Los casos de coronavirus se incrementan de manera alarmante mientras los anticuarentena todavía gozan de prestigio y buena prensa, pero no de buena salud… mental, sobre todo. Indiferentes al peligro que recorre el mundo, son capaces de recitar cualquier estupidez para demostrar que son anti. En la capital del país no sólo son apoyados, sino también amparados. Tanto, que las autoridades prefieren alentarlos en sus odiadoras manifestaciones mientras reprimen brutalmente a los enfermeros en su día. Recuerden: allá gobierna Rodríguez Larreta, un tipejo tan nefasto como Macri pero, a pesar de eso se posiciona como un seguro candidato a presidente del modelo bestialmente desigualador de Juntos por el Cambio. Un modelo de despojo tan salvaje que prefiere exponer a los estudiantes pobres a dar clases presenciales en la plazas como si fueran animalitos en un zoológico antes que repartir las netbook que el gobierno nacional tiene preparadas y garantizar la conectividad. Tan malvado es que elige gastar el presupuesto en veredas constantemente renovadas antes que en salud y educación. Rodríguez Larreta está tan alineado con los poderosos que es capaz de mantener cerrada una calle pública para que los dueños del grupo Clarín la usen como estacionamiento exclusivo a cambio de unas monedas. Y ojo que los medios capitalinos lo presentan como honesto, transparente, dialoguista, republicano y no es nada de eso. No caigamos otra vez en esa trampa.
Así son los PRO y sus aliados: avaros despiadados que sólo piensan en un
país para muy pocos. Tanto que uno de sus diputados, Ricardo Buryaile salió
a justificar su oposición al proyecto de
Aporte Extraordinario de las grandes fortunas de la peor manera. Como los
que tienen un patrimonio personal
superior a los 200 millones de pesos no llegan a diez mil, no tuvo mejor
idea que eructar “las leyes se hacen para defender minorías, no importa quienes sean
esas minorías”. Claro,
como tienen el poder mediático a su favor, pueden decir estas pavadas que
socavan el entendimiento de algunos desprevenidos. Aunque no haga falta
explicar demasiado dónde está el error en este absurdo argumento, por
las dudas, va la explicación: las leyes, además de beneficiar a la mayoría, deben
defender a las minorías desprotegidas, no a las más poderosas.
Tan embrutecedor es el discurso
dominante que hay que aclarar las cosas
más elementales. Si un juez amigo
va a la quinta del ex presidente Macri para pedir las imágenes de las cámaras
de seguridad porque un par de
intendentes amigos difundieron fotos de una reunión en la que se incumplía
con el aislamiento pos regreso de Europa, ¿Cómo
puede ser que los medios hayan denunciado un allanamiento ordenado por los K?
¿Cómo pueden denunciar
persecución política los que persiguieron en serio? Además de desigualadores y
perseguidores, son sumamente hipócritas: denuncian
corrupción cuando ellos han institucionalizado el latrocinio a cuatro manos.
Ahora el fiscal Gerardo Pollicita está investigando la venta de terrenos
públicos a precio vil con los que Macri
favoreció a sus amigotes y aportantes de campaña, ante el silencio cómplice
de la entonces titular de la Oficina Anticorrupción, la aún impune Laura Alonso. Y después se erigen como paladines de
la democracia cuando durante su malamente
inolvidable gobierno nombraron y ascendieron jueces a dedo, hicieron despedir periodistas que se
negaban a silenciar sus trapisondas y desarmaron leyes por decreto. Hasta
explotaron los mecanismos del Estado para espiar opositores, aliados y, lo más monstruoso, los familiares de las
víctimas del ARA San Juan. Y a pesar de esto y mucho más, no sólo están sueltos sino que siguen en
carrera para volver a hacer más daño. Vamos a tener que redoblar los
esfuerzos para demostrar que Ellos
forman parte del bando de los enemigos.
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