El jueves pasado, durante la
multitudinaria convocatoria de las CTA, el dirigente Pablo Micheli aclaró que
la exigencia de cambiar el modelo económico no significa cambiar de gobierno.
Sin embargo, el modelo es inherente al gobierno:
es imposible imaginar a Macri y sus secuaces tomando medidas diferentes a las
que han tomado. Aunque Micheli no pueda decirlo, este gobierno sin este nefasto plan dejaría de ser este gobierno.
Ante la proliferación de marchas opositoras, los apologistas del Cambio esgrimieron
las gastadas frases de siempre, que “no dejan gobernar” o “ponen palos en la rueda”. Hasta
organizaron una espontánea marcha sin
identificación política explícita para apoyar La Revolución de la Alegría. El ADN PRO en su máxima expresión: unas
consignas generales a las que nadie se puede oponer y otras odiadoras basadas en mucho prejuicio y pura manipulación. La
Plaza como el escenario de una puja histórica entre dos maneras de pensar el
país, con el aderezo del engaño permanente
como forma de gobernar.
Con
más furia que alegría, unas 25 mil personas marcharon desde el
Obelisco a Plaza de Mayo en la CABA para expresar su apoyo a la ceocracia
gobernante. En las principales ciudades del país se repitió el fenómeno de manifestantes disfrazados de a-partidarios,
inorgánicos y unionistas para avalar
las políticas de exclusión que lleva adelante el Gerente de La Rosada SA. El
envoltorio del paquete fue la defensa de la democracia, acosada, según ellos,
por piqueteros y sindicalistas que
tienen mayor poder de convocatoria gracias al reparto torrencial de choripanes.
Los principales valores que portan
estos adherentes al Cambio son que “fueron
por su cuenta”, que “nadie los trajo
en colectivos” y que “sí, se puede”. La más conmovedora ofrenda de paz que ofrecieron a los opositores fue “si no les gusta que se vayan a Venezuela”.
La más profunda lección de civismo
la dieron algunos inspirados al vociferar “que
no molesten más, porque nosotros estuvimos bajo
doce años de ellos”. El futuro
lo sentenciaron a coro, ante cientos de palomas abrumadas: “no vuelven más”.
Una conclusión evidente de este
insignificante episodio es que los
amarillos siempre se expresan como opositores, aunque sean oficialismo. Tanto
los funcionarios como sus fans sólo expelen
marketineros dicterios a la gestión anterior y justifican con la Pesada
Herencia sus destructivas medidas. Otra conclusión –igual de evidente pero
más dolorosa- es que creen que de esa manera defienden la República, aunque en verdad están alentando su
aniquilación. Y una tercera, mas no la última, es la contradicción permanente que los guía: despreciar para unir,
empobrecer para enriquecer, mentir para
llegar a la Verdad, desnacionalizar para defender la Patria.
Las
contradicciones de rutina
Aunque en los días previos el
Gran Equipo se desentendió de la Marcha de los Amarillos, Macri no pudo evitar una cabalgata sobre ese escueto apoyo.
Orgulloso por el eco de su prédica, destacó la ausencia de colectivos y choripanes,
como forma de depreciar las marchas
contundentes en serio. Uno de los mayores logros de la usina Pro es la capacidad para convertir
patrañas y absurdos en ideas convincentes, como los k se choraron todo, hay que aumentar las tarifas para tener más
energía o ahora está todo mejor
aunque estemos peor. El núcleo duro de los seguidores del Ingeniero asimila como iluminación cualquier sandez
que recita.
Entonces, si Mauricio revela
que el arribo de inversiones no se concreta por los conflictos sindicales y sociales, el cacerolero oficialista interpreta
que los K obstaculizan el desarrollo. Jamás se preguntará por el beneficio
de esas inversiones ni su dramática necesidad. Si el Gran Equipo no hubiera
renunciado a la recaudación impositiva de los más ricos, el Estado habría podido motorizar la economía con miles de millones de
dólares; si, en lugar de perdonar deudas a las distribuidoras eléctricas, las hubieran cobrado para invertir en
mejoras del servicio, hoy no estarían justificando tarifazos que sólo
sirven para socavar el poder adquisitivo
y enriquecer a los que sólo fugan; si, en lugar de hacer todo lo que
hicieron, hubieran hecho todo lo que
prometieron, hoy no atravesaríamos esta incomprensible recesión ni
estaríamos a la desesperada espera del maná de los capitales extranjeros.
Un
discurso enloquecedor no hace más que enloquecer. La
estigmatización oficial del piquetero inspira que un chofer apunte su camión contra un piquete. La demonización de
los militantes habilita una cacería
nocturna por locales partidarios. El desprecio hacia los pobres provoca una feroz arremetida de las fuerzas
policiales en un comedor comunitario. Fotografías aisladas que construyen
una película de horrores ya vividos.
La voz de los PRO parece amable
y civilizada pero debajo de estos
adornos descansa la barbarie de los conquistadores. Los que no se adapten
quedarán afuera del paraíso que diseñan. Los que se opongan recibirán los palos
que sean necesarios. Los que presenten un recorrido alternativo serán encarcelados, perseguidos o acosados
hasta el exilio. Así lo deben desear: domesticar
al país para extraer su jugo; revolver el río para obtener más pescados;
ocultar su inevitable corrupción con un inverosímil disfraz de honestidad. Pero
esta vez no van a poder porque gran
parte del pueblo ha descubierto el juego.
No son honrados ni quieren el
bien de todos: sólo se están
enriqueciendo, aunque simulen gobernar. Los conflictos de intereses
atraviesan todas las áreas de gestión por lo que Macri y 20 de sus funcionarios ya están imputados en distintas causas
judiciales por negociaciones incompatibles, tráfico de influencias y uso de
información privilegiada. No les importa que sus medidas generen desempleo; al
contrario, a mayor demanda laboral menor
costo salarial y a seguir enriqueciéndose. Si se descubren los embustes,
sus creativos están preparando los de esta temporada. Y si no dan resultado, las armas ya están encargadas.
A 35 años del inicio de la
Guerra de Malvinas, Macri está nutriendo
su arsenal. Sin hipótesis de conflicto y ante el espanto de nuestros vecinos, el Gran Equipo dispone sus
tropas. El tono bélico con que manejan la protesta docente sugiere a dónde apunta la mira. Por lo que parece, ya no alcanza el
poder de los medios hegemónicos para invisibilizar la crisis y los problemas
que genera; el descontento atraviesa la pantalla
y logra que seis de cada diez argentinos apoyen el paro general del 6 de abril.
Los Amarillos dirán que las huelgas no
resuelven nada y recrudecerán sus medidas porque, para ganar las elecciones,
necesitan mostrarse duros. Los caceroleros oficialistas aplaudirán a rabiar y
pedirán, como Sarmiento con los gauchos,
más sangre de villeros, bolitas o
choriplaneros. El ajuste
sumará a nuevos ajustados que resistirán sus penurias y tratarán de poner límites al salvajismo de los ricos.
Entonces, Macri estrenará sus juguetes; si
no logra frenar la resistencia con plomo, se fugará con uno de sus nuevos
artefactos voladores hacia alguno de sus paraísos favoritos.
genial Gustavo! como siempre con que fluidez y claridad explicas lo inexplicable, ya lo comparto con otros "sufrientes" como yo, gracias mil! besos
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