lunes, 7 de mayo de 2018

Un estallido de crueldad


Cada vez queda más claro que el Cambio sólo distribuye injusticias. Y eso pudo apreciarse en la conmemoración del 1° de mayo, atravesado más por la angustia que por la conquista, con actos desperdigados, enérgicas consignas que rebotan en oídos tapados y una CGT casi claudicante. La potencia que muchos dirigentes exhibían contra el impuesto a las ganancias durante el gobierno de Cristina se ha transformado en el camino de una babosa. Esa distribución de injusticias también puede verse en la respuesta del Gran Equipo ante la corrida cambiaria: más dólares para que un puñado de timberos siga apostando a costa de ajustes que padecerá la mayoría. Los muchos subsidiamos la angurria de unos pocos. Y sobre el final de la semana –como alimento pre-digerido para fieras-, el pillaje a los cuadros de Víctor Hugo Morales evidencia cuán prepotentes se vuelven los poderosos cuando advierten que no hay frenos. Así estamos, ante una banda de saqueadores desbocados que, con desparpajo nos prometen más injusticias.
Esto sí es autoritarismo: que algunos fiscales y jueces -cómplices o timoratos-pongan los mecanismos de la justicia a los pies de un empresario para que pueda ejecutar su venganza por la travesura de un periodista. Pero no es el único, pues los más de treinta presos políticos que hay en el país experimentan esa lógica. El establishment comandado por Héctor Magneto está castigando a los que lo han desafiado y amenazando a los que lo pueden hacer. Ahora que el país está en manos de unos pocos para amoldarlo a su antojo, ya no hay más crispación ni grieta, aunque el hambre esté invadiendo muchos hogares y la pobreza sea creciente, aunque las promesas de campaña hayan acabado en burla, aunque los apologistas se disfracen, temporalmente, de críticos, aunque el oficialismo quiera doblegar al Congreso.
Las venganzas del Grupo Clarín están en casi todas las causas judiciales que imputan a funcionarios del gobierno anterior que impidieron la realización de algún negocio. Como son inviables, estiran la resolución para que el público cautivo siga creyendo que todos los tropiezos del presente son consecuencia de la corrupción K. La demonización del pasado reciente aún sirve para saborizar los malos tragos de hoy. Además, aportan algunas noticias falsas para militar el ajuste, como los consejos para ahorrar energía, lo bueno de las vacaciones en casa o ahora está de moda comprar ropa usada. Y para reforzar el efecto anestésico, nada mejor que presentar a Cavallo como el cuco que puede volver si protestamos mucho. De un lado ponen a Cristina y del otro al Mingo, para que tomemos como suaves las asperezas del Cambio.
El error es la intención
El deterioro es tan evidente que hasta el Jefe de la Policía Bonaerense, Fabián Perroni, consideró que el delito más simple aumenta porque hay gente que no tiene para comer. La impresentable Patricia Bullrich ladró desde Washington: “su declaración no fue de lo más feliz”. Y después de aullar esa mentira de que la pobreza está bajando, disparó que “la sensación de inseguridad es muy fuerte en la Argentina”. Justo ella, que se burló cuando era la cabecilla de una oposición rabiosa, apela a esa expresión. Además de malos gobernantes, son copiones. La sensación de lo que sea se construye gracias al poder mediático, que ahora apuntala este régimen. Si la comisión de delitos supera el blindaje la situación debe ser alarmante.
No es para menos: el consumo masivo cerró el primer trimestre con una caída del 1 por ciento respecto al mismo período del año pasado. Cuando la venta de alimentos en almacenes y supermercados disminuye no es porque los ciudadanos hayan decidido hacer dieta. El abuso en los precios, la pérdida de poder adquisitivo de los ingresos y el desempleo operan para que esto ocurra. Y el bestial incremento en las tarifas de los servicios públicos influye mucho más de lo que los amarillos reconocen. Pero a Ellos no les interesa el bienestar de los argentinos, sino incrementar las ganancias de sus empresas con el mínimo esfuerzo.
Tampoco les interesa el desarrollo, como tanto cacarean, si no, insistirían con que las empresas energéticas inviertan parte del botín para mejorar la producción y distribución. Y ni hablar de los combustibles: con un ministro de Energía del palo de las petroleras, la meta del autoabastecimiento está cada vez más lejana. A pesar de la impactante recuperación de los precios internacionales, la producción local de petróleo sigue en picada. Aunque Macri use Vaca Muerta como escenografía para recitar sus prometedores balbuceos, la importación de crudo se incrementó en un 1544 por ciento respecto a 2015. Y lo peor es que en dos años y un trimestre, el ingreso de crudo equivale a casi todo lo que se importó entre 2003 y 2015.
Hasta ahora, el Cambio es un drenaje de divisas hacia guaridas fiscales. Un flujo que parece no ser eterno. Desde Wall Street están cerrando el grifo. Y como la política macrista está basada en financiamiento externo y restricción interna es normal que empecemos a experimentar algunos sacudones ante cualquier estornudo en el Imperio. La calificadora internacional Moodys advierte que "el reciente debilitamiento del peso refleja una mayor percepción de riesgo para activos argentinos". La revista Forbes aconseja a sus especu-lectores que es momento de salir de la Argentina”. El londinense Financial Times destaca la “suba de las tasas de interés mientras se desploma el peso”. La agencia Bloomberg asegura que los inversores –especuladores golondrinas- “cuestionan la credibilidad del Banco Central”. Un exitazo de la integración al mundo: Argentina es el país que más se endeudó en tan poco tiempo. Los apostadores huyen porque están a punto de quebrar la banca. Tanto cambiamos “futuro por pasado” que pronto volveremos a ver en los medios el Riesgo País junto a la cotización del dólar y el pronóstico del tiempo.
Mientras tanto, la respuesta del Gran Equipo es más ajuste. Lo que recortaron a los jubilados es lo que el Banco Central destinó para que los especuladores tengan un dólar contenido. Los amarillos dicen que subsidiar el consumo de energía es un derroche, pero no lo es dejar que se lleven los dólares que engrosan la deuda pública. Y esto no es un error, sino El Plan. En lugar de controlar la sangría de capitales y cobrar unas monedas a los que la levantan con pala mecánica, aplican recortes en educación, salud, obra pública y desmantelan los organismos públicos encargados de garantizar la calidad de lo que consumimos. Para favorecer la especulación, nos dejan desamparados. Todo por la promesa de una lluvia de inversiones que jamás llegará. Si es más fácil ganar con corridas cambiarias y financieras, nadie derrama nada. Macri no debería mostrarse decepcionado, porque forma parte de ese selecto grupo. El error es que alguien así se haya convertido en presidente. Error que pronto deberemos subsanar.

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