lunes, 3 de septiembre de 2018

Los incendios del Gran Equipo


Al igual que el Ricardo III de Shakespeare, en medio de este desastre auto-gestionado, el buen Mauricio clama “mi gobierno por un ajuste”. Como si la única manera de salir de este laberíntico túnel fuera seguir echando combustible a la hoguera en que convirtió al país. No por torpeza o impericia, no por descuido o candidez, sino con la maligna intención de desigualar aún más. Algunos pseudo-críticos afirman que Macri piensa al país como una empresa; si así fuera, estamos ante un pésimo gerente. Otros, apologistas encubiertos, apelan a la errónea metáfora de la casa para justificar la guadaña implacable que agita sobre trabajadores estatales, discapacitados, adolescentes y jubilados. Muchos hablaron de la peor semana del gobierno, olvidando que gran parte de nuestros conciudadanos hace más de dos años que no tienen ni un solo día bueno.
La corrida cambiaria que estelarizó el zócalo de los canales, junto a la escalada del Riesgo País, aportó un poco de adrenalina a una agenda hegemónica que hacía la plancha sobre los no-cuadernos de Centeno. El fantasma de la híper inflación estremeció el corazón de los memoriosos y la analogía con la crisis de 2001 despertó a desmemoriados, ingenuos y papamoscas. Los que nacieron después de todo eso sospechan que lo que se viene será una experiencia inolvidable y no de la mejor manera. Mientras unos esporádicos saqueos adelantan diciembre, el Gran Equipo se juntó el fin de semana para diseñar los próximos pasos de esta bacanal que disfrutan unos pocos.
Si el Ingeniero intranquilizó a los Mercados con sus balbuceos del miércoles, la diputada Carrió embruteció aún más a sus seguidores con citas bíblicas, augurios angelicales y acusaciones delirantes. Lo de siempre: la culpa es de los K, que desempolvaron los dólares que se robaron para desestabilizar al eficiente gobierno amarillo con la devaluación de la moneda. Comprar dólares con dólares es un absurdo para necios, pero todavía quedan algunos que se ufanan de su necedad. Los trolls de Marcos Peña, con su poder un poco devaluado, convirtieron en tendencia tuitera la tontería del golpe peronista, cuando, en verdad, los verdaderos desestabilizadores están en La Rosada SA y su entorno.
Durante el fin de semana, los rumores sobre las medidas del empresidente, en lugar de calmar las aguas, las vuelven más turbulentas; en lugar de generar confianza, alientan el recelo; en lugar de invitar a la esperanza, incentivan el desánimo. Y todo porque esta pandilla de saqueadores no propone sueños, sólo defeca pesadillas.
El menú de los farsantes
La eliminación de algunos ministerios es austeridad para la gilada; en realidad, pone más en evidencia la impronta destructiva, avarienta y despectiva de los PRO. Apuntar al déficit fiscal en pesos para enfrentar el carnaval del dólar es una muestra de eso. Un simulacro o una excusa para concretar lo que el Cambio se propone: convertir al Estado en una sucursal de las corporaciones y al pueblo, en el blanco de las succiones más despiadadas.
Esto lo ha hecho desde su primer día al frente del gobierno, pero ahora se están evidenciando las consecuencias. El candidato que se presentó en campaña como un desarrollista tomó medidas que alentaron la especulación y la fuga. Y esto que podría pensarse como una contradicción gigantesca, no lo es. El cierre de fábricas en distintas áreas, la caída de la actividad productiva y comercial y el desplome del poder adquisitivo del salario, además del ataque sistemático a las áreas de investigación y control, indican que no tiene la menor idea de lo que significa ‘desarrollo’. Si llegamos hasta acá no es por casualidad, sino por la conveniencia de los funcionarios y sus empresarios aliados.
Y si lo que el Gerente propone para salir de la crisis es un recorte de 500 mil millones de pesos, no estamos en buenas manos. Estamos en las peores: las del FMI, cuya directora, Christine Lagarde, se ha convertido en la mandataria telefónica de un país a punto de explotar. Tanto, que se produjo una estampida en el banco de suplentes del Gran Equipo. Ya sabemos que los ministros son fusibles para descomprimir las tensiones en la gobernabilidad o para aceitar las relaciones con determinado sector, pero la puerta que se abrió durante el fin de semana deja al desnudo algo más grave: el establishment empieza pensar que el fusible es el propio Macri. Y no porque el Poder Económico esté pensando en nuestro bienestar, sino porque la imagen del Ingeniero está tan deteriorada que ya no sirve a sus vampíricos planes.
Que las tapas de los medios hegemónicos del fin de semana no incluyan ni una línea de la causa de los no-cuadernos sugiere que el blindaje se está debilitando. O que están intentando una distracción más semántica que fáctica, que la distorsión conceptual es más importante que la falsificación de hechos. La necesidad de reducir el gasto público es la instalación de un concepto fuertemente ideológico como sentido común y el éxito manipulador se evidencia cuando la justificación aparece en boca de los futuros recortados.
Otro concepto que se inserta desde el discurso dominante es el de ‘incertidumbre’, como si hubiera posibilidad de que una medida mágica nos aleje del abismo, que nos saque de la tormenta, que esquive el iceberg de una buena vez. El suspenso ante los anuncios no tiene como destinatarios a los millones de argentinos que la están pasando mal, sino a las mil familias que hacen fortunas con el padecimiento del resto: esa minoría está atenta a cualquier decisión que amenace limar sus suculentas ganancias. Como los agrogarcas que, ante los rumores del retorno de las retenciones, liquidaron en pocas horas las toneladas que acaparaban en los gusanos blancos desde hace meses.
Lo de la incertidumbre es uno más de los embustes con que bombardean al público cautivo. Los demás tenemos la certeza de que las cosas irán peor. El problema no pasa por los nombres, sino por el plan. La angurria desaforada que comenzó hace casi tres años no se detendrá por un anuncio presidencial: el incremento del precio de los combustibles, las tarifas y los productos de la canasta familiar confirman esa tendencia. Los que se acostumbraron a acumular ganancias sin invertir un centavo no van a renunciar fácilmente a semejante privilegio.
En ese contexto llega el discurso refundacional de Macri, cargado de falacias, cinismo y promesas de un futuro mejor por este camino que nos está llevando a la hecatombe. Para salir de la tormenta propone lo mismo que nos metió en ella, como si estuviera pidiendo a gritos que lo expulsen de ese inmerecido cargo. Entonces, que no encarne el papel de víctima si las calles empiezan a exigir que se vayan él, sus perversos funcionarios y todos los mercenarios mediáticos que apuntalaron su destructivo triunfo.

1 comentario:

  1. Me temo, Gustavo, que es muy desagradecido con nuestro virrey - próximo candidato al Oscar en el rubro bodrios de terror y suspiros a destiempo - usted insiste en que no cumplió nada de lo prometido y, la verdad, no es cierto..... prometió la unidad de los argentinos y lo consiguió, nos unió, pegó, amuchó, amontonó..... en el asco, la repulsa, la incredulidad y, claro, la malaria profunda. Cumplir, cumplió.
    Éso sí, la incertidumbre NOS LA DEBE, porque lamentablemente y por culpa nuestra está la CERTEZA de que mañana y pasado, todo puede ser y será peor... con el añadido ominoso de cierta señora excedida en kilos y delirios prometiendo ser difunta en la rosada s.r.l. a la par del virrey (pobrecita, mire si el héroe se va a quedar a darle el gusto, pa'mí que ya tiene raje elegido).... sería bueno, pensando en sus lectores que acepte el clima de época, esa intensidad de adrenalina y crisis, tan pero tan divertidas, no?

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