Cada vez queda más claro que el Cambio sólo distribuye injusticias.
Y eso pudo apreciarse en la conmemoración del 1° de mayo, atravesado más por la angustia que por la conquista, con actos
desperdigados, enérgicas consignas que rebotan
en oídos tapados y una CGT casi claudicante. La potencia que muchos
dirigentes exhibían contra el impuesto a las ganancias durante el gobierno de
Cristina se ha transformado en el camino
de una babosa. Esa distribución de injusticias también puede verse en la respuesta del Gran Equipo ante la
corrida cambiaria: más dólares para que un puñado de timberos siga
apostando a costa de ajustes que padecerá la mayoría. Los muchos subsidiamos la
angurria de unos pocos. Y sobre el final de la semana –como alimento
pre-digerido para fieras-, el pillaje a los cuadros de Víctor Hugo
Morales evidencia cuán prepotentes se vuelven los poderosos cuando advierten
que no hay frenos. Así estamos, ante una banda de saqueadores desbocados
que, con desparpajo nos prometen más injusticias.
Esto sí es autoritarismo: que
algunos fiscales y jueces -cómplices o timoratos-pongan los mecanismos de la
justicia a los pies de un empresario
para que pueda ejecutar su venganza por la travesura
de un periodista. Pero no es el único, pues los más de treinta presos políticos que hay en el país experimentan
esa lógica. El establishment comandado por Héctor Magneto está castigando a los que lo han desafiado y amenazando a los que lo
pueden hacer. Ahora que el país está en manos de unos pocos para amoldarlo
a su antojo, ya no hay más crispación ni
grieta, aunque el hambre esté invadiendo muchos hogares y la pobreza sea
creciente, aunque las promesas de
campaña hayan acabado en burla, aunque los apologistas se disfracen,
temporalmente, de críticos, aunque el
oficialismo quiera doblegar al Congreso.
Las venganzas del Grupo Clarín están
en casi todas las causas judiciales que
imputan a funcionarios del gobierno anterior que impidieron la realización
de algún negocio. Como son inviables, estiran la resolución para que el público
cautivo siga creyendo que todos los
tropiezos del presente son consecuencia de la corrupción K. La demonización
del pasado reciente aún sirve para saborizar
los malos tragos de hoy. Además, aportan algunas noticias falsas para militar el ajuste, como los consejos para ahorrar
energía, lo bueno de las vacaciones en casa o ahora está de moda comprar ropa usada. Y para reforzar el efecto
anestésico, nada mejor que presentar a Cavallo como el cuco que puede volver si protestamos mucho. De un lado
ponen a Cristina y del otro al Mingo, para
que tomemos como suaves las asperezas del Cambio.
El
error es la intención
El deterioro es tan evidente que
hasta el Jefe de la Policía Bonaerense, Fabián Perroni, consideró que el delito más simple aumenta porque hay
gente que no tiene para comer. La impresentable
Patricia Bullrich ladró desde Washington: “su
declaración no fue de lo más feliz”. Y después de aullar esa mentira de que la pobreza está bajando, disparó que “la sensación
de inseguridad es muy fuerte en la Argentina”. Justo ella, que se burló
cuando era la cabecilla de una oposición
rabiosa, apela a esa expresión. Además de malos gobernantes, son copiones. La sensación de lo que sea se construye
gracias al poder mediático, que ahora apuntala este régimen. Si la comisión de delitos supera el blindaje
la situación debe ser alarmante.
No es para menos: el consumo masivo
cerró el primer trimestre con una caída
del 1 por ciento respecto al mismo período del año pasado. Cuando la venta
de alimentos en almacenes y supermercados disminuye no es porque los ciudadanos
hayan decidido hacer dieta. El abuso en
los precios, la pérdida de poder adquisitivo de los ingresos y el desempleo operan
para que esto ocurra. Y el bestial incremento en las tarifas de los
servicios públicos influye mucho más de
lo que los amarillos reconocen. Pero a Ellos no les interesa el bienestar
de los argentinos, sino incrementar las
ganancias de sus empresas con el mínimo esfuerzo.
Tampoco les interesa el desarrollo,
como tanto cacarean, si no, insistirían con
que las empresas energéticas inviertan parte del botín para mejorar la
producción y distribución. Y ni hablar de los combustibles: con un ministro de
Energía del palo de las petroleras, la meta del autoabastecimiento está cada
vez más lejana. A pesar de la impactante recuperación de los precios
internacionales, la producción local de
petróleo sigue en picada. Aunque Macri
use Vaca Muerta como escenografía para recitar sus prometedores balbuceos,
la importación de crudo se incrementó en
un 1544 por ciento respecto a 2015. Y lo peor es que en dos años y un
trimestre, el ingreso de crudo equivale
a casi todo lo que se importó entre 2003 y 2015.
Hasta ahora, el Cambio es un drenaje de divisas hacia guaridas
fiscales. Un flujo que parece no ser eterno. Desde Wall Street están cerrando el grifo. Y como la política
macrista está basada en financiamiento
externo y restricción interna es normal que empecemos a experimentar
algunos sacudones ante cualquier
estornudo en el Imperio. La calificadora internacional Moodys advierte que "el reciente debilitamiento del peso
refleja una mayor percepción de riesgo
para activos argentinos". La revista Forbes aconseja a sus especu-lectores que es “momento de salir de la
Argentina”. El londinense Financial Times destaca la “suba de las tasas de interés mientras se desploma el peso”. La
agencia Bloomberg asegura que los inversores –especuladores golondrinas- “cuestionan
la credibilidad del Banco Central”. Un exitazo de la integración al mundo: Argentina es el país que más se endeudó en
tan poco tiempo. Los apostadores
huyen porque están a punto de quebrar la
banca. Tanto cambiamos “futuro por
pasado” que pronto volveremos a ver
en los medios el Riesgo País junto a
la cotización del dólar y el pronóstico del tiempo.
Mientras tanto, la respuesta del
Gran Equipo es más ajuste. Lo que recortaron a los jubilados es lo que el Banco Central destinó para que
los especuladores tengan un dólar contenido. Los amarillos dicen que subsidiar
el consumo de energía es un derroche, pero no
lo es dejar que se lleven los dólares que engrosan la deuda pública. Y esto no es un error, sino El Plan. En
lugar de controlar la sangría de capitales y cobrar unas monedas a los que la
levantan con pala mecánica, aplican
recortes en educación, salud, obra pública y desmantelan los organismos públicos encargados de garantizar la
calidad de lo que consumimos. Para favorecer la especulación, nos dejan desamparados. Todo por la
promesa de una lluvia de inversiones que jamás llegará. Si es más fácil ganar con corridas cambiarias y financieras, nadie
derrama nada. Macri no debería mostrarse decepcionado, porque forma parte de ese selecto grupo. El error es que alguien
así se haya convertido en presidente. Error
que pronto deberemos subsanar.
gracias Gustavo! comparto-besos
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