Larga, aburrida, reiterativa, tediosa. La telenovela del subte porteño ya cansó y es hora de que se termine. Si Macri intenta con esto proyectar su imagen a nivel nacional, lo ha logrado, pero de la peor manera. Si pretende demostrar fortaleza ante el Gobierno Nacional, no va por buen camino. Si lo que quiere es solucionar “los problemas de la gente”, como siempre dice, está echando nafta al fuego. Con su pose de heroína ofendida, lo único que consigue es presentarse como inoperante, caprichoso, soberbio e impotente. Si no puede administrar un servicio público de su distrito, que tiene el mayor presupuesto del país, poco podrá hacer si su aspiración es vestir la banda presidencial. Mientras el Jefe de Gobierno porteño aburre al pueblo con su culebrón, otras cosas importantes pasan en el país que son dignas de mención. Sin embargo, la permanencia del conflicto durante ocho meses hace que temas verdaderamente importantes pasen a segundo plano.
Aunque el subte es un medio de transporte utilizado solamente en la CABA, los avatares de su administración recorren cada rincón del país. Hasta el año pasado, era el Gobierno Nacional el que se encargaba de su funcionamiento por una distorsión heredada de los destructivos noventa. Como estaba entre los reclamos del partido no-político creado por el empresario que en sus ratos libres se dedica a gobernar –es un decir-, a fines del año pasado se gestionó el traspaso de la administración de ese medio de transporte urbano. El propio Jefe de Gobierno firmó el acta con la que se comprometió a hacerse cargo, con la condición de que el Gobierno Nacional remita fondos para su funcionamiento. Una de las partes cumplió con el compromiso. La otra no. Todo lo contrario. Como los trenes subterráneos no se parecen en nada a los modelos en miniatura con los que jugaba cuando era chiquito, el ingeniero se resiste a entretenerse con algo tan desagradable. Encima, no despiertan su interés porque están destinados a un sector de la población que, por convicción o geografía, seguramente no ha aportado mucho a su incomprensible caudal electoral.
Sus secuaces, a regañadientes, siguen los pasos de esta comparsa arrítmica y aparecen ante los medios recitando guiones incomprensibles y contradictorios. Eso sí, con cara de enojados, que es la condición sine qua non que debe tener todo funcionario PRO. Estreñidos, más que serios. Ofendidos ante la injusticia de tener que gobernar. Detrás de esta trama absurda, se esconde una intención siniestra. Y un poco de estirpe, también. De historia, si se quiere. Una norma no escrita, que es ni más ni menos que la supremacía de los intereses de la metrópolis por sobre los del resto del país. Si el Poder Ejecutivo nacional traspasa la administración del subte al des-Gobierno porteño, debe entregar el sistema a nuevo y con moño, con garantías de financiamiento y unas cuantas cosas más. No sea cosa que Macri deba emplear alguna de sus neuronas en algo diferente a posar para las fotos y hacer jugosos negocios.
Pero además de lo material, está lo simbólico. El ingeniero multimillonario quiere doblegar a La Presidenta, demostrar quién es el que manda. Por eso insiste en que antes de hacerse cargo de lo que ya aceptó hace ocho meses, además de los fondos que ya están depositados, de las nuevas unidades que descansan en la aduana y de las obras de reparación que ya se están haciendo, quiere tener una reunión con CFK. Nada raro hay en ello, porque la Primera Mandataria se reúne periódicamente con gobernadores e intendentes de distintas partes del país y de diferente origen partidario. Pero la reunión que Macri pretende tiene un matiz diferente. El encuentro que tiene en su mollera no tiene como objetivo alcanzar un acuerdo, sino desplegar las condiciones de una tregua. El patrón dando órdenes a su sirvienta, así lo imagina el patricio. Y es por eso que Cristina no quiere saber nada de un encuentro con este personaje tan extemporáneo. En el medio de esta pulseada, están los usuarios y los trabajadores, que padecen las consecuencias de haber votado como alcalde a un dandy decimonónico.
El resto de los ciudadanos argentinos, los que apenas sabemos lo que es un subte, tenemos que asistir a un despliegue mediático centrado en esa puja a través de los diarios, revistas y noticieros nacionales que todavía consideran que la CABA es el país. Algunos colonizados y otros colonizadores. Un conflicto local que se proyecta como nacional por torpeza o por intereses. El resultado es que muchas cosas que debieran difundirse por su importancia transformadora pasen a un segundo plano.
El juicio por el asesinato del militante Mariano Ferreyra es uno de esos temas. Por primera vez se sientan en el banquillo los peores exponentes de la mafia sindical que no dudan en disparar cuando el reclamo de los trabajadores dificulta sus negocios. También están imputados algunos agentes de la policía federal que dejaron vía libre para el crimen y permitieron la huída de los agresores. Todo comenzó con un reclamo por la reincorporación de trabajadores al Ferrocarril Roca y la regularización de los tercerizados, una figura laboral que debería comenzar a desterrarse, por los abusos que ha permitido. Una fuerza de choque operó con un “plan criminal” para defender los intereses de José Pedraza, el líder sindical que abandonó la representación por los negocios desde hace mucho tiempo.
Las audiencias que comenzaron el lunes en el Tribunal Oral Criminal 21 durarán más de seis meses y promete desnudar una trama monstruosa ejecutada por los diecisiete acusados: Pedraza como ideólogo junto a Juan Carlos Fernández, siete ferroviarios y un barrabrava que constituían la patota agresora y siete policías, tres de ellos comisarios. La importancia de este proceso no radica sólo en el esclarecimiento de los hechos y el castigo de los culpables. Esta monstruosidad tenía como objetivo alterar el escenario político y consagrar la impunidad de las mafias sindicales y policiales. Y provocó mucho dolor. “Mi hijo siempre dice que la bala que mató a Mariano Ferreyra también rozó el corazón de su padre, y creo que tiene razón, porque estaba muy conmocionado”, confesó Cristina el mismo lunes. Muchos de los responsables que apoyarán sus mugrientos glúteos en el banquillo fueron señalados por el ex presidente, en la semana que sobrevivió a los hechos.
Pero hay otras cosas que la telenovela de Macri desplaza de los medios. La recuperación del nieto 106 por parte de las Abuelas es uno de ellos. Que la reconstrucción de la memoria y la identidad se vea desplazada por la altanería del ingeniero descoloca a aquellos medios que tanto se preocuparon por denunciar a Víctor Hugo Morales por su circunstancial relación con algunos militares de la dictadura uruguaya. Y por supuesto, lo que no se vio en estos medios es la disposición del juez Federal Pablo Cayssials con respecto a la desobediencia insistente del Grupo Clarín. En efecto, por incumplir con la grilla de canales dispuesta por la AFSCA, la empresa Cablevisión SA deberá pagar 20 mil pesos por cada día de retardo contados a partir del 16 de mayo de 2012. Para que quede claro, la prestadora de servicios de televisión por cable se niega a incluir en su programación canales informativos –CN23 y Telesur, entre otros- que aportarían una visión diferente de los hechos. Los que esgrimen la excusa de la libertad de expresión son los primeros que la restringen. Los que hacen tapas con sus siniestros deseos son los que tapan la realidad. Los que difunden hasta el hartazgo las desventuras de Macri en la vida democrática son los que nos ocultan las historias apasionantes de la transformación del país.
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