El gobierno de los Amarillos
nos está arrastrando por un camino
peligroso, no sólo desde lo económico y social, sino también desde lo ético. Que el homicidio
cometido por el policía Chocobar se convierta en modelo de protección ciudadana
y habilite una irresponsable discusión
sobre la pena de muerte es un ejemplo de ello. Tan confiados se sienten los
personeros del Cambio del resbaloso sendero elegido, que osan despertar el morbo de la sociedad atropellando códigos, leyes y
hasta la Constitución. Una estrategia embrutecedora para apartar de la
agenda los graves problemas que genera
el modelo de los globos y los chanchullos en los que están involucrados casi todos los funcionarios. Una pantomima para despabilar el lado oscuro de los prejuicios
y consolidar un consenso tan menguante que ni
la prepotencia mediática cómplice puede disfrazar.
Aunque las voces oficiales se
esfuercen, el caso Chocobar no es
prevención del delito ni legítima defensa. Los testimonios y el video así
lo demuestran. Sin embargo, el empresidente
y sus secuaces gambetean los hechos
para sustentar el embuste. La ministra de Seguridad Patricia Bullrich debió
apelar a mentiras infames y barbaridades
jurídicas con el fin de tranquilizar las sucias conciencias que todavía la
avalan. Cuando el policía disparó a mansalva, Pablo Kukoc estaba escapando, la cámara había sido recuperada y el
turista norteamericano estaba a salvo. Y además, había caído por una herida
en la pierna. Indefenso, fue ejecutado. Incomprensible que este claro episodio haya habilitado la discusión sobre la pena
de muerte.
José Miguel Vivanco,
responsable para América de Human Rights Watch, calificó el mensaje oficial como “peligroso” porque "está dispuesto a darle carta blanca a las fuerzas de seguridad para cometer abusos en la persecución de
delitos". El Jefe de Gabinete, Marcos Peña, con su decadente
encanto para embaucar, aseguró que “la
política de seguridad está basada en el cuidado de los argentinos”, aunque
Chocobar efectuó nueve disparos en plena
calle que podrían haber impactado en algún transeúnte. Y Pablo Kukoc, a
pesar de ser delincuente, también era
argentino. Para reforzar el cinismo que siempre lo desborda, Peña Braum
confesó creer “en la buena fe de los
integrantes de las fuerzas de seguridad”, aunque hayan mentido en los casos de Santiago Maldonado, Rafael
Nahuel, Pablo Kukoc y el informe de Gendarmería sobre el suicidio de Nisman.
Tanto mienten que el fiscal Ricardo Sáenz, militante
PRO a cargo de la acusación de Chocobar, fue interrumpido en la lectura de
su alegato por los camaristas de la Sala VI porque más parecía un defensor del homicida. Y después dicen que los fanáticos están de este lado de la
Grieta.
Mascaradas
con vencimiento
La demagogia punitiva es la estrategia PRO para convocar a su núcleo
duro. Una especie de justicia exprés que más se parece a un delivery exterminador. Si Macri,
Bullrich, Durán Barba y todo el elenco gubernamental aprovechan este abuso
policial para desviar nuestra atención, explotemos
al máximo esta obvia treta para dejarlos al descubierto. El imaginario
odiador supone la pena de muerte como una solución inmediata para la creciente
inseguridad. Este es el resultado previsible
de tanta manipulación perversa. Instaurar el castigo capital que pocos
países tienen necesitaría, en nuestro marco institucional, reformar la
constitución y los códigos penales y procesales, además de romper pactos internacionales, algo que nos aislaría del
mundo. Tanta transformación no se hace de un día para el otro. De lograr
tanto retroceso, la acción de Chocobar
está muy lejos de ese anhelo de pocos.
La ejecución de un reo no es
instantánea: la captura, el juicio, la sentencia y la ejecución de un delincuente
lleva años; tantos que, cuando se
concreta, la opinión pública ni se acuerda del delito. Además, este
mecanismo penal no se aplica a robos, hurtos, heridas leves, arrebatos sino al asesinato con saña. Relacionar
la pena de muerte con la sustracción de una cámara con heridas punzantes leves
es un despropósito. Si así fuera, ¿cómo
deberíamos castigar a los evasores, especuladores y explotadores que roban y
dañan a casi toda la sociedad?
Claro que, con un presidente
como Macri, todo se trastoca.
Mientras fiscales y jueces acólitos inventan causas para demonizar, perseguir y encarcelar a todos los que huelan a kirchnerismo,
el Ingeniero condenado por contrabando, perdonado por la estafa de las cloacas
de Morón, con cuentas off shore no declaradas y que intentó perdonarse la deuda
de 70 mil millones de pesos que su empresa tiene con el Estado, puede pontificar sobre honestidad y
transparencia. Y, además de endeudarnos por cien años, traspasa un límite
monstruoso al homenajear a un procesado
por “abuso de legítima defensa”, una manera amarilla de tildar una ejecución
in situ.
El Cambio nos obliga a
transitar senderos oscuros y escabrosos.
Sancionar con la muerte no soluciona nada, como
demuestran las estadísticas en los países donde esa pena existe. Más allá
de los trastornos psicológicos que pueden configurar a un homicida, ningún niño dirá que de grande quiere ser
delincuente, salvo en contextos particulares. Si bien no todo pobre es
ladrón, la desigualdad creciente es una
invitación para que lo sea. Y esto no debe tomarse como una justificación
del delito menor, sino como una búsqueda de la solución. Que un excluido robe
para comer, aunque esté mal, es una
consecuencia de la exclusión que padece. Pero que un multimillonario escamotee fortunas a la sociedad
abusando de su posición dominante debería
indignar a todos. Más aún si tenemos en cuenta que ese accionar delictivo de los más ricos es lo que provoca tanta
desigualdad.
Sin embargo, el Gobierno Amarillo
está conformado por personajes así:
angurrientos y despiadados; cínicos que incrementan
de manera espuria su patrimonio mientras pregonan sobre la cultura del trabajo y el esfuerzo. Corruptos
sin freno que señalan la paja en el ojo ajeno, mientras ostentan, sonrientes, las vigas que cuelgan de los propios.
Beneficiados perpetuos del nepotismo oligarca que alimentan al resto con migajas meritocráticas. Ellos se reconocen,
se acomodan y se protegen, dejando a la
mayoría en la indefensión.
Arrebatadores de futuro,
disfrazados de intachables, lograron copar La Rosada para conquistarlo todo: premian la ignorancia con ministerios, los
chanchullos, con impunidad y el saqueo, con palmadas en la espalda.
Amparados en el blindaje mediático, la complicidad judicial y la confusión del
público, hacen del país un negocio
exclusivo, tanto que terminará con una exclusión record.
Muchos lo advirtieron antes del
balotaje, pero algunos se dejaron
engañar. Con el tiempo, los colmillos de esta nueva alianza quedaron tan visibles que el desengaño comenzó a
expandirse, no sólo en los votantes sino en aquellos que no fueron elegidos para consentir ni para garantizar
una gobernabilidad que sólo beneficia
a unos pocos. El freno a estos
despiadados conquistadores debe accionarse de inmediato, sin nombres pero
con banderas partidarias o argentinas, en las calles, en los tribunales, en el
Congreso, con la plena convicción de que
lo que Ellos planean no es el país que soñamos sino el pantano en el que muchas
veces ya nos hemos zambullido.
"pena de muerte para este gobierno de la mano de la constitución"esa es el "arma legal" que tenemos para ejecutar a estos delincuentes que estafan, roban, mienten, asesinan y "revientan" al país para saciar su hambre de poder y codicia sin limites-gracias estimado Gustavo-compartido-besos
ResponderBorrarBueno, Gustavo, pero como es Carnaval, corresponde admitirles el talento (o la asesoría profesional) para los disfraces (si hasta hay alguno/a disfrazado de ser humano), el problema es uno, que insiste en la mirada chueca, desconfiada ante el rosario de virtudes amarillas.
ResponderBorrarTenemos que asumir que la pena de muerte es un reclamo popular, t durancito barba apenas un mediúm entre ese reclamo masivo y la cúpula el virreinato... y la DEA y ña pato, la mejor mezcla para librarnos de tanto flagelo; mire, si vamos a ser masoquistas, seámoslo en serio. Y como sabemos, la seriedad es lo distintivo en el virreinato. Sí, ya sé, usted dirá que parece joda el frenesí firmador de pagarés, la fuga de esos dólares que no llueven, los despidos y las fábricas y boliches que cierran.... el tema es que parece joda pero no es, son cosas serias y demuestran que van muy en serio, especialmente si piensa en los chocobar y en tanto comedido dispuesto a reventarlo, a usted, a mí, a un pibe sea o no sea chorro... es Carnaval, a unos los disfrazan de humanos y angelicales y a otros de rambo, de pitbull malo; en fin, modos de divertirse, vió?, Y ésta es la revolución de la alegría, que rima con porquería, claro...