“Todo no se puede”,
respondió el empresidente a un ex
combatiente de Malvinas. ¿Todo? Si desde
que comenzó la ceocracia amarilla no
han tomado una sola medida a favor de los trabajadores. ¿Por qué no dio esa
respuesta a los buitres? Después de haber coqueteado en el Imperio durante
varios días para tramar la entrega del país y destinar menos de diez minutos a homenajear a los caídos, la
contestación de Macri sobre la situación laboral de los familiares de los Héroes fue ésa: “todo no se puede”. Cuando la impronta es enriquecer a los que más
tienen, el ciudadano de a pie queda
desamparado ante un Estado injusto. En estos días, circuló la sensación del
fin de la luna de miel con el
flamante gobierno. Sin embargo, gran
parte de los argentinos nos preguntamos cuándo comenzó tan idílico período,
si desde mucho antes de asumir, Macri y su Gran Equipo sólo nos han destinado desprecio y mucha hiel.
Para las
expresiones despectivas no tienen límites: grasa
militante, vagos, ñoquis, chorros, basura. Para
desechar voces críticas de los medios públicos y presionar para el silencio en
los privados tampoco se contienen mucho. Menos
aún para contribuir al llenado de las billeteras de agrogarcas, especuladores y
fugadores. Hasta sorprendieron a las empresas mineras con una quita de retenciones que nadie había
reclamado. El ocupante ocasional de La Rosada no respondió “todo no se puede” al Grupo Clarín, sino
que desmanteló con un par de firmas las
reglas para democratizar la comunicación y acondicionó el “Fútbol Para
Todos” para que los medios dominantes se hagan un festín. No,
para los sectores poderosos de la economía vernácula todo es posible porque la
impronta empresarial ha colonizado el gobierno. Para el resto, hay imposibles de
sobra.
Todo no se puede,
aunque ya han batido los peores records
desde que desembarcaron en la Casa de Gobierno, desde pisotear la Constitución
a fuerza de decretos hasta incumplir con
los más elementales derechos, desde las
promesas de campaña que no pensaban hacer realidad hasta las mentiras más
flagrantes que se puedan imaginar, desde el marketing embrutecedor hasta
un silencio mediático que ensordece, desde el cinismo más evidente hasta el
cipayismo más insultante. Desde que asumió Mauricio Macri la presidencia de la
Nación, junto a su pandilla, no se ha
privado de nada, pero a un soldado de
Malvinas, en su día, responde todo no se
puede.
Un listado que da miedo
Enumerar todas
las medidas tomadas por el Gran Equipo en perjuicio de la mayoría resulta doloroso, pero a la vez necesario.
La quita de retenciones, además de encarecer los alimentos, es una renuncia a la recaudación; la
eliminación de los cupos de exportación también contribuye a despoblar nuestra
mesa; la devaluación de la moneda y la supresión de los controles cambiarios facilitaron la fuga de divisas más alta de
los últimos cuatro años; la eliminación de límites y aranceles a la
importación no sólo desfinancia al
Estado sino que amenaza la producción local y por tanto, generará desempleo;
los masivos despidos en las áreas públicas empobrecen a los víctimas, ponen en riesgo el mercado interno,
aplanan el salario y se convierten en una invitación al desempleo en el ámbito
privado. Ningún funcionario dijo todo no se puede al tomar estas
decisiones.
Mientras los
medios cómplices nos aconsejan cómo espantar mosquitos con un diario viejo, la epidemia de dengue avanza ante la
inacción de las autoridades. Lejos de iniciar una campaña para concientizar
a la sociedad, desmantelan áreas del Estado
que contribuyeron a frenar la expansión del brote en 2009, como las
cooperativas del programa Argentina Trabaja. En lugar de apelar a la tarea comunitaria
para descacharrizar los barrios, estigmatizan a la juventud militante
mientras sus voluntarios siguen
repartiendo globitos.
A la vez que las usinas de la alegría –que antes eran de
estiércol- nos sugieren tretas para ahorrar energía, los funcionarios amarillos multiplican las tarifas de los servicios
públicos. Y los verdaderos periodistas militantes ni se inmutan ante las absurdas justificaciones que dan los
funcionarios. Por el contrario, se abrazan a la terminología amarilla y
apelan a falacias como ‘sinceramiento’,
‘readecuación’ y ‘gradualismo’ sin que les tiemble la voz. Hasta son
capaces de exaltar las bondades de la bicicleta antes y después de ir a
trabajar porque contribuye a fortalecer nuestros músculos y bajar el
colesterol, además de ahorrar las suculentas cuotas del gimnasio. Aunque ahora
simulen ser críticos con el crecimiento de la pobreza, sólo están presionando para obtener más ventajas.
El ministro de
Energía, Juan José Aranguren, apeló al latiguillo de la mirada a largo plazo
para justificar los groseros porcentajes
de incremento en las tarifas de su área. Esto es para “poder tener la energía necesaria para sostener la actividad
económica”, aseguró el funcionario, sin pensar que con todas las medidas tomadas la actividad económica tenderá a la baja.
Si en 2015 tuvimos un crecimiento de 2,1 puntos –reconocido por el actual
INDEC- el primer año de Macri será de
notoria decadencia. Los voceros mediáticos del establishment no se
percataron de esta paradoja ni de la
bestial defensa que el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, realizó
de los aumentos en trenes y colectivos. “A
la gente esto le impacta –expresó el funcionario- parte del populismo es esto de
acostumbrarte a recibir cosas gratis”.
En primer lugar, si bien las tarifas de transporte en CABA y el área
metropolitana eran mucho más bajas que en el resto del país, no eran gratis. En segundo lugar, y
esto es lo más preocupante, si para los
funcionarios amarillos ayudar a que la población viva mejor es populismo,
estamos al horno.
Nada de todo esto
sorprendió a los apologistas de la prensa hegemónica. Ni siquiera las
declaraciones de la siempre sorprendente
–para mal- Gabriela Michetti. “El Estado
se tiene que encargar de lo que se tiene que encargar –sentenció la vice
presidenta- y las cosas que no puede
hacerse cargo, porque en definitiva no
le corresponde, las tiene que pagar el ciudadano”. Después apeló al nivel de atraso, locura, demagogia y
populismo, pero no es eso lo importante. Ella dio en la tecla, aunque
muchos no lo puedan comprender. No
existe un parámetro universal y válido de lo que tiene que hacer un Estado por
los ciudadanos: es la mirada ideológica lo que define ese punto. Mientras
reniegan del Estado de bienestar, implementan uno que algunos consideran mínimo
pero que está al servicio del enriquecimiento de una minoría. Mínimo para los de abajo, máximo para los
de arriba. No hay pesada herencia,
sino puro egoísmo.
Entonces, el todo no se puede de Macri no es
imposibilidad, sino una decisión
política. Querer es poder, dice
un conocido refrán. Ellos no pueden porque no quieren. O mejor, porque no nos quieren. En el país con
que sueña el Gran Equipo no caben 40
millones sino menos de la mitad. Como no pueden echarnos, tratan de
excluirnos. Pero por más que provoquen los desastres más disparatados, no abandonaremos lo que es nuestro. La luna de miel que todavía no empezó está
a punto de terminar. Y si continúan gobernando para una minoría en perjuicio de
todos, lo más probable es que terminemos
en divorcio. Como todo no se puede, habrá
que hacer lo que quiera la mayoría, aunque en las urnas haya metido la pata.
Germán Rizzo
ResponderBorrarA mí también me molestó mucho el acto de compromiso de Macri, sin público ni medios, en soledad, como el oligarca que es. No sabía como decirlo hasta que leí su blog. No nos quiere, nos desprecia, le molestamos en su plan de repartir el país a la minoría que siempre se benefició con nuestro trabajo. Gracias
No me canso de leer sus entradas del blog, siempre poniendo en palabras lo que muchos piensan y otros no se atreven a decir. Saludos. Ricardo Restrepo
ResponderBorrarUn poco de intuición y mucho corazón. Además, lectura y el oído presto a los que me encuentro por ahí. Esa es la receta. Abrazo
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