Al igual que el Ricardo III de
Shakespeare, en medio de este desastre
auto-gestionado, el buen Mauricio
clama “mi gobierno por un ajuste”. Como
si la única manera de salir de este laberíntico túnel fuera seguir echando combustible a la hoguera en
que convirtió al país. No por torpeza o impericia, no por descuido o candidez,
sino con la maligna intención de desigualar
aún más. Algunos pseudo-críticos afirman que Macri piensa al país como una
empresa; si así fuera, estamos ante un
pésimo gerente. Otros, apologistas encubiertos, apelan a la errónea
metáfora de la casa para justificar la guadaña implacable que agita sobre
trabajadores estatales, discapacitados, adolescentes y jubilados. Muchos
hablaron de la peor semana del gobierno, olvidando que gran parte de nuestros conciudadanos hace más de dos años que no tienen
ni un solo día bueno.
La corrida cambiaria que
estelarizó el zócalo de los canales, junto a la escalada del Riesgo País,
aportó un poco de adrenalina a una agenda
hegemónica que hacía la plancha sobre los no-cuadernos de Centeno. El
fantasma de la híper inflación estremeció el corazón de los memoriosos y la
analogía con la crisis de 2001 despertó
a desmemoriados, ingenuos y papamoscas. Los que nacieron después de todo
eso sospechan que lo que se viene será
una experiencia inolvidable y no de la mejor manera. Mientras unos
esporádicos saqueos adelantan diciembre, el Gran Equipo se juntó el fin de
semana para diseñar los próximos pasos de
esta bacanal que disfrutan unos pocos.
Si el Ingeniero intranquilizó a
los Mercados con sus balbuceos del
miércoles, la diputada Carrió embruteció
aún más a sus seguidores con citas bíblicas, augurios angelicales y
acusaciones delirantes. Lo de siempre: la culpa es de los K, que desempolvaron los dólares que se robaron
para desestabilizar al eficiente gobierno amarillo con la devaluación de la
moneda. Comprar dólares con dólares es un absurdo para necios, pero todavía quedan algunos que se ufanan de su
necedad. Los trolls de Marcos Peña, con su poder un poco devaluado,
convirtieron en tendencia tuitera la tontería del golpe peronista, cuando, en
verdad, los verdaderos
desestabilizadores están en La Rosada SA y su entorno.
Durante el fin de semana, los
rumores sobre las medidas del empresidente,
en lugar de calmar las aguas, las
vuelven más turbulentas; en lugar de generar confianza, alientan el recelo; en lugar de invitar
a la esperanza, incentivan el desánimo.
Y todo porque esta pandilla de saqueadores no
propone sueños, sólo defeca pesadillas.
El
menú de los farsantes
La eliminación de algunos
ministerios es austeridad para la gilada;
en realidad, pone más en evidencia
la impronta destructiva, avarienta y despectiva de los PRO. Apuntar al déficit fiscal en pesos para enfrentar el
carnaval del dólar es una muestra de eso. Un
simulacro o una excusa para concretar lo que el Cambio se propone:
convertir al Estado en una sucursal de
las corporaciones y al pueblo, en el
blanco de las succiones más despiadadas.
Esto lo ha hecho desde su primer
día al frente del gobierno, pero ahora se están evidenciando las consecuencias. El candidato que se presentó en
campaña como un desarrollista tomó
medidas que alentaron la especulación y la fuga. Y esto que podría pensarse
como una contradicción gigantesca, no lo es. El cierre de fábricas en distintas
áreas, la caída de la actividad
productiva y comercial y el desplome del poder adquisitivo del salario,
además del ataque sistemático a las áreas de investigación y control, indican que no tiene la menor idea de lo
que significa ‘desarrollo’. Si llegamos hasta acá no es por casualidad,
sino por la conveniencia de los
funcionarios y sus empresarios aliados.
Y si lo que el Gerente propone
para salir de la crisis es un recorte de 500 mil millones de pesos, no estamos en buenas manos. Estamos en
las peores: las del FMI, cuya directora, Christine Lagarde, se ha convertido en
la mandataria telefónica de un país a
punto de explotar. Tanto, que se produjo una estampida en el banco de
suplentes del Gran Equipo. Ya sabemos que los
ministros son fusibles para descomprimir las tensiones en la gobernabilidad
o para aceitar las relaciones con determinado sector, pero la puerta que se
abrió durante el fin de semana deja al desnudo algo más grave: el establishment empieza pensar que el
fusible es el propio Macri. Y no porque el Poder Económico esté pensando en
nuestro bienestar, sino porque la imagen
del Ingeniero está tan deteriorada que ya no sirve a sus vampíricos planes.
Que las tapas de los medios
hegemónicos del fin de semana no incluyan ni una línea de la causa de los
no-cuadernos sugiere que el blindaje se
está debilitando. O que están intentando una distracción más semántica que
fáctica, que la distorsión conceptual es
más importante que la falsificación de hechos. La necesidad de reducir el
gasto público es la instalación de un
concepto fuertemente ideológico como sentido común y el éxito manipulador
se evidencia cuando la justificación
aparece en boca de los futuros recortados.
Otro concepto que se inserta
desde el discurso dominante es el de ‘incertidumbre’, como si hubiera
posibilidad de que una medida mágica nos
aleje del abismo, que nos saque de la tormenta, que esquive el iceberg de una
buena vez. El suspenso ante los anuncios no tiene como destinatarios a los millones de argentinos que la
están pasando mal, sino a las mil
familias que hacen fortunas con el padecimiento del resto: esa minoría está
atenta a cualquier decisión que amenace limar sus suculentas ganancias. Como
los agrogarcas que, ante los rumores del retorno de las retenciones, liquidaron en pocas horas las toneladas que
acaparaban en los gusanos blancos desde hace meses.
Lo de la incertidumbre es uno más de los embustes con que
bombardean al público cautivo. Los demás
tenemos la certeza de que las cosas irán peor. El problema no pasa por los
nombres, sino por el plan. La
angurria desaforada que comenzó hace casi tres años no se detendrá por un anuncio presidencial: el incremento del
precio de los combustibles, las tarifas y los productos de la canasta familiar
confirman esa tendencia. Los que se
acostumbraron a acumular ganancias sin invertir un centavo no van a renunciar fácilmente a semejante
privilegio.
En ese contexto llega el discurso refundacional de Macri,
cargado de falacias, cinismo y promesas de un futuro mejor por este camino que nos está llevando a la hecatombe. Para salir de
la tormenta propone lo mismo que nos metió en ella, como si estuviera pidiendo a gritos que lo expulsen
de ese inmerecido cargo. Entonces, que no encarne el papel de víctima si
las calles empiezan a exigir que se vayan
él, sus perversos funcionarios y todos los mercenarios mediáticos que
apuntalaron su destructivo triunfo.
Me temo, Gustavo, que es muy desagradecido con nuestro virrey - próximo candidato al Oscar en el rubro bodrios de terror y suspiros a destiempo - usted insiste en que no cumplió nada de lo prometido y, la verdad, no es cierto..... prometió la unidad de los argentinos y lo consiguió, nos unió, pegó, amuchó, amontonó..... en el asco, la repulsa, la incredulidad y, claro, la malaria profunda. Cumplir, cumplió.
ResponderBorrarÉso sí, la incertidumbre NOS LA DEBE, porque lamentablemente y por culpa nuestra está la CERTEZA de que mañana y pasado, todo puede ser y será peor... con el añadido ominoso de cierta señora excedida en kilos y delirios prometiendo ser difunta en la rosada s.r.l. a la par del virrey (pobrecita, mire si el héroe se va a quedar a darle el gusto, pa'mí que ya tiene raje elegido).... sería bueno, pensando en sus lectores que acepte el clima de época, esa intensidad de adrenalina y crisis, tan pero tan divertidas, no?