Sobre
votos y convicciones
A las bromas macabras de jueces
y Supremos deben sumarse las de los votantes. El consultor Manuel Mora y Araujo
presentó una encuesta de alcance nacional que revela que el 61 por ciento de los argentinos “aprueba
los diez años de gestión” que
comenzó en 2003 con Néstor Kirchner. Un 30 por ciento más de lo que sacó el FPV
en las primarias. De no creerse. ¿Puede
haber alguien que no comprenda que la aprobación debe manifestarse con el voto?
Tal vez calan hondo esas falsas verdades de la alternancia o del castigo para que se esfuercen más. Si en la
CABA el proyecto K tiene una aprobación del 56 por ciento, ¿por qué seguirá conquistando voluntades el menguante PRO? Difícil
comprender los vericuetos de la mente humana. ¿O será que a los argentinos nos
gusta sufrir y por eso no soportamos el bienestar que vamos conquistando
gradualmente? Quizá nos complace añorar
las buenas cosas cuando alguien nos las arrebata. O peor aún: tal vez sabemos elegir con precisión quiénes
serán los arrebatadores. Por primera vez en mucho tiempo recorremos un
camino que nos conducirá al país soñado y, sin embargo, parece que muchos se dejan seducir por el atajo hacia el peor
pasado. O abundarán los bromistas.
Lo
que nada tiene de broma es la arremetida del Grupo Clarín y sus satélites. Ya
no saben qué pescado podrido tirar. Enojados por no encontrarse entre Los Titulares
convocados por Cristina, tratan de arrojar la mayor cantidad de estiércol
posible para poblar el ambiente de pestilencias. Desde hace dos semanas
festejan porque sienten que han conquistado el país; han transformado su accionar desinformativo en votos caceroleros y eso
los mantiene en éxtasis. Con sus alfiles y todos los peones avanzan para
capturar a la reina, o, cuanto mucho, expulsarla del tablero. Pero de tan ansiosos que están, se vuelven
torpes, atolondrados, desencajados. De tan obvios, se tornan pornográficos.
A pesar de tanta obscenidad, algunos individuos siguen confiando en tan
emperrados libelos. Alguno dirá por allí: estamos
aislados del mundo y Ella afirma que estamos mejor que en Australia y
Canadá. O sino: echamos a Lan de Argentina.
Por
supuesto, todo lo que hacen no tiene un fin elevado. Lejos de conformar un
público cada vez más informado y apto para tomar decisiones, idiotizan al individuo hasta la alienación.
Los tonos de voz resaltan los nombres demonizados como si de un cuentito de
hadas y brujas se tratara. Y lo que guía con ardor cada uno de sus pasos es
señalar que todo lo que piensa, dice y
hace La Presidenta y sus funcionarios está absolutamente mal. Después del
discurso de Río Gallegos, no buscaron analizar los pormenores de una reunión
histórica que involucraba por primera vez a los principales actores de la
economía. No, claro, tomaron un solo
momento y lo ridiculizaron hasta el absurdo. Hasta el inconsistente Jefe de
Gobierno porteño, Mauricio Macri, mostró una vez su inconsistencia al
cuestionar la comparación de números entre Australia, Canadá y Argentina. Y,
como siempre, aclaró no haber escuchado
la totalidad del discurso. ¿Para qué, si con el resumen digerido presentado
por los titulares alcanza y sobra para dibujar su irracional desacuerdo? Jamás escucha lo que dice La Presidenta,
pero es el primero en salir a cuestionar sus dichos.
Y
ostenta una impunidad verbal que avergüenza. Tal vez entusiasmado por unos
números que no lo benefician demasiado, se sumó a la arremetida por el caso del
hangar de Lan. Y en medio de su incontenible verborragia negadora, afirmó que Aerolíneas Argentinas está en su
peor momento. No se sabe por qué, pero dice lo que se le antoja,
demostrando una absoluta ignorancia sobre cualquier cosa sobre la que opina.
Eso sí, con abundancia de prejuicios y mucho
desprecio. Estos cuestionamientos vertidos sobre las coletillas de Macri no
vulneran para nada la libertad de expresión ni buscan censurar a nadie. Sí buscan resaltar que toda libertad exige
cierta responsabilidad, sobre todo cuando quien habla ocupa un cargo de
importancia representativa y aspira a más.
Más
allá de todas estas lamentables escenas, La Presidenta sale a aclarar, aunque sabe que de poco servirá. Unos seguirán tergiversando y los otros
malentendiendo. “Australia y Canadá
son países que integran el G-20” explicó vía twitter y Argentina forma
parte de ese organismo. Y, por si hiciera falta, comentó que “comparar no significa igualar”. La comparación es un recurso retórico que
sirve para reforzar un argumento. Como le pareció imprudente una analogía
con los países europeos que están padeciendo los efectos de la angurria
financiera, la realizó con dos naciones que parecen lejanas de la agenda
informativa. Y sólo utilizó algunas variables para desterrar los mitos que
aparecen con forma de titulares respecto a nuestras reservas, la balanza
comercial y el crecimiento. Más allá de los esfuerzos para que las palabras
lleguen sin distorsiones a los ciudadanos, los
individuos creerán cualquier cosa que difundan los alimentadores de prejuicios
habituales.
Desde
el miércoles 14 de agosto, cuando CFK anunció la tan famosa reunión de
titulares en Río Gallegos, los medios carroñeros trataron de instalar la idea
de monólogo en lugar de diálogo. Las intenciones
estaban muy lejos del adoctrinamiento que sospechaban los que siempre sospechan.
Por el contrario, el Gobierno Nacional quería sincerar las bases de este
proyecto y señalar algunas contradicciones que presenta parte del empresariado
en sus declaraciones ante los medios y lo que piensan para dentro de cada
sector. “Si hay coincidencia con el
modelo cuando se habla en privado –se preguntó el titular de la
Confederación General Económica, Ider Peretti- ¿por qué no salen a defenderlo en público?”. Todos los que se sumaron a la histórica reunión de Río Gallegos
destacaron la profundidad del diálogo mantenido con La Presidenta y los
funcionarios del Gobierno Nacional. Algunos, como el empresario automotor
Cristiano Ratazzo, se ha convertido en un siniestro apologista del modelo
destructivo de los noventa, a pesar del crecimiento del sector en los últimos
años. Cínico o suicida, apunta a una reducción de los salarios, sin considerar que ese ajuste provocaría un
achicamiento del mercado interno. No es tan difícil de entender, salvo que
una intencionalidad perversa inspire esas declaraciones. Perversa o
angurrienta.
Tanto
empecinamiento detractor puede tener alguna explicación. Una de ellas se
relaciona con la soberbia de los Patricios, los que se creen dueños no sólo de los
destinos, sino del país en su totalidad. A
ellos les duele que la recuperación de nuestra economía se esté concretando por
un camino diferente al que ellos defienden. También puede ser que, como el
país ha crecido tanto en estos diez años, no
ven la hora de tener vía libre para saquearlo. Como sea, en el medio
estamos los pobladores que, cada tanto, nos convertimos en votantes. En esta
pugna cada vez más cruenta, el voto potencia nuestra voz. En estas
circunstancias, no es conveniente dejar
nuestras convicciones en la puerta del cuarto oscuro. En su momento, esta frase
será nuevamente recordada.
Vuelvo a leerlo y otra vez coincido en casi, casi todo y en lo que no , no es de importancia, en estos dias estoy comprendiendo a mi viejo que en silencio se tragó la amargura durante años, reperonista él, y muchas veces no comprendí su bronca cuando el peronismo estaba proscripto, hoy trago yo mi amargura, la andanada de insultos, improperios, mentiras como la de Asis ayer diciendo que esto es una guerra me sublevan, y me vuelve a la mente la bronca de los setenta, siempre dije agradezcan a Perón que les permitió llegar hasta hoy para decir las mayores mentiras.-
ResponderBorrarUn saludo , lo felicito, excelente su obra.-
Mirta de Palermo
Mirta: muchas gracias por los elogios. Respecto de la historia paterna, comparto la misma sensación. La emoción que sintieron con el retorno de Perón y la frustración posterior recién la comprendo hoy. Ahora los escucho a ellos temiendo una repetición de lo que vivieron ellos cuando eran adolescentes -en los 50-, y la impotencia que sienten ante los improperios mediáticos y carnales y por primera vez, lo comparto. Duros tiempos estamos viviendo, como siempre, y la amenaza de un retorno al pasado es cada vez más concreta.
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