El calor nos da una tregua en
el centro del país. Al menos por unos días, nuestros cuerpos sentirán el alivio de abandonar el horno. Pero
el verano continúa y nos sigue gobernando Macri con su troupe de farsantes, lo que garantiza un futuro bastante
caldeado. Ellos, que aún exigen autocrítica y mantienen su inestable
equilibrio con el verso de la Pesada
Herencia, nos están conduciendo a un
infierno. Pero lo peor es que se enorgullecen de eso y no piensan abandonar
el rumbo marcado por el FMI y los
piratas financieros. Aunque estas recetas de despojo jamás han tenido el
éxito anunciado, siempre encuentran buena
recepción en virreyes dispuestos a sacrificar a sus pueblos en pos de
enriquecer más a los privilegiados. Cipayos
de todas las latitudes que llenan sus campañas de promesas que ni piensan
cumplir y, desde el trono usurpado con
malas mañas, vomitan medidas perjudiciales y apuestan al fracaso, del que obtienen descomunales ganancias.
Tarde, muchos están empezando a comprender que el Cambio no ha sido para mejorar, sino para profundizar la
desigualdad que, en un país como el nuestro, debería ser insignificante.
Y esto no es exagerado:
producimos alimentos para 400 millones de personas; con un poco más del diez por ciento alcanza para todos. Pero la
angurria de los terratenientes no se satisface con el 90. Siempre piden más porque no tienen tope: que les saquen las
retenciones, que no les cobren impuestos, que el dólar está atrasado, que los sueldos son muy altos, que hay sequía
o mucha humedad, que no tienen
competitividad, que quieren liquidar
las exportaciones cuando quieran y acumular las ganancias en el exterior.
Miles de excusas, pero nunca derraman un centavo: sólo lágrimas. Desde hace dos
años, cuando el empresidente anunció
la quita de las retenciones, el sector
agroexportador no generó un solo puesto de trabajo, sino todo lo contrario.
Por lo que parece, los miembros
del Gran Equipo deben tener el
diccionario al revés: toman medidas para producir cierto efecto, pero el resultado es lo opuesto. Para
bajar la inflación, ofrecen tasas de interés insólitas y a la vez incrementan las tarifas de servicios
públicos. Para incentivar el desarrollo, abren las importaciones de
cualquier cosa sin aranceles, lo que
provoca el cierre de pymes y emprendimientos familiares. Para tentar
inversiones, cancelan controles y precarizan el trabajo, pero sólo logran un poco tentador mercado
interno. De locos: dicen que quieren reducir el desempleo, pero el Estado Macrista es el primer desempleador;
dicen que quieren combatir la corrupción y nombran como Ministro a Luis Miguel
Etchevehere, acusado de evasión, estafas
y esclavitud. Con fanfarrias, fueron presentados como El Mejor Equipo de
los Últimos 50 Años pero están
destruyendo un país que debería ser indestructible.
El
origen del Mal
En realidad, no lo están destruyendo, sino despojando. El Gerente de La
Rosada SA está ejecutando una redistribución
regresiva de lo que producimos entre todos. Con una cantinela que sabemos
de memoria de tanto escucharla, Macri quiere convencernos
de que “lo que hay que hacer” es vaciar nuestros bolsillos para que
empresarios y productores puedan ganar mucho más que antes, con la vana
ilusión de que alguna vez nos devuelvan
algo de la dignidad perdida. Y cuando estemos secos como piedras, pondrán en
pausa su avarienta carrera para que recuperemos un poco de humedad y podamos
trepar un par de escalones. Pero si las gotas empiezan a parecer
redistribución progresiva, ya ponen el grito en el cielo para reclamar lo que no necesitan con frases que
brotan de sus más purulentas entrañas: esto
es populismo estatizante, no hay libertad, las
pibitas se embarazan por la platita, a mí nadie me regaló nada, esto se parece
a Cuba, Venezuela o el mal ejemplo
de turno.
Estas frases, amplificadas por
el establishment mediático, se
transforman en dogma dentro de las cabezas colonizadas por más absurdas que
sean y logran inclinar la balanza a
favor de modelos desigualadores. La treta resulta efectiva aunque instale incoherencias evidentes
como conmoverse con los quom pero odiar
a los mapuches o aplaudir los merenderos oficiales pero denostar los planes trabajar, que no existen desde 2002. Al punto de que
muchos se quejaran de lo poco que pagaban por el servicio de electricidad o
gas. Hay que ser un mago para conseguir
que alguien se queje porque algo está barato. Magos, no; pero machacones,
sí. Tanto que lograron tatuar la
necesidad de que las tarifas sean más caras para que el servicio sea mejor:
el usuario como inversor de las
empresas obligadas a distribuir la energía que produce el Estado. Llenar el barril hasta que alguna vez
derrame. Dos años de pagar facturas de susto y perdonar deudas millonarias con
la zanahoria de la inversión para que miles
de porteños y bonaerenses padezcan cortes de varios días en medio del sofocón
del verano. Y eso que los empresarios son amigos de Macri, que si fueran enemigos, deberíamos volver a las
antorchas.
Así lograron consenso en el
conflicto con las patronales agropecuarias, cuando Todos eran el Campo;
convencer de que la libertad de expresión
estaba en peligro con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; instalar
que a Nisman lo mató un comando iraní-venezolano
entrenado en Cuba con un karateca y un arma vetusta con balas vencidas; sostener
que el desendeudamiento y la defensa de
los intereses nacionales nos aislaban del mundo y miles de pamplinas más.
Por eso no debe sorprender que uno se encuentre con alguien que diga “Cristina se robó un PBI”, sin saber lo que es, cuánto significa y
dónde lo escondió. Los paraísos fiscales están copados por los PRO y las bóvedas que buscó el fiscal Marijuán –candidato
a la Procuraduría- con excavadoras en la Patagonia sólo fueron exabruptos de marketing con fondos públicos.
Y si Cristina se hubiera robado un PBI –alrededor de 600 mil millones de
dólares- sería la persona más rica del
planeta, superando a Carlos Slim que tiene “sólo” 50 mil millones de dólares.
El desquicio que inyectan en el
pensar del público cautivo desde las usinas de estiércol es tal que lograron que sea Presidente alguien que no
merecería siquiera ser vocal de un club de barrio o sembrar la esperanza de
que este pantanoso camino de espinas
lleve a La Revolución de la Alegría. Tanto que convierten la patoteada
de Vidal a unos guardavidas que reclamaban por sus salarios en un ejemplo
de civismo. Tanto, tanto, que hacen creer a sus abonados que el Gran Equipo está solucionado problemas cuando, en
realidad, está empeorando la vida de
casi todos los argentinos.
hola Gustavo, brillante como siempre y seguiremos empobreciendonos a la luz de las antorchas, esperanzas de milagro para el 2018 es mi deseo-besos y comparto
ResponderBorrarTal vez, un comienzo de año, de éste en particular, sea momento de replantearse algunas cosas, hasta aquí
ResponderBorrarveníamos sumando y tratando de asimilar los infinitos daños que esta revolución de la porquería NOS produce y, la verdad, ese relato que duele, que amarga, a todos esos perversos les encanta, les divierte.... les gusta, así se sienten superiores.
Y no son, son una mierda y creo que cabe empezar a hablar para que sientan así, de su FRACASO, de la ridiculez ostensible de sus discursos "mágicos", de lo siniestro de todos sus actos, desde la domiciliaria al monstrup a la jaula de la Milagro.... estos cosos son una desgracia y un peligro. pero ya podemos presuumirle la fecha de vencimiento...... año nuevo, precisamente, está amaneciendo un tiempo mejor, con la basura removida. Gratis no, pero en marcha.
Que pena escriban tanta basura y no revisen la basura, de los ultimos 25 años. Supuestamente ahora nos roba el fmi. Antes entonces quien me robaba? Ni siquieran aceptan que perdieron por inútiles. Quiza esto no sea mejor. Pero lo anterior fue una verdadera basura disfrazada de antiimperialismo. No cambien sus ideas. Solo manténgan silencio cuatro años y hablen con la urnas, si les da el cuero.
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