Cuando la telenovela del subte no ocupa obsesivamente las pantallas, se puede pensar en otras cosas. Un Premio Nobel y un supermercado aportan nuevos elementos para evaluar el rumbo de la economía doméstica. El economista norteamericano Joseph Stiglitz, de visita en Argentina, ponderó el rumbo económico llevado adelante desde 2003 y lo puso como ejemplo para los suicidas europeos. Mientras compartía escenario con CFK en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada, el INDEC hacía de las suyas y desataba la creatividad de los cibernautas. Para no caer en la indigencia, un ciudadano necesita siete pesos diarios para su alimentación. Las burlas en las redes sociales no se hicieron esperar. Hasta intimaron al polémico Moreno a que inaugure un restaurante con menú fijo a ese precio. Aunque cueste creerlo, un supermercado hizo público un programa de comidas durante un mes para una familia tipo a menos de treinta pesos por día. Oportunismo, devolución de favores o publicidad efectiva. Tal vez, todo esto junto. Pero demuestra que es posible que los empresarios renuncien a parte de sus ganancias para convertir la redistribución del ingreso en una realidad cada vez más cercana.
Si un supermercado lo hace, lo pueden hacer todos. No es magia, sino voluntad. Muchas veces se ha afirmado en estos Apuntes que la inflación es producto de la acción especulativa de algunos o todos los actores de la cadena comercial. También, que el precio de los productos forma parte de la puja por la redistribución del ingreso. Y que la billetera de los consumidores podría tener un rendimiento mayor si la de los empresarios estuviera menos abultada. Esto significa renunciar a una parte de sus ganancias, que se desconocen al no haber un mecanismo de control de costos en los productos de la canasta básica, pero que se suponen cuantiosas. La propuesta de este supermercado que tiene un 29 por ciento de la torta nacional puede tomarse como una confesión de lo antedicho. Las ofertas que presentan en variadas disposiciones, aparecen como una “declaración jurada” de lo que ganan con los precios regulares. Cuando publicitan un precio rebajado, revelan que están renunciando a un porcentaje de ganancia sin llegar a perder. Y si en lugar de rebajar mucho un día en particular, rebajaran un poco todos los días, la relación de los consumidores con las compras sería un poco más armoniosa.
En este caso, el supermercado Carrefour dio a conocer un “menú nutritivo al alcance de todos” a un costo de siete pesos diarios por persona. Y no se compone sólo de polenta o fideos, como puede sospecharse, sino que incluye leche en polvo, quesos, carnes, pollo, verduras, frutas y legumbres. De acuerdo a esta propuesta, con 783 pesos, una familia tipo cubriría las cuatro comidas diarias a lo largo de todo el mes. No es de ciencia ficción. Más de cincuenta productos pueden comprarse y en la página web está el listado que rompe con los argumentos que tienden a desautorizar los números del INDEC. Si la jugada comercial tiene buen resultado, quizá otras firmas se sumen a esta cruzada para facilitar la economía de los ciudadanos.
Porque de eso se trata: de comprometerse con el beneficio colectivo. No dádiva, caridad ni beneficencia, sino la solidaridad como conducta permanente. La solidaridad que nos hará más sólidos como comunidad. Más fuertes. Porque se vienen tiempos duros y la crisis europea puede salpicar estas tierras. Sobre todo, si insisten con la austeridad como fórmula para facilitar el saqueo inescrupuloso del sistema financiero. Una fórmula que nos condujo al abismo y está haciendo lo propio en el viejo continente. “El gran problema de la crisis económica mundial es la falta de liderazgo político” expresó La Presidenta en la apertura del “Congreso Internacional sobre la crisis de deuda” organizado por la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. “Si las decisiones no las toman los hombres y mujeres que están sentados en los sillones de los presidentes –destacó- lo hacen los mercados y los directivos de los bancos. Siempre alguien decide”. En definitiva, si la política –el Estado- no gobierna la economía en beneficio de todos, los mercados actúan en beneficio de unos pocos. “Los países de Europa no aprendieron de la Argentina –afirmó el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz- Y el resultado fue que para enfrentar la crisis aplicaron un conjunto de políticas que empeoraron las cosas rápidamente”. Profesor de la Universidad de Columbia y enrolado en la corriente de los neokeynesianos, Stiglitz cuestiona las posturas ortodoxas del Consenso de Washington y considera la necesidad de la regulación estatal. “Es para que lo escuche la gilada –resaltó CFK- Lo dice un Premio Nobel”.
Junto con otro Nobel, Paul Krugman, Stiglitz elogia la dinámica argentina desde 2002 y las políticas expansivas con las que se enfrentó la crisis. Además subraya que con la reestructuración de la deuda, el modelo K logró trasladar a los acreedores parte de las angustias que ocasionó la convertibilidad. “Lo cierto es que las ideas del Consenso de Washington estaban equivocadas –aseguró en su exposición- Esas recetas derivaron en serias crisis de deuda, con consecuencias brutales sobre las sociedades”. “En Estados Unidos y Europa no seguimos las reglas capitalistas, porque tuvimos rescates masivos al sistema financiero –cuestionó el economista- Los bancos aterrorizaron a los gobernantes, diciendo que sin rescates se habría acabado el capitalismo. Pero eso habría sido bueno, porque se hubiese terminado esa forma de mal capitalismo”. “Lo que se está haciendo ahora, restringir el consumo y que la gente no tenga para comprarse la heladera, el auto o la casa, no es capitalismo –reforzó Cristina algunos minutos después- Hay una distorsión, se pasó de concebir en el eje a la producción para reemplazarlo por el capitalismo de banqueros”.
Para Stiglitz, la experiencia argentina es la comprobación de su modelo teórico, es la puesta en acto de lo que sostiene desde hace mucho tiempo. Lejos de actuar como un militante de La Cámpora, el norteamericano dedicó un elogio a la creatividad criolla en materia económica. “Argentina mostró que no fue fácil, pero que es posible responder a la crisis –destacó- Que si se gestiona este proceso bien, la economía tiene posibilidades de seguir adelante”.
Y para muestra, los mohines de Bonelli quedan en ridículo ante los resultados de la YPF con gestión estatal. Durante el primer semestre de 2012, logró reducir en un 47 por ciento los niveles de importación de combustible, en comparación al mismo período del año pasado, lo que da un ahorro de 218 millones de dólares. Esto más lo que la empresa dejó de gastar en sueldos encubiertos a periodistas, muchas veces cómplices de los intereses destructivos de los angurrientos. Ética periodística y publicitaria será una nueva discusión en esta jugosísima batalla cultural que estamos emprendiendo.
Gustavo, tendrías con tu pluma explicar, para los zonzos, porque se dibujaron en su momento los números en el INDEC, que es una anécdota ante tantos traidores. Bonelli es un traidor, traidor a su oficio de periodista, traidor a su país como argentino. Como dice Stiglitz, el tema no es saber cosas, sino saber cosas que no son verdad. Mi desprecio a Bonelli y más a Lanata, porque él pregonaba otra cosa, otro país y no lo es, es un mercenario que se vendió y nos defraudó a quienes confiábamos en su prédica, en su pluma.
ResponderBorrarEn realidad, Lanata nunca propuso un país. No hay cambios significativos. Su prédica es oponerse al poder político. En los noventa su postura coincidía con la de la mayoría. Hoy no. Hoy está en contra de las mayorías porque sigue con su lógica no-política
BorrarMuy bueno Gustavo. Para Stiglitz y otros neokeynesianos Argentina es una muestra palpable y exitosa de que lo que ellos vienen diciendo desde hace tiempo no es una locura académica.
ResponderBorrarTe dejo un link de un artículo mío de hace un tiempo que tenía la misma temática
http://adriancorbella.blogspot.com.ar/2011/09/el-modelo-argentino-un-faro-del-fin-del.html