sábado, 25 de septiembre de 2021

Entre operaciones, patrañas y gataflorismo

 

Los opositores siguen alelados por los números favorables de las PASO, pero no se muestran tan triunfadores. Como estrategia, refuerzan su treta de no hablar de nada y simular que dicen todo, mientras el Gobierno despliega medidas para demostrar un buen rumbo.

Después del resultado de las PASO, la ansiedad se acrecienta en el camino hacia las elecciones generales del 14 de noviembre. No sólo en el oficialismo, sino también en la oposición, que desearía congelar el triunfo para siempre. Y como presienten que los números se pueden revertir –aunque sea un poco- aprovechan pantallas y micrófonos para repetir las tonterías de siempre y agregar algunas nuevas. Sólo en un canal cómplice la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich puede igualar las pistolas Taser con las de agua que “usan los chicos en carnaval” sin ponerse colorada y sin que ninguno de los periodistas serios e imparciales realice alguna objeción. O que Beatriz Sarlo niegue el derecho de la Primera Dama a estar embarazada: "el nacimiento de niños es algo que sucede en todos los lugares del mundo, pero no con personajes tan secundarios y desvaríos como Yáñez". Los que se babearon con la boda real entre el Buen Mauricio y la Hechicera Universal y sonrieron con ternura ante las apariciones televisivas de Antonia en campaña cuando apenas caminaba, temen que el nacimiento del Hijo Presidencial incida en los resultados electorales. Claro, es tanto el desprecio que no se animan a festejar el favorable resultado electoral que muchos votantes les regalaron sin tener en cuenta la tan pregonada meritocracia.

Como no podría ser de otra manera, todo lo transforman en escándalo para seguir alimentando los prejuicios del público cautivo. La balanza de la indignación está muy inclinada y los contrafácticos nos tientan a cada paso. Si hubiera sido una dirigente K la compradora de un departamento de lujo en el barrio más caro de la Capital, habiendo declarado media casa y medio auto, con un descuento sustancial y con un préstamo de la propia vendedora, estarían todos los días hablando de corrupción e incitarían a los buenos vecinos a marchar por las calles para reclamar su cabeza. Pero como el personaje es María Eugenia Vidal, apenas lo toman como una travesura. Y eso no influye sólo en la CABA, donde ella es candidata a diputada: la indignación selectiva es una doctrina que se difunde a todo el país. Si la foto del cumple irrita más que el endeudamiento con el FMI o si todavía siguen con lo del vacunatorio VIP cuando Argentina recibió 65 millones de dosis y ya distribuyó más de 55 millones, el entendimiento de una parte de la población está más que alienado.

En un intento desafortunado de difundir buenas noticias, la ministra de Salud, Carla Vizotti, anunció que el uso de barbijo no será obligatorio en espacios abiertos y en soledad. Los medios opositores se prendieron del hueso y transformaron la novedad en casi una prohibición de los barbijos. Algunos peleles amarillos denunciaron como irresponsabilidad que se abandonen los cuidados sanitarios. Y, en verdad, hay que estar muy distraído para creer que los que hasta hace 15 días clamaban por la libertad ahora se preocupan por la salud pública; si hasta quemaron barbijos en la Plaza, convocaron marchas anti-cuarentena, alentaron viajes al exterior y pugnaron por los varados. Desalentador que haya un porcentaje de votantes que se deje manipular con tanta facilidad.

Pero esto no es todo, por supuesto. Desde el fatídico lunes 13, el Gobierno Nacional comenzó a reformularse para recuperar el apoyo perdido. Con la carta de Cristina, el tablero comenzó a acomodarse y desde La Rosada sacan medidas de una galera que debieron usar antes. Nunca es tarde si resulta beneficioso para la mayoría que padece carencias históricas. Sólo basta recordar que cuando Macri perdió en primera vuelta aumentó el salario mínimo, implementó un bono para la AUH y los estatales, congeló los combustibles por 90 días, subió el mínimo no imponible, reforzó el salario de privados con la quita de aportes jubilatorios, suspendió el ajuste por inflación en los créditos UVA, aumentó las becas progresar y estableció una moratoria de 10 años para las Pymes sobrevivientes a su gobierno. Los medios hegemónicos aplaudieron hasta ampollarse estas medidas que traían alivio para 17 millones argentinos. Eso le permitió achicar la diferencia de 15 puntos pero no le alcanzó para ganar. Después, devaluó la moneda en un 30 por ciento para castigar a los votantes desagradecidos y envió armamento a Bolivia para apoyar un golpe de Estado.

Apenas un recordatorio para que no salgan ahora a calificar de oportunistas las medidas que tome el Presidente para atenuar levemente la desigualdad que muchos padecen. Claro, esto puede ayudar a reforzar los números pero no a encaminarnos hacia el país del que todos debemos empezar a enamorarnos.

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