jueves, 8 de diciembre de 2016

El peor de los magos



El Cambio está cumpliendo un año y en esto hay algo auspicioso: que falta menos para que la pesadilla termine. Eso sí, lo que quedará de nosotros cuando culmine el mandato de Macri es impredecible. Él prometía que íbamos a estar cada día mejor, pero los datos duros lo desmienten. Aunque sature su discurso con empalagosas metáforas, el universo simbólico que representa es por demás de amargo. Los logros que enumera en cada ocasión son pamplinas más propias de un embaucador que de un presidente. Que ahora hay más diálogo, que estamos más unidos o que se respira otro aire expresan el alivio de una clase privilegiada por haber recuperado el país para su exclusivo beneficio. Un puñado de angurrientos que se siente más libre para explotar, saquear, evadir, especular, acumular y fugar. En inversiones ni piensan porque el país que el empresidente sirve para ellos –y para él también- incluye un menú inagotable y por cuenta de la casa.
El retiro espiritual de Chapadmalal no relajó el talante del Ingeniero, sino que profundizó el gesto adusto del niño rico empecinado en romper la maqueta que recibió de regalo. Decepcionado por los resultados de un segundo semestre adverso y ante la perspectiva declinante de los próximos meses, el Macri de hoy ya no baila tanto, ni siquiera para burlarse de las víctimas de su gestión. Las arrugas de su rostro y la tensión de su ceño han alejado cualquier mueca de optimismo. Y junto al mar, dijo: “se generó una expectativa de cambio mágico y de eso hay que alejarnos”. Ahora dice que no es un mago, aunque de su boca salió el conjuro “sí, se puede” y anunció el truco del shock de confianza. Ambos produjeron el efecto contrario: cada vez se puede menos y el no-plan de gobierno genera más desconfianza.
Si Macri tuviera buenas intenciones, sería como aquel viejo personaje de Alberto Olmedo, el desventurado Mago Ucraniano, cuyos trucos divertían porque siempre fracasaban. El Gerente de La Rosada no es tan inocente ni tan divertido: sus trucos no fracasan porque producen el efecto deseado. No hay errores en el espectáculo que ofrece y el engaño sigue siendo efectivo para los que creen en él. Su gran acto está empezando y ya se pueden vislumbrar sus resultados: convertir un país rico capaz de albergar con holgura al triple de sus habitantes en un feudo desigual donde unos pocos gocen del esfuerzo de todos.
Abajo el telón
La magia de la televisión convirtió a Macri en presidente y los artilugios más oscuros transformaron su minoría parlamentaria en una mayoría funcional. Las peores leyes salieron de ese hechizo y la varita del decreto las empeoró. Lo que no pasó por el Congreso, corrió por cuenta de las decisiones de los funcionarios en la intimidad de sus despachos. El Boletín Oficial tomó la forma de un manual de embrujos para realizar los deseos del Poder Económico. Así como al aprendiz de hechicero se le descontrolaron las escobas, al Gran Equipo se le alborotaron los números, la lluvia de dólares se trocó en succión y la Revolución de la Alegría, en una lágrima. Con la magia PRO, la transparencia es opacidad, la verdad, mentira y los errores, pesada herencia; el diálogo es stand up, el consenso, imposición y la unión, disciplinamiento.
Macri dice que no es mago pero convirtió a una patota de ceos en un gabinete de gobierno; serviles mayordomos que no saben qué medida tomar para dibujar una sonrisa en la avarienta máscara de sus patrones. Y logró fabricar una crisis donde no había posibilidades, al punto de provocar la caída de los indicadores en todas las actividades imaginables. La venta de materiales de construcción, con una baja del 20 por ciento interanual, termina el año con un desempeño tan dramático como en tiempos del estallido de 2001. Las Pymes industriales bajaron su producción un 6 por ciento respecto al año pasado, de acuerdo a un informe elaborado por la CAME. La caída de las ventas en supermercados y autoservicios alcanza el 20 por ciento y menos de la mitad de los argentinos puede planear vacaciones. Macri dice que no es mago pero en menos de un año logró que las sombras del pasado sobrevuelen nuestras vidas, tanto que el Riesgo País empieza a asomar como un indicador cotidiano. Quizá por esto más del cuarenta por ciento de los argentinos ya considera que este gobierno es peor que el de Cristina.
La magia está terminando o las malsanas intenciones de esta ceocracia se están haciendo evidentes. Como sea, parte de la oposición comienza a comportarse como tal. El hechizo está perdiendo su efecto y los diputados asumen el lugar al que fueron destinados por el voto popular. El rechazo al proyecto oficial del mal llamado impuesto a las ganancias desató el descontrol de los amarillos. El empresidente inició un ciclo de declaraciones inconsistentes en una conferencia de prensa y desplegó un vergonzante rosario de mentiras: que es una actitud irresponsable, que es demagógica, que es una pesadilla. Ahora está preocupado por la recaudación, pero a pocos días de asumir renunció a recaudar con las retenciones a los sectores agropecuarios y mineros. Y es una falacia que crearon miles de puestos de trabajo: por el contrario, se produjeron casi diez mil despidos en esas actividades. Ahora habla de demagogia, pero prometía eliminar el impuesto a las ganancias y no afectar a más trabajadores como propone su proyecto. ¿Acaso no es demagogia eliminar impuestos para los más ricos? Y agregó –en ese tono de reproche tan propio- que no se creció en los últimos cinco años, con el absurdo de incluir el primero de su gestión en el paquete de la pesada herencia.
Además de sus mentiras, desplegó un desprecio muy lejano al diálogo y el consenso tan pregonados. Nada de lo dicho por él y sus laderos sirve para cerrar ninguna grieta. Encima, el desconocimiento por lo aprobado en la Cámara de Diputados los coloca en el escenario de los prejuicios más pueriles. El problema es que, para no desfinanciar al Estado, el proyecto con media sanción propone retenciones a la minería e impuestos al juego, a la renta financiera y a las propiedades improductivas. Estos ceócratas prefieren seguir empobreciendo a los trabajadores antes que incomodar a los más acomodados. Aunque son oficialistas, siguen actuando como opositores; aunque son los victimarios, reaccionan como víctimas. Ellos prefieren romper lanzas con los sectores políticos que garantizaron gobernabilidad en estos meses de destrucción antes que tomar una decisión que saque unas monedas a los que la levantan con pala mecánica.
La magia que los llevó al poder está dejando de funcionar. Sin magia, se aprecia mejor la torpeza política de los amarillos: amenazan con el veto en lugar de considerar que la ley puede incentivar el consumo al poner más dinero en los sectores medios. Sin hechizos, se los ve más cínicos: Macri exige poner más el hombro y se va a Alta Gracia para disfrutar del último feriado puente de la historia.
En estos días, Macri y sus secuaces abandonaron la expresión de feliz cumpleaños para adoptar una de condolencias. Ahora dice que no es un Mago pero las expectativas del cambio mágico las creo él en su campaña. Pero todos sabemos que en el mundo real, la magia no existe. Y, como quedó demostrado en la Década Ganada, no hace falta nada sobrenatural; sólo basta el compromiso para mejorar la vida de los ciudadanos.

3 comentarios:

  1. Estos son brujos siniestros que quieren aniquilar cualquier idea de país para convertirnos en una sucursal del Imperio. Los enemigos de siempre están otra vez en el poder: la oligarquía cipaya. Muy buen texto. Norberto Bermúdez

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  2. Tranquilo Gustavo,en 2017 en lugar d Duran Barba entra a tallar el avezado "mago sin dientes",y con su magia d última generación hará reaccionar al "mafianete OffShore"...felicidades capo.

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  3. Tanto enojo contra Massa parece una treta para seleccionar al adversario electoral. No nos comamos la escenita. Carolina Carballo

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