. Ahora que son oficialismo, nuestros abuelos no necesitan tantos medicamentos gratis y hasta podrían trabajar hasta los 70 años.
Con la excusa de un puñado que se aprovechan del sistema, planean recortar los beneficios de los que tienen las monedas contadas. Por unos cuantos afiliados con coches de alta gama, aviones o yates, los demás deberán demostrar cuánto necesitan la ayuda del Estado para mantener su bienestar. Como si fuera lo mismo tener bienes suntuarios que completar los ingresos con una casita en alquiler. En realidad, tanto unos como otros aportan a la obra social y sus actuales administradores deben hacer lo que esté a su alcance para cumplir el contrato. Quizá terminen haciendo lo que va contra sus principios: retirar la gratuidad a los que les sobra en serio después de asustar a todos. Pero son tan crueles que parecen gozar con el temor que provocan sus anuncios. O tal vez sea una estrategia de marketing y hagan rodar el rumor para verificar la reacción. Como Ellos jamás han estado al límite de la indigencia ni se imaginan lo que es vivir con lo justo, no miden las humillantes consecuencias de sus experimentos.
El gobierno es un dibujo
Aunque parezca increíble, a pesar de todo lo que ha pasado en el año que acaba de terminar, aún quedan conciudadanos que conservan alguna esperanza en que las cosas mejoren. Optimistas de la peor especie que todavía no han descubierto que las intenciones del Gran Equipo están muy lejos de eso. Sus integrantes no fueron elegidos para lograr una distribución equitativa del ingreso que producimos entre todos, sino para hacer más eficientes las ganancias de sus verdaderos representados. Ellos se muestran inexpertos, torpes y extraviados pero saben muy bien lo que hacen: maximizan la acumulación de unos pocos a costa del empobrecimiento de la mayoría. Por eso, de acuerdo a una estimación del Centro de Economía Política Argentina con datos del INDEC, la desigualdad creció el 7,93 por ciento entre el segundo y tercer trimestre del año. Y esto es un éxito para la ceocracia gobernante, aunque no tenga nada que ver con la Pobreza Cero prometida en campaña.
Para Ellos, el país es una empresa que debe amontonar ceros a costa de lo que sea. Y si dejan en el camino un tendal de excluidos, será como consecuencia de la normalidad, el sinceramiento, la sustentabilidad, el clima de negocios, la confianza o cualquiera de los conceptos que utilizan los amarillos para camuflar su vileza. No hay errores ni excesos: el país con el que sueñan es un feudo con privilegiados, elegidos y aceptados. Lo que ocurra extramuros no es asunto de ellos. Ya han dejado en claro cuáles son los requisitos para cruzar las puertas y padecer las consecuencias de estar al servicio de la oligarquía que ocupa La Rosada: sólo la docilidad, la obediencia y la resignación serán las exigencias. Lo demás viene solo; por eso, el ministro de Educación propondrá reemplazar el Instituto de Educación Técnica por la Agencia Nacional de Formación de Talentos, un organismo más adecuado para concursantes mediáticos que para trabajadores. Formar es más autoritario que educar. Eso sí, bolivianos, peruanos y pobres de cualquier color y latitud, protestones y memoriosos de los derechos perdidos, nostálgicos de vacaciones, celulares y autos 0 km y ancianos que pretendan una vida digna quedarán a la buena de sus dioses, viviendo de los desechos que cada tanto se arrojarán de las troneras.
Diez mil ciudadanos de El Bolsón no serán aceptados en Macrilandia. Durante el fin de semana, poblaron las calles para manifestar su oposición a que uno de los amigotes del empresidente Macri, el británico Joe Lewis, convierta unas 850 hectáreas de una reserva natural en un negocio privado. Si ya logró apropiarse de un lago y de una empresa de distribución eléctrica, ¿cómo no va a poder usurpar tierras protegidas, si aloja a Mauricio en su estancia cuando necesita descansar de tanta preocupación por la gente? Su gente, la que gana fortunas a golpe de chanchullos o la que recoge algunas migajas que se caigan del botín. Piratas, cómplices, laderos y sirvientes tendrá la población de ese mundo de ensueños con menos de 15 millones de personas.
Entre los muros del feudo, las relaciones laborales serán tan armoniosas como un sano aparato digestivo. Ya lo dijo el secretario de Empleo, Miguel Ángel Ponte, "la posibilidad de entrar y salir del mercado laboral hace a su esencia, como comer y descomer". El trabajador será un bocado a fagocitar y cuando no tiene más que dar, se lo defeca en la alcantarilla más cercana. Y lo dicen en estos términos porque es tal la desfachatez que no necesitan las metáforas. Si Diputados y Senadores habilitan alguna modificación a las leyes laborales, serán cómplices de la esclavitud que se viene.
Mientras precarizan nuestra vida y vacían el país con camiones blindados que circulan por Ezeiza, las letrinas mediáticas tratan de distraer la atención con boberías veraniegas y denuncias refritadas. Una realidad paralela que convence cada vez a menos. En medio de sus vacaciones, Macri dibujó a Argentina como un horizonte con un sol naciente. Pueril o sugestivo pero este dibujo tiene unas cuantas opciones interpretativas: entre ellas, nos estamos encaminando hacia la oscuridad o eso no es un amanecer, sino la trituradora que nos está esperando.

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