jueves, 20 de septiembre de 2018

El amargo sabor del pasado


El Cambio no para de arruinar la vida de gran parte de los argentinos. No hay que hacer demasiado esfuerzo para descubrir que la Revolución de la Alegría está cada vez más lejos, como todo lo prometido por el Ingeniero y sus secuaces. La frase con que la gobernadora Vidal celebró su espurio triunfo -“cambiamos futuro por pasado”- parece más una declaración de principios que un fallido. Que el empresidente declame –prescindiendo de datos, como siempre- que “la decadencia argentina comenzó hace 70 años” es un indicio de que nos quiere llevar a la década del 30 del siglo pasado; a esos tiempos en blanco y negro de vacas, granos, peones esclavizados, millones de excluidos y mucho fraude. Un futuro tan pasado en el que unos pocos vivirán de lujo gracias al sacrificio del resto.
El Mejor Equipo de los Últimos 50 Años nos conduce hacia los peores momentos de nuestro ayer. El candidato que fanfarroneaba con bajar la inflación en dos minutos ahora debería reconocer su “incapacidad para gobernar”, como decía de Cristina por no poder controlarla. Hoy, que el índice de agosto araña el cinco por ciento y promete más de siete para septiembre pone como excusa los problemas del mundo al que tanto nos quiso integrar. Para encontrar estos números deberíamos remontarnos a los primeros años del gobierno de Menem. Y como el INDEC registró que el índice de precios mayoristas interanual es del 51,4 por ciento, este viaje al pasado sobrevuela la Híper de Alfonsín a finales de los 80. Con estas cifras, el Gran Equipo casi duplicó la inflación de 2015 -23 por ciento contra 45- aunque sigan hablando de la Pesada Herencia.
Además, algunos se esfuerzan por olvidar que el Gerente de La Rosada SA prometió en campaña “el Gran Cordobazo del Crecimiento”, porque manifestó estar “harto de que seamos la paradoja del mundo, con la riqueza de recursos naturales y humanos que tenemos”. Y para que no queden dudas de que invitaba al electorado a un desarrollo histórico, cerraba sus recitados con “llegó la hora de demostrarnos a nosotros primero y después al mundo de lo que somos capaces los argentinos". A pesar de estos encendidos versos, la  caída de la actividad será del 2,4 por ciento este año, lo que indica una diferencia de cinco puntos negativos respecto a 2015, año del inicio de la Revolución de la Alegría. No es para menos, si el consumo se redujo en un 2,9 por ciento en comparación con agosto del año pasado y todos saben –menos los amarillos- que constituye casi un 70 por ciento del PBI. Sin consumo, no hay crecimiento; así de fácil. De lo que los argentinos somos capaces es de permitir que alguien como Macri haya trepado a la Primera Magistratura para traicionar la voluntad popular y destruir lo más posible. Y tan capaces, que le estamos teniendo mucha paciencia.
Sin sopa ni mosca
Si los que votaron por los globos no se sienten burlados es porque un falso orgullo los domina. Si se exaltaban con la demagógica fantasía de Pobreza Cero, deberían estar muy indignados ahora que estamos más lejos de esa meta. El director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia –cuyas cifras eran sagradas en los tiempos en que estos oficialistas eran oposición- aseguró que de acá a diciembre se va a desatar “un shock tanto por precios como por estancamiento y va a producir un aumento importante de la pobreza por ingresos”. Si a poco de asumir, Macri pidió que lo evalúen en base a la reducción de la pobreza, ahora que se ha incrementado a niveles mayores que los de 2014 y 2015, ¿cuánto más hay que esperar para aplazarlo?
Y si lo votaron por la eliminación del Impuesto a las Ganancias, ¿no se sentirán un poco incómodos porque cada vez lo pagan más trabajadores sin recomposiciones salariales significativas? Un tributo que ya no se dirige a la equidad, sino al agujero negro de la deuda. Si todavía piensan que vamos a salir del túnel de la mano de Mauricio, habría que comenzar a decepcionarlos. Mientras más sigamos avanzando por este tenebroso recorrido, el deterioro económico será mayor y la soberanía se convertirá en un buen recuerdo.
A estos retrocesos malintencionados, se suma el condimento preferido de la derecha gobernante y sus perversos instigadores: la cruda violencia que se manifiesta en el discurso dominante, el pisoteo institucional y la arbitrariedad judicial. La lluvia de episodios violentos que ahoga nuestra memoria debería ocasionar una repulsa hacia los usurpadores amarillos. Sin embargo, aún quedan bastantes individuos que aplauden con fervor los linchamientos, tanto simbólicos como carnales. ¡Cuántos habrán sonreído con placer ante el encarcelamiento del dirigente social Juan Grabois por defender a los senegaleses! ¡Cuántos estarán añorando una Ley de Residencia que expulse sin dudar a los extranjeros insumisos! ¡Cuántos estarán esperando el diseño de un muro inexpugnable a lo largo de la Grieta para que los indeseables se pierdan de vista para siempre!
Y por supuesto, también están preparados para festejar con champaña y petardos cuando el inefable juez Bonadío logre meter presa a Cristina, aunque haya más excusas que motivos, más prejuicios que pruebas, más venganza que justicia. Aunque sea por unas causas inventadas por operadores periodísticos, por el sólo gusto de tenerla entre las rejas por unas horas, por el mezquino placer de verla vencida.
Los números importan menos que las imágenes a la hora de identificarse con lo que no son ni serán nunca. Esos que por recibir una sonrisa complaciente del amo son capaces de renunciar a la dignidad y por un amago de caricia, patear la cabeza de sus pares. Después, cuando la caricia se transforma en sopapo, buscan el apoyo de los que antes traicionaron y simulan fraternidad hasta que termine el problema. Finalmente, la rutina se transforma en amnesia y al tiempo, vuelven a caer en la trampa y nos meten a casi todos en ese vicioso círculo.
Tal vez sea el momento de romper esta rueda para impedir que el egoísmo absoluto vuelva a ensombrecer nuestro futuro. De una vez por todas debemos aprender a diferenciar adversarios de enemigos para evitar que nos vuelvan a meter en el mismo túnel.

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