Uno trata pero no puede.
Últimamente, la síntesis y el optimismo
faltan en estos apuntes. La brevedad es difícil porque en pocos días pasa demasiado. Sin embargo, el rotor de un gatocóptero se empieza a escuchar a la
distancia. Y eso es optimista. Que
se entienda: nadie quiere destitución ni renuncia pero no se puede continuar con esta estafa. En todo caso, lo que uno
espera es que se vaya este doble y comience a gobernar el amoroso candidato de la campaña presidencial, el que prometía
que nos iba a cuidar, que no perderíamos nada y que cada día íbamos a estar mejor. El que se calzó la banda debe ser un
impostor porque está haciendo todo al
revés. Tanto que da para pensar: lo más probable es que este Macri sea el
verdadero y para la campaña llaman al impostor. O los dos Macris se turnan, uno para engañar y el otro para decidir.
Pero no, es uno solo aunque parezcan dos: un
prodigio que convierte al Ingeniero en el paradigma del cinismo. No nos
asombremos si en el futuro su apellido se vuelve un sinónimo de esa innoble actitud.
Nada
de lo que hace es para lograr lo que dice. Torpe o cínico.
Después de predicar la doctrina del esfuerzo, la meritocracia o el sacrificio, se toma dos semanas de vacaciones en
los lares de su amigo y terrateniente, el empresario Joe Lewis. El empresidente se va de la escena después del buen resultado de sus extorsiones,
como el asesino a sueldo de un western que inundó de pólvora el pueblo para
cumplir su misión. Gracias a las promesas y amenazas a gobernadores y diputados,
las leyes regresivas salen como
escupitajos, a pesar de las críticas fundadas de los opositores y las
quejas que recrudecen en la calle.
El impostor ocupa el lugar del
que decide para explicar que un cinco
por ciento es mejor que un 12. Según sus conceptos, “estos cambios generan incomodidad”. Claro, la incomodidad de no llegar ni a mitad de mes, algo que no ha
experimentado jamás. Ni él ni sus funcionarios. El país necesita una ley que los obligue a vivir una semana con un
ingreso mínimo antes de tomar cualquier decisión. Así se humanizarían un
poco y comprenderían lo que es padecer
los esfuerzos que exigen. Si
existiese esta ley, desecharían cualquier ajuste a los más vulnerables y
evitarían a toda costa los despidos
arbitrarios en el Estado y las empresas. O no hubieran pensado en los
tarifazos, que descalabran el humor. Como Macri –y muchos como él- no sabe lo que es vivir con un presupuesto
acotado, puede decir con soltura: “muchas
cosas se han recuperado, pero la gente
no las siente”. Lo que no siente Macri –y muchos como él- es la angustia que está provocando no sólo
en el 49 por ciento que no votó por él en el balotaje, sino en una parte
importante del 51 que lo coronó como presidente. O sí lo siente pero lo ignora, porque está convencido de que el
despojo de derechos de la mayoría es lo
que hay que hacer para potenciar los privilegios de la minoría a la que
representa.
Agujeros
en el disfraz
El impostor sigue recitando el fárrago conceptual que le dicta el
teleprónter. “Yo creo en la paz, en
el diálogo y en la democracia”, declamó el Gerente de La Rosada SA como si tuviera un coro de ángeles como
fondo sonoro. Esos tópicos no son deidades sino construcciones que requieren compromiso; no son conjuros, sino actitudes. Si ‘creyera’ en la democracia, en lugar de
prometer lo que no pensaba cumplir hubiera
confesado lo que planeaba hacer; si ‘creyera’
en el diálogo, escucharía más para
encontrar empatía con el otro; si ‘creyera’
en la paz, no invadiría el país con tropas
desbocadas para acallar las protestas en
lugar de buscar soluciones a los conflictos. Tan cínico es que evoca la imagen de Billiken de Gandhi o
Mandela despojándolos de sus luchas anti
imperialistas. Si supiera que el Mahatma considera que “la honestidad es incompatible con amasar una fortuna” dejaría de incluirlo en sus insustanciales balbuceos. Y abandonaría al
líder sudafricano si alguien le soplara uno de sus consejos: “lograrás más en este mundo mediante actos de misericordia que con
actos de represión”.
El impostor se muestra
preocupado porque las decisiones de
Macri no desatan la alegría prometida. Cuando las medidas tardan en mejorar
la vida de los más vulnerables es porque
no se tomaron pensando en ellos. Pensar que la eximición de impuestos a los
más ricos va a despertar una generosidad
inexistente es de una ingenuidad pasmosa o de un cinismo atronador.
Mientras en el Congreso se recortaban los aumentos jubilatorios, otro amigo de
Macri, Daniel Angelici, recibía el
privilegio de no tributar ganancias por sus redituables bingos. Y para
distraer la atención, un juez aliado, Julián Ercolini, apresó a Cristóbal López por evasión impositiva. Si la aplicación
de esta norma inexistente fuera pareja, más
de la mitad –con optimismo- de los grandes empresarios argentinos estaría tras
las rejas.
Pero el impostor no abandona su
impostura. “Lo que hay que entender –explicó-
que son
muchas las reformas que tenemos que
encarar para lograr esa Argentina que nos incluya a todos”. Más allá de
que esas reformas no buscan otra cosa que profundizar la inequidad, el cinismo está presente en el final.
Los que son como Macri, los que forman parte de esa élite succionadora no
necesitan inclusión. Ellos son
precisamente los que excluyen. Para que nuestro país sea plenamente
inclusivo Ellos –los grandes empresarios y especuladores- deberían abandonar su desmedida avaricia.
Si en verdad el Ingeniero
quiere hacer realidad la patraña de la Revolución de la Alegría debería hacer todo lo contrario de lo que ha hecho hasta
ahora. El modelo del derrame no
derrama nada aunque desborde de divisas las arcas de los poderosos:
eliminar impuestos, bajar salarios, descartar controles, desregular el mercado
jamás satisface a los angurrientos. Y
Macri sabe que esto es así, porque él es uno de Ellos.
El encanto que hechizó a los
votantes comienza a desvanecerse y el
desencanto se manifiesta con el sonido de los cacharros. El Gran Equipo
salió a la escena para recitar las
sandeces de siempre: que son golpistas, que hay que respetar –con palos, gases y balas- al que piensa
distinto, que ponen palos en la rueda. Si hubo violencia fue por infiltrados de las propias fuerzas:
desde “Modart” sabemos que los Servicios ponen
monigotes para provocar disturbios. Ya lo descubrimos: las piedras y las balas vienen del mismo lado de la grieta.
Si Macri quiere inclusión, que deje de excluir; si quiere menos
pobres, que deje de empobrecer; si
quiere paz, que deje de provocar. Si
el objetivo de Macri es una Argentina desarrollada con pleno empleo y Pobreza
Cero que deje de escuchar a sus malos asesores.
Como corazón –según su padre- no tiene, que
escuche lo que dice la calle. Aunque la música le resulte conocida porque
es la de las cacerolas que tan
funcionales fueron a su carrera presidencial, la letra es otra. Los
cacerolazos contra Cristina fueron pergeñados
desde el Poder Real, desde las corporaciones, con excusas aportadas por los medios cómplices y verdaderamente golpistas.
Los cacharreos de hoy no están inspirados por esas usinas; al contrario, los medios hegemónicos tratan de
disfrazarlos con interpretaciones maliciosas que cualquiera que haya pasado
por el prescolar desmontaría en segundos. La música es la misma pero la letra
la ponen los que se han empobrecido, los
despedidos, los desplazados, los nuevos desamparados, los amenazados, los
perspicaces… Y todos los que van
descubriendo dónde desemboca este oscuro túnel. Como Macri no entiende el idioma de la necesidad, pronto será
desbordado por el descontento y el impostor quedará al desnudo. Entonces, tendrá que abandonar el lugar que nunca
debió haber ocupado.
es un delincuente mafioso, ya no puede seguir gobernando es anticonstitucional por mas que lo hayan elegido los zombies que lo votaron, gracias por tu apunte, comparto y abrazos estimado Gustavo
ResponderBorrarCómo se nota que los K están aprovechando un tropezón para voltear a Macri. Son violentos, además de corruptos. En el gobierno de Cristina también había desigualdad y pobreza.
ResponderBorrarTeo J
Los tropezones los genera el propio gobierno. Claro que había pobres en la Argentina de Cristina, pero estaba disminuyendo desde 2003 de manera histórica. Si no hubiera habido tanta resistencia de las corporaciones se habría llegado a una equidad inigualable. Ahora creció la pobreza y si siguen así, pronto habrá más pobres en un país riquísimo.
BorrarBueno, si el virrey "tropieza" es de pavote nomás (y en éso no necesita ayuda, es marca genética). Lo bueno sería que alguien del cardumen amarillo explique cómo es "festejar" un triunfo electoral relativo, vas y le paás la factura a esos mismos viejos que te votaron, una genialidad o genes K del virrey?. Si prefieren una opción menos ridícula, arreglemos en "de puro pavote", parece más liviano, no?.
ResponderBorrarLa figura del "impostor" no me gusta, la veo casi absolutoria y el coso no lo merece, corrupto desde antes de ser espermatozoide, en teoría no podía engañar a nadie......salvo la manada de imbéciles que amparados en la impostura de la "revolución de la alegría" para sacar a pasear ("inocentemente") su antiperonismo elemental.... hoy por hoy, cuando hasta las cacerolas parecen arrepentirse, ¿cuánto faltará para que dejen la impostura y asuman su idiotez?
todo es muy triste y angustiante pero igual deseo enviarte a vos estimado Gustavo y tus lectores un saludo de navidad y esperanzas para el 2018-besos y gracias
ResponderBorrarExcelente reseña de una realidad que duele Gustavo. Estoy de acuerdo con el comentario que dice que era corrupto desde antes de ser espermatozoide. Por mucho que duela, nuestro pueblo se merece a este despreciable como presidente, porque no supo apreciar ni defender todo lo que recibió en estos doce años. Néstor y Cristina fueron demasiado presidente para un pueblo sin gratitud ni memoria.
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