En el escándalo del diputado Juan Ameri lo más grave no es el beso en el pecho de su pareja en una reunión virtual del Congreso, sino su aporte invaluable a los personeros de la antipolítica, los que buscan cualquier excusa para denostar a nuestros representantes, los que siempre encuentran motivos para devaluar el trabajo parlamentario. Justo en pleno debate por el aporte extraordinario de las grandes fortunas, en medio de la asonada mediático-cambiemita para obstruir cualquier iniciativa, se produce este bochorno que será más recordado que la gigantografía de Bullrich o el cambio de vestuario de Laspina. Si hubiera sido un PRO el dueño de esos labios sería un punto más en el prontuario anti-republicano, pero al ser un integrante del FDT señala una contradicción.
Las fieras están al acecho y cualquier bocadillo incrementa su fiereza.
Con su poder de fuego intacto –aunque
sus proyectiles sean cada vez más inocuos- convierten cualquier travesura en una afrenta a la
Constitución. En medio de la dramática situación que atraviesa el país, cualquier desliz puede ser fatal, hasta
el saraseo de Martín Guzman en la
presentación del presupuesto. Una cosa es dejar que el establishment se
desespere y sus medios inventen o
tergiversen hechos para debilitar al oficialismo, pero otra es dar las
excusas que necesitan para verdaderamente lograrlo.
Además, los cambiemitas y sus
voceros representan a la minoría
privilegiada que más se queja, aunque en estos meses haya incrementado sus
ganancias de manera descomunal. El 10 por ciento de la población ubicado en la
punta de la pirámide de riquezas recibe hoy 19 veces más ingresos que el 10 por ciento de la base, cuando un año
atrás era 16. Si los más pobres son más pobres es porque los más ricos son
más ricos. Ni derrame ni redistribución:
una succión infame de los que, además de no soltar un centavo de todo lo
acumulado, claman porque quieren más.
Avarientos que esconden sus ganancias en guaridas fiscales a la vez que exigen seguridad jurídica –un eufemismo para seguir succionando- con la promesa de inversiones
que nunca se concretan.
Con uñas y dientes, los PRO,
aliados y secuaces, defienden un statu
quo en beneficio del Poder Real, que pretende gobernar a su antojo por
fuera de las leyes. Por eso tanto hacen tanto escándalo con los espantajos Bruglia, Bertuzzi y Castelli que
deben volver a sus puestos de origen.
Tan absurdo es el pataleo que necesitan
mentir para fundamentarlo; tan incongruente, que unos cuantos alelados salen en manada con velas ante el Palacio de
Justicia o escrachan a Ricardo Lorenzetti para que los K no “violen la constitución”; tanto
confundieron el tema que cuesta explicar
que el que incumplió las normas constitucionales fue el propio Macri desde
el primero hasta el último segundo de su mandato. Y lo que hizo el Senado con
estos tres personajes fue retornarlos al
lugar para el que habían concursado. Pero los siervos de los poderosos creen ser tan poderosos como sus amos y
que las normas se amoldan al
capricho de sus ambiciones. Y estos tres usurpadores pretenden seguir
atornillados contra todo lo dispuesto
por la Constitución.
Por eso el oficialismo debe
evitar cualquier broma, cabeceo o beso desaforado porque las corporaciones están al acecho, esperando cualquier descuido
para llevarse puesto todo. No importa que los que acomoden en La Rosada sean los
peores, siempre y cuando favorezcan su
desmedida avaricia. Y menos importa aún que sean los más bestialmente anti-republicanos de que se tenga memoria. Lo
único que importa es que sepan incrementar
el odio y el desprecio que tanto sirve para ensanchar la grieta y poder
hacer del país el más dócil coto de caza.
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