Este año, los
Reyes Magos estuvieron más ajustados
que en años anteriores. Ni las cartas
perfumadas lograron expandir sus
billeteras para que los regalos sean más contundentes. No para todos, por
supuesto: los niños de la minoría
beneficiada por las medidas del Gran Equipo deben haber recibido visitas
monárquicas más generosas. Y claro, si en las vísperas, antes de acomodar los
zapatitos y las vituallas, los grandes
especuladores tuvieron el obsequio más deseado: ahora podrán comprar en
ventanilla la cantidad de dólares que
quieran para fugarlos a donde se les antoje; lo malo es que todavía deben
revelar cómo obtuvieron los fondos, pero
todo llega cuando hay un gobierno empecinado en favorecerlos. Para
compensar el vaciamiento que se viene, la mejor receta es recortar los
medicamentos para los jubilados y todo
lo que sea recortable, siempre y cuando perjudique a los que menos tienen.
Y si no los perjudica, que los asuste para que después sientan el alivio de no
estar en la lista. Nada peor que acostumbrarnos
al deterioro cotidiano de nuestras vidas para subsidiar los lujos de una
minoría que ya no necesita nada.
Tarde o temprano
tenía que ocurrir. Los neoliberales vernáculos miran con codicia cada centavo que no se destina a sus bolsillos y
la caja de la Seguridad Social es el tesoro al que no quieren contribuir pero siempre anhelan saquear. Cuando eran
oposición, la cuidaban como al Santo Grial y se rasgaban las vestiduras si los fondos de la ANSES se destinaban a
algo distinto que pagar jubilaciones. Ahora que son oficialismo, confiscan
las notebooks y los kits Qunitas, liquidan los Fondos de Garantía y pactan con
Qatar para fletar a un paraíso fiscal
una parte de la plata de los jubilados,
como les gustaba decir, simulando ternura. Ahora que son oficialismo, nuestros abuelos no necesitan tantos
medicamentos gratis y hasta podrían trabajar hasta los 70 años.
Con la excusa de
un puñado que se aprovechan del sistema, planean
recortar los beneficios de los que tienen las monedas contadas. Por unos
cuantos afiliados con coches de alta gama, aviones o yates, los demás deberán demostrar cuánto necesitan la ayuda
del Estado para mantener su bienestar. Como
si fuera lo mismo tener bienes suntuarios que completar los ingresos con una
casita en alquiler. En realidad, tanto unos como otros aportan a la obra
social y sus actuales administradores
deben hacer lo que esté a su alcance para cumplir el contrato. Quizá
terminen haciendo lo que va contra sus principios: retirar la gratuidad a los que les sobra en serio después de asustar a
todos. Pero son tan crueles que parecen
gozar con el temor que provocan sus anuncios. O tal vez sea una estrategia
de marketing y hagan rodar el rumor para verificar la reacción. Como Ellos
jamás han estado al límite de la indigencia ni se imaginan lo que es vivir con lo justo, no miden las
humillantes consecuencias de sus experimentos.
El gobierno es un dibujo
Aunque parezca
increíble, a pesar de todo lo que ha pasado en el año que acaba de terminar, aún quedan conciudadanos que conservan alguna
esperanza en que las cosas mejoren. Optimistas de la peor especie que
todavía no han descubierto que las
intenciones del Gran Equipo están muy lejos de eso. Sus integrantes no
fueron elegidos para lograr una distribución equitativa del ingreso que producimos
entre todos, sino para hacer más
eficientes las ganancias de sus verdaderos representados. Ellos se muestran
inexpertos, torpes y extraviados pero saben muy bien lo que hacen: maximizan la acumulación de unos pocos a
costa del empobrecimiento de la mayoría. Por eso, de acuerdo a una
estimación del Centro de Economía Política Argentina con datos del INDEC, la
desigualdad creció el 7,93 por ciento entre el segundo y tercer trimestre del
año. Y esto es un éxito para la
ceocracia gobernante, aunque no tenga nada que ver con la Pobreza Cero
prometida en campaña.
Para Ellos, el país es una empresa que debe amontonar
ceros a costa de lo que sea. Y si dejan en el camino un tendal de
excluidos, será como consecuencia de la normalidad, el sinceramiento, la sustentabilidad,
el clima de negocios, la confianza o cualquiera
de los conceptos que utilizan los amarillos para camuflar su vileza. No hay
errores ni excesos: el país con el que sueñan es un feudo con privilegiados, elegidos y aceptados. Lo que ocurra
extramuros no es asunto de ellos. Ya han dejado en claro cuáles son los requisitos para cruzar las puertas y
padecer las consecuencias de estar al servicio de la oligarquía que ocupa La
Rosada: sólo la docilidad, la obediencia y la resignación serán las
exigencias. Lo demás viene solo; por
eso, el ministro de Educación propondrá reemplazar el Instituto de Educación
Técnica por la Agencia Nacional de Formación de Talentos, un organismo más adecuado para concursantes mediáticos que para trabajadores.
Formar es más autoritario que educar. Eso sí, bolivianos, peruanos y pobres de
cualquier color y latitud, protestones y
memoriosos de los derechos perdidos, nostálgicos de vacaciones, celulares y
autos 0 km y ancianos que pretendan una vida digna quedarán a la buena de
sus dioses, viviendo de los desechos que
cada tanto se arrojarán de las troneras.
Diez mil
ciudadanos de El Bolsón no serán
aceptados en Macrilandia. Durante el fin de semana, poblaron las calles
para manifestar su oposición a que uno
de los amigotes del empresidente
Macri, el británico Joe Lewis, convierta unas 850 hectáreas de una reserva natural en un negocio privado. Si ya
logró apropiarse de un lago y de una empresa de distribución eléctrica, ¿cómo no va a poder usurpar tierras
protegidas, si aloja a Mauricio en su
estancia cuando necesita descansar de tanta preocupación por la gente? Su gente, la que gana fortunas a golpe
de chanchullos o la que recoge algunas migajas que se caigan del botín. Piratas, cómplices, laderos y sirvientes
tendrá la población de ese mundo de ensueños con menos de 15
millones de personas.
Entre los muros
del feudo, las relaciones laborales serán tan armoniosas como un sano
aparato digestivo. Ya lo dijo el secretario de Empleo, Miguel Ángel Ponte, "la
posibilidad de entrar y salir del mercado laboral hace a su esencia, como
comer y descomer". El
trabajador será un bocado a fagocitar y cuando no tiene más que dar, se lo
defeca en la alcantarilla más cercana. Y lo dicen en estos términos
porque es tal la desfachatez que no
necesitan las metáforas. Si Diputados y Senadores habilitan alguna modificación
a las leyes laborales, serán cómplices
de la esclavitud que se viene.
Mientras
precarizan nuestra vida y vacían el país
con camiones blindados que circulan por Ezeiza, las letrinas mediáticas
tratan de distraer la atención con boberías veraniegas y denuncias refritadas. Una realidad paralela que convence cada vez
a menos. En medio de sus vacaciones, Macri dibujó a Argentina como un horizonte con un sol naciente. Pueril o sugestivo
pero este dibujo tiene unas cuantas opciones interpretativas: entre ellas, nos
estamos encaminando hacia la oscuridad o eso no es un amanecer, sino la trituradora que nos está esperando.
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