El Cambio cada
día sorprende más. Con un par de berrinches y algunos sobornos, los amarillos consiguen imponer sus
proyectos nefastos y hasta logran que Papá Noel visite por primera vez La
Rosada. Un Papá Noel tan magro como las
ventas navideñas. Los insultados de la semana pasada sonríen felices por
haber abandonado sus principios. Los sindicalistas que hicieron cinco paros al gobierno anterior por el Impuesto a las
Ganancias brindan con el empresidente
porque, en lugar de eliminarlo como prometió en campaña lo modificó para que haya más contribuyentes. Al gobierno del
cambio le va tan bien que logró frenar el
impuesto a las empresas mineras que incluía el proyecto opositor que había
triunfado en Diputados y que, después de los insultos oficialistas, se transformó en lo que Macri quería. Un
año con los PRO ha puesto en cuestión la
tan recitada frase “si al gobierno le
va bien al país le irá bien”. Y si esto no basta, la sanadora de confianza de
Macri aportó una señal insoslayable: preocupada por su salud, le aconsejó
que saque todo lo que Cristina dejó en casa de Gobierno y Olivos, “especialmente las flores amarillas, porque
para empezar el amarillo es traición”.
Si Ángeles
Ezcurra hubiera advertido con más énfasis las
contraindicaciones de ese color en la antesala del balotaje, quizá algunos
votantes se habrían abstenido de confiar
ciegamente en las angelicales
promesas del Ingeniero y su troupe. Tan evidente es la traición a la voluntad
democrática que el Jefe de Gabinete, Marcos Peña tuvo que admitir en una
entrevista radial que los mensajes de
campaña no debían tomarse al pie de la letra. Ya tuvieron que disculparse
de la peor manera con la fantasiosa idea de la Pobreza Cero. Conmigo no vas a perder nada de lo que tenés
se convirtió en pérdida de empleo,
poder adquisitivo, vacaciones y en algunos casos, hasta la libertad. En
estos días, la contradicción del impuesto a las ganancias casi hace
trastabillar al Gran Equipo. “Eso fue en
un spot” soltó Peña, a la manera del Infame Riojano cuando reconoció que si decía lo que iba a hacer no lo votaba
nadie.
Claro, si Macri
hubiera dicho en el famoso debate que iba a devaluar la moneda, eliminar impuestos a los más ricos,
liberar el comercio exterior, producir inflación,
recesión y desempleo, desmantelar la creciente industria nacional y expoliar a los usuarios con tarifazos de
miedo, en lugar del 52 por ciento, sólo lo hubieran votado masoquistas, suicidas y sádicos. En
lugar de esto, recitó “¿en qué te han
convertido, Daniel? Parecés un panelista de 678”. Y con esa magistral síntesis de desprecio,
alimentó los prejuicios que faltaban para conquistar las urnas.
Chocadores de calesitas
Por eso, aunque
ellos insistan con la idea del sinceramiento,
estamos experimentando un escandaloso
engaño que se renueva día a día. Una extraña manera de sinceridad que sería inaceptable en otro escenario. El
estamos aprendiendo estuvo en boca de
muchos de los integrantes del Gabinete Amarillo, incluso de la vicepresidenta,
Gabriela Michetti, que no deja de pasar
papelones en el Senado. Ahora se suma el nuevo presidente de Aerolíneas
Argentinas, Mario Dell’Acqua, que declaró
no conocer nada de una compañía aérea. Si sumamos esta sinceridad a su apellido, que parece más adecuado para la actividad
acuática, es lícito sospechar que quieren
fundir la línea de bandera para liquidarla por unas monedas.
Antes de ecualizar su voz, el Ingeniero al que le brotan empresas off shore por cada uno
de sus poros recrudeció sus falacias sobre el gobierno de Cristina: “recibimos un país quebrado”. Una descomunal mentira que hasta el propio
INDEC de Todesca desmiente. El crecimiento del año pasado sigue creciendo con cada estimación: en
junio dijeron que la economía en 2015 había crecido un 2,4 por ciento, en
septiembre, 2,5 y ahora admiten un 2,6.
Un país quebrado no puede ostentar una
expansión así, con un 6 por ciento de desempleo, una industria que se
duplicó en diez años, desendeudado,
con alto nivel de consumo, una cobertura jubilatoria casi total y reservas mayores que las de hoy. Eso no
es un país quebrado, señor Macri. El
país lo está quebrando usted con sus alocadas medidas que ni los economistas
más ortodoxos comparten.
En el tercer
trimestre se produjo la mayor baja del
año en el PBI, con un 3,8 por ciento de caída interanual. Ni brotes verdes
ni lluvia de inversiones: el segundo semestre fue cuesta abajo y, contra toda
previsión oficial, no habrá rebote porque el
plan económico del PRO más que una pelota es un chicle. En el mismo
período, el consumo privado –el 72 por ciento de la demanda- cayó 3,1 puntos en comparación con el año
pasado. Y si esperaban que las ventas navideñas hicieran repuntar los
números, la CAME –Confederación Argentina de la Mediana Empresa- considera que,
en cantidad de artículos, el retroceso
fue de un 2,1 por ciento. No se puede esperar otra cosa si el poder adquisitivo ha perdido más de seis
puntos. La inflación –que iban a bajar con pericia- la multiplicaron con sus propias medidas hasta superar el 40 por ciento.
Y si agregamos que las exportaciones registraron una baja del 2,5 por ciento y
las inversiones cayeron 8,3 puntos, el empresidente debería mirarse en un
espejo más que denostar al mandatario anterior. Menos aún enorgullecerse
porque beneficiaron a los más ricos con
una disminución de impuestos que representa 1,6 puntos del PBI, como hizo
Marcos Peña hace unos días.
Tanto
sinceramiento abruma, sofoca y un poco
indigna. O bastante. Como la explicación que dio el ministro de Gobierno y
Justicia de Jujuy, Agustín Perassi sobre la
represión a la diputada Mayra Mendoza por parte de la policía provincial.
Según el funcionario, merecía ese trato
porque estaba “histérica”, lo que
agrega violencia de género a la institucional. Un poco más y la referente de la
Cámpora debería agradecer la terapia
psiquiátrica, la descompresión de sus vértebras cervicales y las exitosas
pruebas sobre su capacidad respiratoria.
Ellos dicen que
son sinceros pero no pueden ocultar el
tono burlón que acompaña cada declaración. No es sinceridad asumir un cargo
sin el conocimiento necesario, sino irresponsabilidad. Y jactarse de ese desconocimiento, es puro cinismo. Quizá de esta
forma quieran explotar el mito del hombre común que no viene de la política
como garantía de transparencia. Pero son
tan alevosos los chanchullos que ni los familiares se lo creen.
A medida que
avanza por esta maraña de fracasos voluntarios, el Gran Equipo se va desgranando más lentamente de lo que debería. La
ceocracia de Macri, atrozmente ajustadora, bestialmente persecutoria e
indiscutiblemente incapaz, está por
chocar una calesita mientras algunos dirigentes opositores –por temor o
conveniencia- alientan el dramático trayecto.
Total, el estropicio no lo padecen ellos sino los que se abalanzan sobre un contenedor como si fuera la góndola de un súper.
Algo de responsabilidad tienen, pero nadie
merece semejante castigo por meter el voto equivocado.
El mejor equipo es una pandilla de desbocados piratas. Lo único que hacen es incrementar sus negocios y los de sus amigos. Como dice Víctor Hugo "choreo a la vista". Geniales tus apuntes. Ana Escobar
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