Evasor, contrabandista, estafador, mentiroso y malvado. Así y todo, se siente habilitado para hablar de inmoralidad. No de la suya, por supuesto, porque su espejo debe funcionar muy mal. Macri es el extraño caso del salvavidas de plomo que se mantiene a flote para sumergir a todos.
En
estos días, el ex empresidente Macri
estuvo hablando como nunca, a pesar de que no se postula a nada. Con sus
dichos logra una centralidad que no merece y que poco beneficia a los pre-candidatos
amarillos. A una semana de las elecciones primarias, el Buen Mauricio despliega
una andanada ineludible de bestialidades verbales que deja muy mal parado al
espacio no-político que lidera. Como su vara intelectual está muy por
debajo de la rodilla, replicar sus declaraciones no es ningún desafío y,
aunque nos haga perder tiempo, resulta necesario deconstruir cada una de sus
declaraciones para que nadie se confunda.
Como su
gobierno fue un desastre indefendible, sorprende que le sobre cara para
plantarse ante una cámara a dar cátedra. Y da mucha pena el papel que
juegan los peleles que lo entrevistan. Y más aún los televidentes que todavía
creen en sus balbuceantes y confusos conceptos. El desprecio es su guía y la
irracionalidad, la constante. En lugar de gozar su impunidad en un cómodo
retiro, se planta como el faro que no es para embarrar con su bilis la
escena política. Su última frase traspasó los límites: “o cambian o se van a tener que ir”. La democracia le incomoda,
sobre todo cuando no gana.
En un
exceso de impudicia, confesó que “estamos
en un país en donde para ganar plata hay que evadir impuestos”. Una frase que será tan célebre
como la de Luis Barrionuevo en los noventa, “tenemos
que dejar de robar por dos años para
sacar el país adelante”. De ambas máximas se deduce que los más ricos son evasores y, por tanto,
ladrones. No víctimas, sino victimarios
del padecimiento de la mayoría. Con esto demuele el verso del emprendedor que amasa fortuna con ingenio y esfuerzo
que tantas veces le escuchamos recitar.
Para ser multimillonario, hay que ser un
estafador como él.
La
parafernalia de sandeces no se detiene en este sincericidio. Lejos de cualquier
autocrítica, se erige como un estadista. El que convirtió la mal llamada
doctrina Irurzum en política de
Estado, se queja de “la inmoralidad de
habernos encerrado” durante
la pandemia. Ante la falta de argumentos, apela a la mentira de “la cuarentena más larga del mundo”. Muchos
especulamos sobre cómo estaríamos si hubiera logrado la reelección, tentados
por los incorrectos contrafácticos.
El Buen Mauricio nos evitó el riesgo:
“jamás hubiese hecho este atropello a las
libertades” y “vamos viendo”, como
síntesis perfecta de su compromiso. El que convirtió el ministerio de Salud
en secretaría y dejó vencer millones de vacunas, también criticó el plan de
inmunización ponderado a nivel internacional. Decir tantas tonterías sin
sustento es, sin dudas, adoctrinar a su público.
Para
terminar, en un exceso de subestimación hacia sus seguidores, acusó a CFK de
no irse nunca del poder. “Ella siguió
controlando desde afuera el poder en mis cuatro años, absolutamente todo”, fabuló
el ex mandatario. Una frase para diván. Quizá pese el fracaso de no haber
podido destruirla, a pesar de todos los artilugios judiciales que
inventaron, de la demonización constante hacia su figura, de los prejuicios
que alimentaron con millones de titulares y falsos informes televisivos.
Esa frase, además de odio, revela impotencia porque Cristina no necesita
estar todos los días ante cámaras amigables para conservar su protagonismo.
Y eso
no es poder, sino trascendencia. Por el contrario, ella quedará en la
historia como la que osó disputar poder a los que se creen dueños del país.
Y eso explica tanto odio por parte de los que no quieren ceder un milímetro.
Pero algunos no comprenden esta ecuación y se dejan engañar por los que prometen
un futuro mejor con las recetas que siempre nos han hundido. Una pena
que consideren inmoral a un gobierno que –con lentitud- nos está sacando del
pozo y no a los que nos metieron en él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario