miércoles, 11 de enero de 2012

Sinceramiento espiritual y político

De no creer. Todavía siguen mordisqueando la tiroides estos carroñeros. Para los relatores de curiosidades históricas del futuro, el affaire tiroides merecerá muchos capítulos. Por obra y gracia de las operaciones mediáticas se ha convertido en la glándula más famosa del mundo y tal vez se transforme en pieza de museo o reliquia para algún culto. Mientras más desvían el eje de la discusión política, mientras más caen en la bajeza de destrozar el modelo con insignificancias, mientras sigan empecinados en hacer política desde la no-política, más se refuerza la adhesión del colectivo al proyecto en curso. Y no sólo en nuestro país se revaloriza la política. En otro país de la región la política está empezando a contener nada menos que a la Iglesia Católica. México se prepara para recibir en marzo al Papa y se prepara en todos los sentidos, hasta con severas advertencias.
Desde hace un tiempo, Benedicto XVI está haciendo campaña en contra del matrimonio homosexual. Cuando estalló el escándalo por las denuncias por abuso a menores por parte de sacerdotes, el Papa declaró que no permitirá que se ordenen homosexuales, como si una cosa tuviera que ver con otra. El voto de castidad es una renuncia a la sexualidad, en cualquiera de sus variantes. Por lo tanto, da lo mismo que el sacerdote sea heterosexual u homosexual; lo importante es la renuncia al goce de la carne. Tanto apelan a la naturaleza y la vida y los principales emisarios de ese mensaje se niegan a ambas cosas, pero eso pertenece a una discusión interna, aunque no tanto.
En su homilía pronunciada durante el acto de consagración del Templo de la Sagrada Familia, en Barcelona, Benedicto XVI confirmó el rechazo de la Iglesia Católica a las uniones homosexuales y defendió como “orden natural” el matrimonio entre el hombre y la mujer. Líneas argumentativas harto escuchadas en 2010 durante los intensos debates para la modificación del Código Civil que incluye la figura del matrimonio igualitario. “La Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar”, recalcó el Papa durante la misa celebrada en la obra cumbre del arquitecto catalán Antonio Gaudí. Más allá de la contundencia de esta idea, la figura del matrimonio homosexual fue incluida en la legislación de varios países de tradición católica. Esto parece indicar que las normas internas de la institución eclesiástica han dejado de influir de manera definitiva en las leyes civiles. Ya había ocurrido algo similar en nuestro país con la sanción de la Ley de Divorcio Vincular a mediados de los ochenta. El dogma se oponía a la disolución civil del matrimonio y la política evitó que eso siguiera ocurriendo. En julio de 2010 se produjo otro episodio de la misma saga con el matrimonio igualitario.
La ley civil –la que ejerce influencia sobre todos los ciudadanos- no debe estar inspirada en principios dogmáticos de procedencia religiosa. Los dogmas religiosos son para aquellos que deciden adoptarlos, las leyes civiles son para todos. Y eso produce un sinceramiento en nuestra sociedad. Siempre se ha dicho que en nuestro país el 90 por ciento de la población es católico y, más allá de las creencias personales, esto no es así. La disminución de los horarios de misa en las principales iglesias demuestra que la concurrencia a los rituales propios de esa religión es cada vez menor. Según la primera Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas del Conicet, el 60 por ciento de la población argentina dice ser católica a su manera, con todo lo que eso puede significar. Hay una frase que se repite en muchos ciudadanos, que pretende ser original e inteligente, que es más o menos así: “soy católico, creo en Dios pero le rezo a mi manera”. No es original porque se repite en muchos que no comparten los principios o el accionar de los representantes de la Iglesia. Y no es inteligente porque está dicha sin pensar –del latín inteligens- demasiado y encierra profundas contradicciones.
“Soy católico” es una afirmación de pertenencia a una forma de representación simbólica construida por el catolicismo. Pertenecer a una religión es compartir los principios y rituales que esa religión difunde. Por lo tanto, ser y pertenecer encierran una praxis, una práctica religiosa cotidiana y activa. “Creo en Dios” no es un atributo exclusivo del catolicismo, pues todo dogma religioso incluye una construcción de Dios. No hay una correspondencia causal entre creer en Dios y ser católico. La idea de un dios es compartida por todas las religiones, más allá de las diferencias y estilos. “Le rezo a mi manera”  es la negación absoluta de la religión misma. No existen las religiones individuales pues todas son comunitarias. Lo individual es la creencia. Religión proviene de re-ligare, que significa reunir en una iglesia –eclesia- que quiere decir asamblea. Esa frase que tanto circula es, entonces, contradictoria porque en ella se afirma pertenecer a una determinada iglesia porque se cree en Dios pero a la vez no se participa de ella. No participar de los rituales cotidianos, no compartir parte de los principios religiosos –y en muchos casos desconocerlos- y resaltar la acción individual de cierto contacto con la divinidad significa no pertenecer a ninguna iglesia.
José María Arancedo, el flamante presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, respecto a este punto afirma que “el hombre es un ser espiritual y ese espíritu tiene un horizonte de absoluto, no se satisface con lo que recibe. Es una capacidad de pregunta y de respuesta trascendente. Ahora bien, la respuesta a esto debe ser institucional”. Y agrega que “la dimensión social de la Iglesia debe ser ese lugar donde las personas se encuentren con Dios, pero también con una comunidad: no simplemente un encuentro individual y egoísta con Dios”. Desde el seno de la Iglesia notan esta ausencia participativa del que se afirma como ‘católico’ pero “con los curas no quiere saber nada”. Más allá de las creencias particulares, lo que está en juego es la institución como poder político y social, a lo que contribuye esa afirmación contradictoria. La pregunta es: ¿cómo se puede afirmar la pertenencia a una religión de la que no se participa?
Hay muchas formas de participación que tienen que ver con rituales iniciáticos, como el bautismo, la primera comunión y el casamiento, pero están más ligadas a costumbres sociales que a prácticas religiosas en sí. Y también están las festividades de origen religioso que han perdido el sentido espiritual, como Pascua o Navidad. La Pascua se reduce a ‘comer pescado’ el viernes santo y consumir huevos de chocolate el domingo. Y la Navidad se conforma como un festejo familiar que no incluye ninguna celebración religiosa, más que el armado del pesebre. ¿O acaso son muchos los que abandonan la mesa servida con cuantiosos comestibles el 24 de diciembre a las diez de la noche para asistir a la misa de gallo? Con estas líneas no se están atacando las creencias personales sino que se pone en cuestión la afirmación de pertenencia a una institución que es un poder que va más allá de la espiritualidad.
En México, la diputada izquierdista Leticia Quezada exigió que en la visita que realizará en marzo a la ciudad, el papa Benedicto XVI limite sus opiniones respecto a los matrimonios homosexuales. Una de las intervenciones más duras del papa sobre este tema la realizó en una alocución de año nuevo para los diplomáticos acreditados ante el Vaticano. El pontífice dijo a los diplomáticos de casi 180 países que la educación de los niños necesita "lugares apropiados” y que "el primero es la familia, fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer". Y afirmó que “las políticas que suponen un ataque a la familia amenazan la dignidad humana y el porvenir mismo de la humanidad". No las guerras ni el hambre, no la explotación ni el saqueo de los recursos naturales, sino la unión matrimonial entre dos varones o dos mujeres. Sólo eso amenaza a la Humanidad, según el Papa.
La legisladora mexicana sostuvo que estas opiniones pueden generar “animadversión” y “denuncias en su contra”. Además, lanzó un llamamiento a los líderes religiosos para que “adopten un lenguaje acorde a los tiempos que se viven” y, sobre todo, “se manejen con respeto hacia la comunidad que integra la diversidad sexual”. “Ya va siendo tiempo de que más allá de consideraciones de fe y posiciones irrestrictas apegadas a una doctrina, los jerarcas en el mundo, comenzando por el papa, se den cuenta de que al hacer este tipo de comentarios, alientan el odio y la discriminación”, afirmó la legisladora en un comunicado.
En Ciudad de México, como en muchos otros lugares, la iglesia católica está perdiendo el poder, lo que demuestra que la política empieza a regular las relaciones entre la sociedad y las corporaciones. Por eso hace falta un sinceramiento mayor. En definitiva, quien dice que a Dios le reza a su manera, en realidad no lo hace de ninguna manera. Decir cada tanto Dios mío, gracias a Dios o si Dios quiere son fórmulas mecánicas y hasta especulativas y no significan espiritualidad alguna. El sinceramiento es asumirse como creyente individual sin pertenencia a ningún culto. Más que nada para que no nos corran con un noventa por ciento ficticio a la hora de discutir leyes.

2 comentarios:

  1. Ser católico y no bancar a los curas es como decir: Soy radical pero no me gusta la democracia, un absurdo total, basado en la poca pelota que el 85% de la gente le da a la religión oficial. Si se puede adherir, como el que suscribe, a una ideología, en mi caso la Cristiana, sin pertenecer a religión alguna y creer en el Dios que dio orígen a Jesus. También se puede admirar a Buda sin ser budista, aplicar sus mejores enseñanzas ignorando al culto. Lo que te haga mejor persona es lo que se debe hacer, vivir tratando de no perjudicar a nadie, al contrario, beneficiando y ayudando a todo el que se pueda.

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  2. Aunque a veces las enseñanzas son parte del culto o invento de éste. Decir que Jesús existió y es hijo de Dios forma parte del mito de origen. Creer en eso es creer en todo. Si no en nada.

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