Con tiempo aún para enumerar los logros del Gobierno Nacional, entretenerse con los tropiezos de la oposición y los medios cómplices no es un desperdicio: al contrario, los pinta con profundidad como lo que verdaderamente son. Una pena que un importante porcentaje de la población aún no se haya dado cuenta.
Si no fuera por los exabruptos de algunos pre-candidatos,
la campaña electoral sería aburridísima. Los que aportan algo de condimento son
los postulantes de CABA y provincia de
Buenos Aires, que son los que más aparecen en los medios informativos
nacionales. Los de otros distritos no figuran ni cuando los balean en un acto público, como el diputado Miguel Arias
en Tapebicuá, Corrientes. Lo que más altera el tránsito a las PASO es la manera
en que los medios hegemónicos, aunque con menor rating, siguen construyendo una antojadiza agenda. Por supuesto, con la
amañada vara con que miden el impacto de los hechos que deciden destacar: si las balas hubieran apenas rozado el cuerpo
de un cambiemita, estarían todo el día hablando de eso. La democracia sigue
en peligro cuando la información, en lugar de ser un derecho para todos, es un arma de destrucción del entendimiento.
La indignación selectiva continúa
inspirando nuevos contrafácticos. Si en lugar de María Eugenia Vidal fuera
Victoria Tolosa Paz la compradora de un
departamento de 600 mil dólares en Recoleta, después de declarar que sólo
tenía medio departamento y medio auto
al terminar su gobierno y necesitaba
volver a trabajar para poder vivir, ¿cómo sería la reacción de esos
periodistas? Dilapidan a la candidata del Frente de Todos por decir que en “el peronismo se garcha” y sonríen
satisfechos ante la expansiva economía
de la postulante amarilla. Como no fue Tolosa Paz la que diferenció “un porro en Palermo” con uno en la
villa sino Vidal, el episodio pasa como
si nada. Y por más que eso pase allá, a pocas cuadras del obelisco, repercute acá, a 350 kilómetros, con la
estigmatización que destinan desde hace años al kirchnerismo.
Y no sólo los medios contribuyen
al bombardeo. La Justicia –es un decir- Federal porteña ordenó reabrir la causa
del Vacunatorio Vip, cerrada por la jueza Capuchetti ante la ausencia de normativa que considere eso como delito. Mientras
tanto, por las pantallas desfilan los ex funcionarios de La Revolución de la Alegría ostentando
impunidad y vomitando críticas. Ellos, que nos endeudaron como nunca, que fugaron millones, que beneficiaron a
sus empresas, que aportaron armamento
para un golpe de Estado, aparecen como ángeles bajados del paraíso para
volver a decirnos “lo que hay que hacer”.
Así se confunde hasta el más lúcido.
La frutilla para este postre la
pone siempre Macri, el más impune de
todos. El más cínico. El más siniestro. Para apoyar a los candidatos
santafesinos, el Infame Ingeniero reconoció que “cuando gobernamos muchas cosas
no nos salieron, pero aprendimos de nuestros errores”. Por el
contrario, les salieron todas sin cometer
errores. “Y todo ese aprendizaje,
doloroso, lo tenemos que poner ahora para votar, para decir basta al atropello, para recuperar la
República”, manifestó el que nombró miembros de la Corte, trasladó
jueces y modificó leyes por decreto. “Basta
de atropellos y recuperar la República” afirma el que sigue pateando la deuda con el Estado del Correo Argentino gracias
a los jueces cómplices.
Por si esto fuera poco para
pintar lo perniciosa que es esta
oposición, ahora los PRO se ponen a
favor del atentado a la soberanía del gobierno chileno. No es una novedad,
por supuesto. Ellos hablan de República pero no dudan a la hora de renunciar a la defensa de nuestro
territorio. Lo han demostrado siempre. Tampoco son democráticos porque no condenan con firmeza los golpes de
Estado perpetrados en nuestra historia. Apenas los consideran como “eso terrible que nos pasó”, como si
fuera una de las tantas tormentas con que El Buen Mauricio justificó
los desastres de su gobierno.
En verdad, son invotables porque,
contra lo que muchos sostienen, Ellos
confiesan lo que piensan cada vez que abren la boca, por más maquillada que
la tengan. Señalar sus sandeces mediáticas no
es una pérdida de tiempo ni una
omisión de los pequeños logros de este gobierno, sino señalar a los adversarios
como lo que son: peligrosos enemigos.
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