El clima de esta época es
agobiante y no por la proximidad del
verano, precisamente. Además de la avidez propia de los angurrientos, los
PRO llevan la impronta acaparadora del
menemismo, las torpezas de la Alianza y la oscuridad de la dictadura. Y
esta combinación es letal. El mejor
equipo de los últimos 50 años atropella
instituciones, riqueza y coherencia con la potencia de una locomotora, la
complicidad de medios acólitos, comprados y extorsionados y la indiferencia de un público deslumbrado.
Y dirigentes opo oficialistas que gruñen ante las cámaras pero gimen compungidos como cachorros falderos a
la hora de oponerse a las destructivas iniciativas oficiales. Además, el espíritu amarillo desciende al llano
para inspirar episodios cotidianos, como golpizas
a homosexuales, expresiones racistas y multiplicación de prejuicios. Las
etiquetas que estigmatizan vuelan con el viento y se posan para tatuar una
letra en aquellos que osen pronunciar una crítica en serio. Y esa marca habilita desprecio, insultos y hasta golpes
en los escenarios más insospechados.
Nadie se pone feliz con el
precio de las cosas ni con las tarifas de los servicios públicos, salvo los empresarios que nos saquean o los
que tienen de sobra. El malestar se palpa, el túnel se alarga y las
esperanzas se diluyen. Sin embargo, esto
no conduce al desencanto y menos aún a la indignación. Todavía funcionan
las consignas que inventaron como excusas. Aunque la patraña de la pesada herencia resulta
insostenible, cada tanto aflora como la causa de los desastres que estamos
padeciendo. Y que los K se robaron dos PBI, aunque semejante monto es difícil de esconder en bolsos o bóvedas patagónicas;
sí en paraísos fiscales, donde muchos de los PRO tienen empresas de fantasía para esconder el botín.
Uno puede escuchar las quejas y
las diatribas al gobierno anterior en absoluto silencio o cuanto mucho, esbozar
algún gesto de comprensión. En cuanto uno intenta explicar los motivos, desmontar una mentira o aportar información
contra hegemónica, la mirada del interlocutor se trastoca. Con suerte, se
puede recibir una mueca desdeñosa, seguida de un abrupto silencio; en un mal
día, una frenética cascada de lemas más
propia de un poseído que de un sujeto autónomo.
Un
sendero tenebroso
Aunque parezca mentira, el
entramado discursivo de la ceocracia gobernante es recibido por un número
importante de conciudadanos como una
lectura verosímil de una realidad muy compleja. Y eso que no hace falta ser
un genio para descubrir sus absurdos ni tener demasiada suspicacia para
advertir sus chanchullos. Desde la asunción del empresidente Macri, cada episodio muestra la ausencia de
empatía con los damnificados de los dramas que provoca. El extravío del
submarino ARA San Juan deja al descubierto la
inoperancia del ministro de Defensa, Oscar Aguad y el desapego de Mauricio que se tomó vacaciones en pleno
conflicto, ensayó metáforas poco felices relacionadas con el buceo y hasta les
aconsejó “bajar la ansiedad”. En el
medio, muchas mentiras y el destrato a los familiares de los tripulantes que no
contaron con una visita de Macri y encima, ahora, los desalojan de los hoteles de la Armada.
Si esto no incomoda a los
globoadictos, la innecesaria reforma
previsional debería hacerlo. Además de la crueldad que significa tomar como
blanco del ajuste al sector pasivo, la
defensa de la iniciativa desborda de cinismo. Primero, presentaron la suba
de la edad jubilatoria como una reafirmación del vigor de la tercera edad
y de la libertad de trabajar hasta en la tumba. Segundo, recurren a las ecuaciones más inconsistentes para
ocultar que, de aprobarse el proyecto, los haberes recibirán una recomposición menor que con la fórmula
actual. El ingreso de los abuelos aumentará
la mitad de lo que debería si dejaran las cosas como están.
Pero, como la hipocresía es su mayor atributo, el Gerente de La Rosada SA
aseguró que el sector pasivo “ha visto
disminuidos sus ingresos” con la fórmula actual y con la nueva “los jubilados van a ajustar sus ingresos
por arriba de la inflación”. Una
patraña descomunal o una brutalidad aritmética. Los propios diputados
oficialistas reconocieron que el incremento será menor. Pero el primer premio del ridículo ya está
direccionado hacia el diputado de Cambiemos, el usurpador de un puesto en el
Consejo de la Magistratura, Pablo Tonelli. “Los
jubilados recibirán menos plata –eructó sin dudar- pero no perderán poder
adquisitivo”. Algo
insostenible con la inflación implacable de los productos de la canasta básica,
el monstruoso incremento de los medicamentos y los sacudones tarifarios de los
servicios públicos.
Las fábulas que fundamentan
este pantanoso sendero sólo se sostienen
con mucho maquillaje y un perverso blindaje mediático. A pesar de que algunos
voceros del establishment esbozan tímidos cuestionamientos –más por las formas
que por el fondo- el aturdidor discurso
único de la “Cadena Nacional” mediática no hace más que alentar el drenaje
del bienestar de la mayoría. Además, los periodistas independientes rentados por el gobierno hacen malabares para ocultar las tropelías de los funcionarios
amarillos y el abismo que se nos
aproxima. Y sobre todo, aplauden la captura de las presas señaladas con la
K y ponderan medidas judiciales que
están muy lejos de ser justas.
La cárcel para los
kirchneristas se ha convertido en epidemia, vulnerando la presunción de inocencia en causas que atropellan
cualquier norma. La persecución política mimetizada de justicia –además de
venganza- es la confirmación de los
prejuicios que se fomentaron durante tantos años en el sentir del público
cautivo. Prejuicios que se actualizan con la
construcción del enemigo interno tan caro en nuestra historia. Si otrora
fue la subversión hoy es el terrorismo, construcción tan confusa que puede tomar
la forma de un desocupado, un indigente, un opositor, un mapuche y hasta un enclenque octogenario.
El clima de esta época asusta y
que Macri condene la evasión fiscal, descompone. Pero lo que más desalienta es la resignación de algunos y la indiferencia de otros. La
resignación de comer sapos en un país
donde abundan los alimentos y la
indiferencia al drama que muchos votantes permitieron. Lejos del
derrotismo, las Calles comienzan a bullir para poner límites a este latrocinio
y desafiar la prepotencia de estos aristocráticos patoteros. El que quiera
entender que entienda y el que no, seguirá
apoyando la estafa de los que nos despojarán de todo.
gracias Gustavo, lo comparto como siempre-besos
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