El carro de esta historia está
empezando a acomodar los melones del
descontento. Muchos apologistas del
montón creen que las protestas puntuales en todo el territorio nacional son
orquestadas por los malos perdedores K
porque piensan la vida política del país en términos futboleros: los que
ganaron festejan hasta el próximo cotejo sin
importar cómo quedará la cancha; y los que perdieron, calladitos y al
rincón, a lamer sus heridas y aprender
cómo se juega. Como el equipo Amarillo ganó, aclaman a sus goleadores en las jugadas más torpes y ríen hasta
enloquecer de las más ladinas. Babeantes, exhiben sus fotos en poses que no
cuadrarían en ningún partido, recuerdan goles
que nunca ocurrieron y aplauden faltas ominosas. Sin entender demasiado a
qué se juega y para qué, entonan cánticos
provocativos, elaboran insultos humillantes y festejan de antemano el próximo triunfo. A estos hinchas no les
importa el partido ni la construcción del país, sólo destruir al otro en todas sus dimensiones.
Aunque no estén conformes con
la actuación del Gran Equipo, los fans aplauden
las promesas incumplidas y se esperanzan con las que jamás cumplirán.
Alienados a más no poder, consideran como buenas las medidas que antes
repudiaban y celebran aquéllas que tarde
o temprano los perjudicarán. Hasta se burlan de los que pierden dignidad porque
los consideran merecedores de una impiadosa
guadaña y justifican los muertos por abuso policial con un lacónico “uno menos”. Portadores de un
estatus que no tienen, estiran el cuello para observar la inundación desde un escalón en el que jamás estarán.
Huérfanos de argumentos, permiten que los
prejuicios dominen sus palabras, a riesgo de retroceder al Medioevo.
Inmunes a la coherencia, se dejan guiar por disparates como que el incremento de las tarifas los hará
gastar menos o que la reducción en el aumento de los haberes hará que los
jubilados ganen más. Tan perdidos están, que ven un paraíso en el iceberg a donde nos encaminamos.
Por eso no hay que sorprenderse
si no comprenden por qué la imagen
negativa del empresidente Macri está
en ascenso y siete de cada diez argentinos no ven con buenos ojos sus medidas. Tampoco asombrarse porque consideren K a cualquiera que esboce una
crítica, aunque sea el economista más ortodoxo. Y menos indignarse porque se abracen a cualquier patraña con formato
periodístico para seguir ostentando un tamaño que no tienen. El balde de
agua fría caerá en algún momento y el golpeteo de los hielos acomodará un poco
sus ideas hasta la próxima confusión.
Las
zanahorias marchitas
Algunos se contentan con un par
de fotos casuales en donde los personajes simulan gestos humanos. La
soledad los rodea siempre porque las
vallas alejan hasta a los que votaron por ellos. Un chamuyo estudiado pero
inconsistente completa el engaño que mostró
como un cambio lo que en realidad es la restauración de un modelo de
desigualdad perpetua. Los medios cómplices se encargan del resto: ocultar, distraer, disfrazar, adornar y
proteger. Un perverso mecanismo que actúa junto a jueces y fiscales que abonan la sospecha permanente sobre los que
intentan proponer un rumbo distinto al saqueo que estamos padeciendo.
El discurso oficial justifica
los despidos: en el Estado con los
ñoquis y en el sector privado con la competitividad. Por supuesto, son
pamplinas para disciplinar a los trabajadores, para asustar a los que pretenden
defender sus derechos, para gritar a los
cuatro vientos un futuro de explotación. Los medios públicos padecen el
desmantelamiento y la degradación que los amarillos les destinan. Como no rinden en el apuntalamiento de su
destructivo ideario, apuestan a que se conviertan en una presencia
fantasmal. Todo tiene que ser privado en un país en que el Estado facilita los negocios de unos pocos.
El caso de Fabricaciones
Militares es un ejemplo de ese capricho de clase: el gobierno argentino compra balas y chalecos importados para despedir
a los que los fabrican aquí. La localidad bonaerense de Azul está sufriendo
el cierre de Fanazul que deja afuera a más de 200 familias y el diálogo que plantea el oficialismo es el
acatamiento de sus órdenes. Como la gobernadora Vidal con los guardavidas:
protestar por los desplantes es violencia, pero
no lo es adeudar salarios o despedirlos.
Todo está en la mira de la
impronta PRO y mientras más pontifican,
más serruchan. La educación de calidad no es más que un lema para encantar
a los incautos: ya no se reparten más libros en las escuelas y el Programa
Conectar Igualdad ha quedado entre los
buenos recuerdos de la Pesada Herencia. En doce años de gestión
kirchnerista se construyeron más de 2000
escuelas en todo el país. En dos años de gerencia macrista, ni una sola. Y los jardines de infantes
tan prometidos brillan por su ausencia. El
maquillaje se apoya en el aire enrarecido que exhalan los angurrientos que
están vaciando el país.
Mientras el descontento se viraliza en toda la sociedad, los
medios hegemónicos entretienen a sus cautivos con allanamientos y excavaciones
orquestadas por la in-justicia jujeña para
no encontrar nada que involucre a Milagro Sala en alguna de las ficciones
de las que la acusan. A pesar de eso, la
tienen secuestrada desde hace dos
años sin otra condena más que la de los huevos que nunca pudo tirar a Gerardo Morales cuando era senador. La justicia
PRO es la venganza de una clase hacia
los que intentaron mejorar la vida de los que no tienen nada. Tantos años
de falsas acusaciones mediáticas sin más
sustento que el prejuicio, se convierten en sentencia con el generoso
reparto de prisiones preventivas a los que ni siquiera fueron procesados. Mientras
los miembros del Gran Equipo gozan de
impunidad hasta en los latrocinios más evidentes, los kirchneristas son
encarcelados gracias a jueces cómplices
que interpretan a martillazos la Constitución y las leyes.
Nada es eterno y menos los triunfos espurios. La Rosada
SA ha abierto muchos frentes adversos y en
lugar de sofocarlos, los provoca. Que Emmanuel Echazú, el único gendarme
imputado por la muerte de Santiago Maldonado, haya sido ascendido por Patricia Bullrich es una muestra de eso.
Otra provocación es la Reforma Previsional, aprobada a los apurones y con muchas presiones, a pesar de que
Macri, en la última campaña electoral, había
dicho que no vería la luz hasta 2019. O que el Ingeniero prolongue sus
vacaciones en la “República Terrorista de
la RAM”, superando los 100 días
desde su asunción, aunque siempre pregone que hay que trabajar hasta los
domingos. Hasta colocan un explosivo frente a una comisaría para vender la comedia del enemigo interior.
El empresidente también dice que todos debemos poner nuestro granito
de arena, pero los de abajo arrastran
rocas para extender la altura de la pirámide social. Como la desigualdad se
profundiza, los que se resisten son cada
vez más. Como la empatía es inexistente, se desentienden de los dramas que ellos mismos generan. Ni siquiera
con los familiares de los tripulantes del submarino misteriosamente
desaparecido tienen una gota de compromiso. Éste es el Cambio por el que muchos se dejaron tentar: la crueldad
de un modelo que ha venido para excluir. Nos
quieren desinformados, embrutecidos, empobrecidos y dispersos. Cuando los
melones del descontento terminen de acomodarse, el carro de la historia saldrá de este siniestro camino para retomar el
rumbo que jamás debimos abandonar.
son como una secta satánica, tienen hipnotizados a sus seguidores, es una pesadilla, gracias y comparto Gustavo-abrazos
ResponderBorrarBueno, quizás lo rescatable de estos tiempos amarillos, sea que las enumeraciones como las suyas, amén de repugnantes, desagradables, al final terminan siendo redundantes, porque nadie (salvo complicidad o idiotez crónicas) ignora la clase de porquería que es este virreinato de porquería.... está todo muy claro y el blindaje mediático ya oscila entre la pornografía y el aburrimiento..... supongo que el trabajo suyo es necesario, un antibiótico para la infección amarilla, pero en una de ésas, deberíamos ir hablando de la post basura, de fechas de vencimiento y lo que va a costar salir de ésto...
ResponderBorrarEn realidad, mi trabajo es tratar de sintetizar y simplificar las tropelías del Gran Equipo para aportar argumentos para los "propios" con la ilusión de que los "ajenos" comprendan el engaño. A los enajenados, no les llega nada más que las tretas de enajenación con las que desnutren sus mentes. Abrazo enorme
Borrarmuy buena reseña Gustavo, felicitaciones!
ResponderBorrar¿Unidad ciudadana, unidad de compañerxs, unidad de sueños compartidos
Gracias, Julia. Me alegro de que te haya gustado. Unidad de lo popular para un gobierno del pueblo. Cuando las corporaciones gobiernan, la mayoría sufre. Abrazo enorme
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