jueves, 14 de julio de 2011

Esforzarse por dar asco

Ya se sabía: era cantado. Estaban predispuestos a encontrar cualquier cosa que validase sus prejuicios. Fito Páez fue un disparador necesario. El resto, pura imaginación, paranoia, manipulación, mentira. Recurren a eso porque no saben que contraponer. Ni ellos pueden explicar el desmesurado triunfo de Mauricio Macri en las elecciones del domingo pasado en CABA. Por eso mienten, también inflan globos. Como ni siquiera un mozo de la Casa Rosada emitió una sola queja, un solo insulto hacia los votantes que eligieron la boleta amarilla, se la agarran con Fito.
Esperaban que las salvajes hordas Kirchneristas salieran a la calle para atemorizar a los votantes amarillos, que rompieran vidrieras de Barrio Norte, que propinaran golpizas a cuanto gorila vieran en la calle. Pero no, al contrario. Filmus habló con calma. Más se responsabilizó a sí mismo que a los votantes. Como la realidad no les da la razón, encontraron a Fito. Lo convirtieron en el peor oficialista ultra K, fascista, temible, injuriante, intolerante. No tienen nada. Y no se avergüenzan de eso. Al contrario: se enorgullecen de ser tan imbéciles. Y lo peor: hacen denuncias por discriminación, sin saber siquiera lo que significa esa palabra. Quizá por eso, cuando ellos discriminan, no se dan cuenta.
Tomar el asco de Fito hacia los que eligieron una ciudad amarilla como expresión discriminatoria es no entender o ser muy –pero muy- cínico, hipócrita y perverso. Pero más aún, convertirlo en un exponente de la política oficialista es no tener ética ni respeto por el público lector. Fito Páez no es funcionario, ni siquiera es militante.
Pero más allá de eso, y más allá también de las artimañas utilizadas para identificar al artista con la política, son ellos los que dan asco. Se rasgan las vestiduras ante cualquier crítica que reciben, ante una mínima corrección de sus tantas mentiras destiladas como veneno. Apelan a la libertad de expresión hasta cuando les hacen una multa por mal estacionamiento. Provocan. Eso es lo que hacen. Provocan. Porque hasta ahora no han encontrado nada de lo que buscan. Ni fascismo, ni intolerancia, ni autoritarismo. Sólo ven fantasmas proyectados desde el interior de sus propias conciencias. Son pesadillas que ellos mismos generan. No advierten que lo que ellos ven en el otro, es la imagen que les devuelve el espejo en que se miran.
Hay una vieja consigna repetida hasta el hartazgo: los pueblos nunca se equivocan. Generalmente, esta frase es utilizada por los que nunca deberían haber ganado. El autor de estos apuntes la escuchaba mucho en los noventa, ante cada elección en la que el riojano inmortal se alzaba con un inmerecido triunfo. Y probablemente la hayan recitado muchos militantes PRO durante esta triunfalista semana. Pero se equivocan. El 47 por ciento que coronó a Macri como triunfador no es el pueblo, sino individuos que insertaron un papelito en una caja. Son los ciudadanos los que emiten un voto. Son los ciudadanos los que constituyen el pueblo. Cuando un ciudadano vota, no lo hace con la despreocupación que se manifestó el domingo. El ciudadano –el que forma parte del pueblo- no vota para sí mismo, sino para el conjunto. Vota aquello que garantiza el beneficio del colectivo. El ciudadano, el pueblo, vota para todos, sin importar si tiene asegurada su atención médica con una prepaga, si manda a sus hijos a una escuela privada, si viaja en subte o en taxi o en limusina con chofer francés. El individuo es el que vota por la exclusión, por la inoperancia, por la superficialidad fashion, por el pelotero, por la exclusión. El ciudadano no: vota pensando en clave de pueblo. Todo lo otro es lo que da asco.

1 comentario:

  1. Y es ese asco el que yo siento por todos los que votaron por Del Sel, ese candidato ordinario votado por ordinarios de mentes livianas y cholulas. La agresiva y multimillonaria campaña televisiva demuestra quienes son, hasta esta pobre chica inválida aparece para validar el bochorno. ¡Vamos, Profe!. Deje la CABA y ayudemos a los que no podemos soportar lo que pasa en Santa Fe.

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