En sintonía con el Mundial, los cambios en el Cambio pueden
inspirar metáforas futboleras que pretenden
ilustrar el entendimiento, pero al final, lo confunden. Un equipo de
fútbol, por más selección que sea, no
modifica la vida de un país. Apenas la altera por unas horas, pero no más
que eso. Un equipo de gobierno, sí;
más aún cuando ha sido presentado como el
mejor de los últimos 50 años. Tan bueno que ha generado una situación
crítica de la que no se sale trocando figuritas. Tan eficiente que sólo ha convertido goles en contra de la
mayoría. Tan selecto que ha trastocado todas las variables. Tan veraz que no cesa de mentir. Con
jugadores tan confiables que se la pasan suplicando
confianza. Embusteros que exigen a los demás sacrificios que jamás harían. Hipócritas que pontifican sobre una
honestidad que nunca han tenido. El
maquillaje al que apela el artífice de
este caos resulta sospechoso: anunciar la salida de funcionarios sostenidos
durante más de dos años la noche del sábado en que debutó la Selección es un indicio de desesperación y una
muestra más del engaño que comenzó antes de diciembre de 2015. El pantano
al que nos acercamos es el desagüe del
túnel propuesto para alejarnos de una Pesada Herencia que no existía.
Después del burlón bailecito en
el balcón de la Casa de Gobierno, Macri expresó su optimismo por el futuro
económico del país gracias al shock de confianza que generarían sus
políticas. La lluvia de inversiones produciría
desarrollo y convertiría al peso en una
moneda fuerte ante el dólar. El fin
del aislamiento implicaría múltiples beneficios para nuestro país. Que
seríamos el supermercado del mundo con
el crecimiento de las economías
regionales. Que en dos minutos solucionaría
el problema de la inflación, a la que catalogó como una muestra de la incapacidad
para gobernar. Todo esto dijo
y mucho más para ilusionar a sus votantes, conquistar a los dudosos y conseguir
el apoyo de tibios opositores. Nada de
eso pasó. La confianza inicial fue excesiva, además de improductiva y ahora
el Gerente exige una fe ciega para
seguir por este tortuoso sendero.
Camino que, como auguran casi
todos, no nos llevará a ningún futuro
venturoso. Con la desmemoria como inspiración, el empresidente y sus secuaces presentan el acuerdo con el FMI como lo mejor que podría pasarnos. Sin
embargo, los términos de la Carta de Intención y el Memorándum de Políticas
Económicas y Financieras indican algo
diferente. Con la expresión de feliz
cumpleaños que suelen vestir, los amarillos aseguran que el organismo multilateral no impondrá
condiciones y que el plan económico estará definido por el gobierno. Pero
el documento expresa todo lo contrario: no
sólo degradará la autonomía de la actual gestión, sino de las que la sucedan.
Un
poco de desprecio, también
El FMI no es una sociedad de
beneficencia conformada por nobles y generosos multimillonarios que ponen sus fortunas al servicio de los
países necesitados. Como ya hemos experimentado, es una banda de especuladores en busca de fáciles
ganancias con la complicidad de cipayos con
disfraz de Presidente. Si apuestan sus fichas es para ganar la partida. Si
deciden jugar es porque imponen las
reglas y el mazo con los naipes marcados. Y, por las dudas, varios ases en
la manga. Los que pierden son los que ni
se acercan al casino, que deben sacrificar derechos para saldar cuentas ajenas.
Con la excusa de bajar el déficit
fiscal, los gerentes del Estado recortan las partidas destinadas a la
distribución en lugar de incrementar los
tributos de los que más tienen. Si hay déficit es por la renuncia a
recaudar y por los estragos producidos por ajustes y tarifazos. Si la
cotización del dólar desafía las previsiones es porque las medidas del Gran Equipo alientan la acumulación y la fuga. Si
la inflación es como una bola de nieve es porque La Revolución de la Alegría
construyó el escenario ideal para
aplicar una economía de shock, que no es lo que hemos vivido hasta ahora, sino algo peor. El ajuste fiscal de 500
mil millones de pesos en obra pública, transferencia a las provincias, empleo
público, subsidios a los servicios y seguridad social significará menos dinero en el mercado interno y más pobreza en la
mayoría. Entre las exigencias del FMI está la liquidación del FGS de la
ANSES y la privatización de empresas públicas. Y todo para no molestar a los agrogarcas y especuladores financieros que
pueden acumular y fugar sin tributar un centavo. Todo para seguir alimentando el juego del dólar.
Macri cambia a los funcionarios
sin modificar un milímetro sus planes
para profundizar la desigualdad. Si saca a Sturzenegger para meter a Caputo
no es porque quiera conquistar nuestra confianza. Que el Banco Central esté en
manos de un especulador como El Toto es
como poner a un oso al cuidado de un
barril de miel. Que desplace a Aranguren no significará que las tarifas de
los servicios públicos dejarán de
succionar nuestras billeteras. Que saque a Pancho Cabrera del Ministerio de Producción no indica el inicio de una era industrialista. La confianza que
busca es la del Mercado, ese eufemismo que camufla a las mil familias que se enriquecen con lo que producimos entre
todos. La confianza de los que no forman parte de esa élite está fuera de lugar, porque nada de lo realizado por El Ingeniero
los tiene como beneficiarios. Más bien
como víctimas de los innecesarios ajustes.
Quizá por eso la desconfianza se
palpa en el rostro de los transeúntes y el optimismo no colorea las miradas.
Hasta los apologistas mediáticos esbozan
un tímido desánimo en sus editoriales. Hasta los más consustanciados con el
ideario de la derecha gobernante pintan
un futuro más turbulento que el actual. Por eso la ministra de Seguridad
Patricia Bullrich patotea a los
sindicalistas y amenaza a los disconformes. Sólo con la prepotencia
intentan sofrenar las demandas de los que no
pueden sacrificar nada más que su vida.
La multitud que pobló los
alrededores del Congreso durante el tratamiento de la Ley de Interrupción
Voluntaria del Embarazo demuestra que no
existe destino inevitable. Si el día anterior parecía triunfar el rechazo
entre los Diputados, la presencia de miles de manifestantes festivos torció el resultado hacia el lado de la
conquista de derechos. Y más contundente deberá ser para convencer a los
Senadores.
De ahora en más, las calles tienen la palabra. No sólo
con la despenalización del aborto sino con
todo lo que se viene. Ahora podemos empezar
a escribir nuestro futuro, rechazando el acuerdo con el FMI y toda la deuda tomada para activar la
bicicleta financiera, la flexibilización laboral que tienen bajo el sobaco,
la entrega del patrimonio y los recursos naturales, la represión al pueblo mapuche para los estancieros foráneos y
vernáculos, la sumisión a los intereses del Imperio y todo lo que planean hacer con nuestro país. Nada bueno podemos
esperar de estos sátrapas. Desconfianza
es lo que inspiran y desprecio es lo que merecen. Cuanto antes, mejor.
gracias Gustavo, comparto-abrazos
ResponderBorrarAntes, cuando el virreinato era una posibilidad ominosa, desagradable pero incierta, uno tendía a creer que era imposible que esta sociedad se suicidara tan "alegremente"... y fue un error, aunque por poco, eligieron esta porquería.
ResponderBorrarPrimero fue desconcertante, ahora, ante el continuo espectáculo de ineptitud, corrupción y descalabro económico social, desempleo y colapso de empresas y empresitas, la cosa ya pinta para insoportable y la pregunta es ¿hasta cuándo?... y la respuesta parece ser ...hasta estar mucho peor. Porque ésa y no otra es la vía virreinal, que ni siquiera repara en la inmundicia simbólica del acta de rendición con el FMI, el 20 de junio, día de la Bandera, de Belgrano y de una historia tan, pero tan distinta a ésto que debiera abrumar y sin embargo, no se ve que pase.
Quisiera creer que es por culpa del Mundial, pero sospecho que no, que el re-formateo amorfo e imbécil de tanto compatriota sigue dando sus frutos envenenados... la verdad, si se pueden ver tuiteos de quienes hablan de "castigo divino" (por votar a favor de la despenalización del aborto) en la tragedia familiar de un diputado oficial, casi que no dan ganas de pensar optimistamente, no?. Cuesta reconocerse que aún queden cosas en común con gentes así.
En fin, de su post, lo más pesado es la degradación de tanta palabra valiosa como confianza, futuro, progreso... sólo para terminar en la codicia satisfecha de la porquería desgobernante... ¿merecen desprecio, Gustavo?, se queda corto, muy.....
Que burro que sos! Anda a vivir a venezuela! Si estas cagado de hambre es porque no generaste en tu vida riqueza en la sociedad.
ResponderBorrarChe, Anónimo. ¿Me decís burro a mí? ¿Por qué me tengo que ir? Además, no estoy "cagado de hambre". No escribo mirando mi ombligo, sino cuestiono la situación en general. Por lo que se ve, tu intolerancia es incontenible. Abrazos
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