En estos tiempos
de cambios, la incoherencia salpica esa caprichosa
construcción que llamamos realidad. Los oficialistas se conducen aún como
si fueran opositores y algunos opositores hacen lo imposible por simular su
oficialismo. Periodistas hegemónicos estampan
el saldo de su prestigio contra cualquier opereta efímera y no dudan un
instante al convertir las fábulas más
inverosímiles en noticias híper chequeadas; aunque se dicen independientes
y serios, ocultan, tergiversan y hasta inventan hechos sin un atisbo de rubor;
y lo peor, construyen opinión en base a
esos engendros. No, perdón: lo peor es que diputados, senadores y
funcionarios toman ese mamotreto de
falacias como fundamento para sus acciones. La confusión que gobierna es de
tal magnitud que el Gerente de La Rosada SA trata de convencer a la población de
que lo que nos pasa es culpa de la anterior gestión y la mejor solución es desmantelar el Estado, endeudarnos hasta el
infinito y seguir enriqueciendo a los que tienen de sobra.
Si dejamos que
estas cosas comiencen a formar parte de nuestro ideario, ahí sí que estamos fritos. Si se hace carne en la mayoría
la idea de que es el Estado el que entorpece el desarrollo, nos quedaremos a merced de la incontenible
angurria de las corporaciones empresariales. Si aceptamos, como dijo el empresidente, que el Estado es un aguantadero y no una estructura de
protección y contención de toda la sociedad, la disolución de nuestro país estará a la vuelta de la esquina.
En un aguantadero
se refugian los delincuentes; en un lugar así, todos están fuera de la ley.
Decir de un lugar que es un aguantadero implica afirmar que todos los que se amparan allí son delincuentes, desde
el primero hasta el último. Entonces, si un mandatario considera al Estado un
aguantadero no sólo está diciendo que los administrativos estatales son
delincuentes, sino que extiende la
condena a diputados, senadores, jueces, fiscales, policías, maestros y soldados.
Si el Estado somos todos, en la capciosa concepción de Macri, todos somos
delincuentes. Hasta él, que ha visto
crecer su fortuna gracias al Estado, también lo es.
Por supuesto,
Macri no es tan torpe para decir algo así. En estos 16 meses ya hemos
descubierto que su hipocresía es incontenible y su cinismo,
insultante. En sus laberintos discursivos podemos encontrar burlas,
patrañas y mucha demagogia. Macri esconde
las intenciones de su discurso con los tropiezos orales, los rodeos
narrativos y la entonación pueril. Con el amable disfraz de un predicador
novato, el Ingeniero camufla su
desprecio hacia lo que muchos llaman populismo, pero también revela la cobardía de no nombrar nunca al
adversario. Con la metáfora del aguantadero, Macri quiere erradicar al kirchnerismo que, en esta línea de
pensamiento, es sinónimo de delincuencia. Pero la corrección política le impide
decirlo, aunque una despoblada hinchada
lo reclame, por eso recurre a esos circunloquios que producen tanta
confusión.
El ‘viejo truco’ del Cuco
Con los dicterios
al Estado, volvemos al clásico verso de que estamos mal porque sobran los empleados públicos. En nuestra
Constitución no figura el porcentaje de estatales que debe haber, así que cualquier cosa que se diga en torno a esto
es puramente ideológico. Sin dudas, de las dimensiones del Estado dependen las intenciones de proteger al
ciudadano. En los países que la hegemonía discursiva toma como ejemplo
–Finlandia, Noruega, Dinamarca, Suecia- el
porcentaje de estatales supera el 30 por ciento. Argentina, en cambio, apenas excede lo sugerido por la OCDE, que es un 14,6 por ciento. Pero la
prédica de Macri es engañosa porque no
busca hacer más eficientes las prestaciones ni hacernos ahorrar dinero en
impuestos: desde su asunción, el gobierno incrementó un 25 por ciento la estructura del Estado.
Una patraña más
que no busca el bien común: sólo quiere ejecutar la venganza de una clase privilegiada que no encuentra límites a
sus perniciosas ambiciones. Sólo
intenta desalentar una caída en el error de
volver elegir a aquellas fuerzas políticas que representan los genuinos intereses del pueblo. El apellido Kirchner
–como otrora Perón- contiene la carga necesaria para convertirse en blanco de esa derecha que no se atreve a reconocerse
como tal. Pero mientras más demonizan ese apellido, más se enaltece; después cada celada, sale más indemne.
La crisis de
Santa Cruz tiene mucho de ello. Como no lograron meter presa a Cristina, intentan
desprestigiar a cualquiera que porte la K. Después de desfinanciar a la
provincia patagónica con un 85 por
ciento menos de los recursos y un bloqueo al endeudamiento, una operación político-mediática creó una
película caótica. Como si las justas demandas de los pobladores pudieran
convertirse –por arte de magia- en una Toma
de la Bastilla sureña. La puesta en escena aprovechó la eficacia amarilla en las redes sociales para instalar una
falsedad: el anuncio de la candidatura de CFK, un hecho que sólo despierta la furia de una minoría. Y los medios
porteños, que siempre están ajenos a lo que ocurra más allá del Obelisco, posaron su maliciosa mirada para magnificar
el incidente. Hasta hubo un periodista que alentó a los manifestantes, como
puede verse en un video casero. Aunque cargado de hipocresía, el tuit del empresidente descolocó a los periodistas
que se horrorizaron por la mano dura que siempre exigen desde
la pantalla y hasta justificaron
–celebraron- el ataque a la residencia de la gobernadora. Como ironizó La
Presidenta, si hechos así hubieran ocurrido en los alrededores de Olivos, los titulares anunciarían un intento de
golpe.
Una trama
perversa para disfrazar este horroroso presente, para que se note menos el fracaso
del modelo que el Gran Equipo está aplicando, para ganar tiempo y destruir
un poco más. Para disimular que el
optimismo de los funcionarios contrasta con un horizonte nefasto. Tanta es
la desesperación, que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne se atrevió a mentir con descaro en la capital del
Imperio. Como si ignorara que las
mentiras tienen patas muy cortas, Dujovne reveló que Argentina “logró
comenzar a crecer, a bajar la inflación, a bajar la pobreza”, en contraste con todas las mediciones
existentes. Y con una sobredosis de entusiasmo, agregó que “el rol que hoy juega la Argentina a nivel
mundial es crucial porque muestra el
norte, el faro de cómo un país puede pasar de caminar directo hacia el
abismo a convertirse en un país que
camina hacia la normalidad, hacia la prosperidad”.
Una normalidad que incluye persecución política, irrupción
policial en establecimientos educativos, demonización
del adversario y violencia oficial todo terreno. Una prosperidad que incrementa la desigualdad, produce recesión y nos
aleja de todos los sueños. ¿Quién es el destinatario de semejantes embustes?
¿Tan poco respeto tiene por sí mismo
quien escucha estas fábulas? Mientras entretienen a unos cuantos señalando
al cuco, estos piratas trajeados
cargan el botín en sus bodegas. Cuando
los aún encantados se desencanten, preguntarán, alelados, de dónde vino el huracán.
gracias Gustavo, el aguantadero es la rosada y todos ellos los delincuentes, una pesadilla esta realidad, todos los días esperando que se termine, que todas estas bestias desaparezcan para siempre-abrazos
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