A menos
de 20 días del fin de su mandato, el Buen
Mauricio se sigue esforzando para ser el peor de todos. No el peor
de los amarillos, sino de todos los presidentes desde el ‘83 para acá. Y
encaramado en ese podio, elige a los peores, como eso de poner a
Patricia Bullrich de presidenta del PRO. Mientras pasa papelones con la
anulación del protocolo ILE y la alianza gobernante en retirada parece a
punto de estallar, Macri se da el gusto de mantener una charla “divertida, entretenida y constructiva” con
los usuarios de Instagram. En verdad, el tipo no puede brindar nada que
sea divertido, entretenido y constructivo porque es todo lo contrario.
Quien se haya divertido con estos cuatro años de terror debe ser un morboso y
si, encima ve como ‘constructivo’ al mentor de todo esto, debe ser admirador
de súper villanos de comic. El peor hace lo peor para recibir el aplauso de
los peores. Peores con los que tendremos que lidiar en los años venideros
para que el sentido común neoliberal deje de ser dominante.
Que al
Ingeniero le guste la cumbia, quiera aprender a cocinar o prefiera el helado de
pistacho no explica por qué se enorgullece de lo realizado durante su
mandato. Si los que integran el 40 por ciento que lo votó se interesan por
estas cosas, ahora se entiende el nulo grado de preocupación por el desastre
que heredará el próximo gobierno. Si se conforman con que “la situación es muy confusa”, que la
crisis explotó por sí sola y que “fue
el peor momento que viví después del secuestro” no deben tener muy en
claro lo que ha ocurrido. Y si encima creen que Macri va a coordinar “una oposición constructiva, responsable e
inteligente”, es lógico concluir que estamos en problemas.
El
problema principal es que ya sabemos que no serán constructivos,
responsables ni inteligentes. No lo han sido antes de 2015 como oposición
ni después como oficialismo. Tampoco lo serán ahora que se les atragantó la
derrota y se van con ganas de conspirar contra cualquier camino opuesto
al que Ellos sostienen como dogma. Aunque el resultado de las urnas dijo ‘No’
al modelo neoliberal, sus principios están instalados no sólo en las
conciencias del 40 sino en la de algunos que optaron por el Frente de Todos.
El fracaso del Cambio aún no se comprende como una disfuncionalidad de las
recetas desigualadoras, sino apenas como una mala aplicación de sus
preceptos. Si no logramos transformar esto, no sólo por un tiempo sino para
siempre, jamás dejaremos de estar a merced de los vaivenes electorales
que resultan tan retrógrados.
Una guía para el futuro
Los
pueblos de la región están dando una importante lección a los confundidos
locales. Chile, Colombia, Ecuador están convulsionados por movilizaciones
que piden a gritos un abandono de las directivas del Imperio vía FMI. En
Bolivia, las calles rechazan la interrupción del camino a la equidad llevado
adelante por Evo Morales. En Uruguay, la confusión conduce a un empate
peligroso. Si Argentina transita en calma hacia el 10 de diciembre no
es por mérito de Macri y sus políticas demoledoras. A pesar de él y todo lo
que ha hecho y sigue haciendo, continuará como presidente hasta el último día. Un
logro de la democracia o un exceso de paciencia, porque un gobierno así debería
ser inaceptable, no sólo por los innumerables yerros cometidos, sino
también por sus decisiones cargadas de malicia.
Si
estamos como estamos es porque el modelo neoliberal nos quiere dejar como
nos deja. Para sus mentores, el equilibrio de la Economía se logra con
el despojo de derechos. Un equilibrio en los números que nunca llega y deja
millones de desplazados. Y así será en cualquier país del mundo, con
independencia de quien lo aplique. El modelo neoliberal sólo busca
enriquecer a una minoría enriquecida que siempre quiere más sin medir las
consecuencias de tanta angurria. La metáfora del derrame es tan falaz
como la de la mano invisible. Nunca derrama nada el que quiere tenerlo
todo y más aún si las recetas incluyen la facilidad de obtener ganancias
multimillonarias con la timba financiera.
Desde
el fatídico día en que bailó en el balcón de la Casa Rosada, Macri se dedicó a
favorecer a tres sectores que tienen la malsana costumbre de no reinvertir
nada: bancos, energéticas y agroexportadores. Las tentadoras tasas
de interés, el incentivo para especular con el dólar y la facilidad para fugar
divisas favorecieron al primer sector que acumula ganancias cercanas al 200
por ciento anual. Las empresas generadoras y distribuidoras de energía
obtuvieron ganancias superiores al 1000 por ciento, por encima de
cualquier índice de inflación y, a pesar de eso, la producción energética
disminuyó contra todo lo prometido. Por supuesto, la empresa que menos ganó
es la estatal YPF, a la que boicotearon desde el principio.
¿Y qué
decir del Campo? Ese concepto
siniestro construido por el establishment intentó voltear al gobierno de
Cristina en 2008 con la excusa de la resolución 125. Detrás de esa palabra
entrañable y sencilla se escudaron los peores intereses de una minoría
golosa. Esa expresión afable convocó a miles de caceroleros que apenas
veían tierra en una maceta del balcón, en una alianza incomprensible alentada
desde los medios de comunicación dominantes. Después de cuatro años de
mimos oficiales, ahora, como niños malcriados, los agrogarcas amenazan con
reeditar la Rebelión de los Estancieros,
aunque parece que esta vez con la Mesa de Enlace incompleta. Desde que se calzó
la inmerecida banda presidencial, Macri subsidió a la burguesía
agroexportadora con quita y rebaja de las retenciones, además de otras reducciones
impositivas. Encima de que esto genera el déficit fiscal que tanto cuestionan, de
las ganancias extraordinarias obtenidas de esa manera, no han derramado nada ni
con inversión ni con la baja del precio interno de los alimentos.
Sin
tener en cuenta todo esto, ahora amenazan al gobierno entrante: nada de
retenciones, impuestos, controles ni obligaciones. La oligarquía
terrateniente quiere todo para sí porque así ha sido siempre: egoísta y
parasitaria. Golpista, también. Ideóloga de crímenes aberrantes en las
distintas dictaduras. Siempre para incrementar y custodiar sus tesoros. Los
demás sólo existimos para admirar sus lujos y privilegios y para
salir a defender sus intereses en la calle con ruidosos cacharros sin
obtener nada a cambio.
El 40
por ciento parece dispuesto a cumplir ese rol de ahora en más. La tarea
que viene es lograr, en primer lugar, reducir ese porcentaje vergonzante que
sigue apoyando este modelo de latrocinio; y, después tratar de que la unidad
confeccionada por el espanto no se desgrane al primer gruñido de los poderosos,
como pasó once años atrás. Duros tiempos los que se vienen, pues tendremos que
expandir la idea de que la equidad nunca vendrá del lado de aquellos que se
quieren quedar con todo.
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