lunes, 26 de agosto de 2013

Bromas de mal gusto



Sobre votos y convicciones
A las bromas macabras de jueces y Supremos deben sumarse las de los votantes. El consultor Manuel Mora y Araujo presentó una encuesta de alcance nacional que revela que el 61 por ciento de los argentinos “aprueba los diez años de gestión” que comenzó en 2003 con Néstor Kirchner. Un 30 por ciento más de lo que sacó el FPV en las primarias. De no creerse. ¿Puede haber alguien que no comprenda que la aprobación debe manifestarse con el voto? Tal vez calan hondo esas falsas verdades de la alternancia o del castigo para que se esfuercen más. Si en la CABA el proyecto K tiene una aprobación del 56 por ciento, ¿por qué seguirá conquistando voluntades el menguante PRO? Difícil comprender los vericuetos de la mente humana. ¿O será que a los argentinos nos gusta sufrir y por eso no soportamos el bienestar que vamos conquistando gradualmente? Quizá nos complace añorar las buenas cosas cuando alguien nos las arrebata. O peor aún: tal vez sabemos elegir con precisión quiénes serán los arrebatadores. Por primera vez en mucho tiempo recorremos un camino que nos conducirá al país soñado y, sin embargo, parece que muchos se dejan seducir por el atajo hacia el peor pasado. O abundarán los bromistas.
Lo que nada tiene de broma es la arremetida del Grupo Clarín y sus satélites. Ya no saben qué pescado podrido tirar. Enojados por no encontrarse entre Los Titulares convocados por Cristina, tratan de arrojar la mayor cantidad de estiércol posible para poblar el ambiente de pestilencias. Desde hace dos semanas festejan porque sienten que han conquistado el país; han transformado su accionar desinformativo en votos caceroleros y eso los mantiene en éxtasis. Con sus alfiles y todos los peones avanzan para capturar a la reina, o, cuanto mucho, expulsarla del tablero. Pero de tan ansiosos que están, se vuelven torpes, atolondrados, desencajados. De tan obvios, se tornan pornográficos. A pesar de tanta obscenidad, algunos individuos siguen confiando en tan emperrados libelos. Alguno dirá por allí: estamos aislados del mundo y Ella afirma que estamos mejor que en Australia y Canadá. O sino: echamos a Lan de Argentina.
Por supuesto, todo lo que hacen no tiene un fin elevado. Lejos de conformar un público cada vez más informado y apto para tomar decisiones, idiotizan al individuo hasta la alienación. Los tonos de voz resaltan los nombres demonizados como si de un cuentito de hadas y brujas se tratara. Y lo que guía con ardor cada uno de sus pasos es señalar que todo lo que piensa, dice y hace La Presidenta y sus funcionarios está absolutamente mal. Después del discurso de Río Gallegos, no buscaron analizar los pormenores de una reunión histórica que involucraba por primera vez a los principales actores de la economía. No, claro, tomaron un solo momento y lo ridiculizaron hasta el absurdo. Hasta el inconsistente Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, mostró una vez su inconsistencia al cuestionar la comparación de números entre Australia, Canadá y Argentina. Y, como siempre, aclaró no haber escuchado la totalidad del discurso. ¿Para qué, si con el resumen digerido presentado por los titulares alcanza y sobra para dibujar su irracional desacuerdo? Jamás escucha lo que dice La Presidenta, pero es el primero en salir a cuestionar sus dichos.
Y ostenta una impunidad verbal que avergüenza. Tal vez entusiasmado por unos números que no lo benefician demasiado, se sumó a la arremetida por el caso del hangar de Lan. Y en medio de su incontenible verborragia negadora, afirmó que Aerolíneas Argentinas está en su peor momento. No se sabe por qué, pero dice lo que se le antoja, demostrando una absoluta ignorancia sobre cualquier cosa sobre la que opina. Eso sí, con abundancia de prejuicios y mucho desprecio. Estos cuestionamientos vertidos sobre las coletillas de Macri no vulneran para nada la libertad de expresión ni buscan censurar a nadie. Sí buscan resaltar que toda libertad exige cierta responsabilidad, sobre todo cuando quien habla ocupa un cargo de importancia representativa y aspira a más.
Más allá de todas estas lamentables escenas, La Presidenta sale a aclarar, aunque sabe que de poco servirá. Unos seguirán tergiversando y los otros malentendiendo. “Australia y Canadá son países que integran el G-20” explicó vía twitter y Argentina forma parte de ese organismo. Y, por si hiciera falta, comentó que “comparar no significa igualar”. La comparación es un recurso retórico que sirve para reforzar un argumento. Como le pareció imprudente una analogía con los países europeos que están padeciendo los efectos de la angurria financiera, la realizó con dos naciones que parecen lejanas de la agenda informativa. Y sólo utilizó algunas variables para desterrar los mitos que aparecen con forma de titulares respecto a nuestras reservas, la balanza comercial y el crecimiento. Más allá de los esfuerzos para que las palabras lleguen sin distorsiones a los ciudadanos, los individuos creerán cualquier cosa que difundan los alimentadores de prejuicios habituales.
Desde el miércoles 14 de agosto, cuando CFK anunció la tan famosa reunión de titulares en Río Gallegos, los medios carroñeros trataron de instalar la idea de monólogo en lugar de diálogo. Las intenciones estaban muy lejos del adoctrinamiento que sospechaban los que siempre sospechan. Por el contrario, el Gobierno Nacional quería sincerar las bases de este proyecto y señalar algunas contradicciones que presenta parte del empresariado en sus declaraciones ante los medios y lo que piensan para dentro de cada sector. “Si hay coincidencia con el modelo cuando se habla en privado –se preguntó el titular de la Confederación General Económica, Ider Peretti- ¿por qué no salen a defenderlo en público?”. Todos los que se sumaron a la histórica reunión de Río Gallegos destacaron la profundidad del diálogo mantenido con La Presidenta y los funcionarios del Gobierno Nacional. Algunos, como el empresario automotor Cristiano Ratazzo, se ha convertido en un siniestro apologista del modelo destructivo de los noventa, a pesar del crecimiento del sector en los últimos años. Cínico o suicida, apunta a una reducción de los salarios, sin considerar que ese ajuste provocaría un achicamiento del mercado interno. No es tan difícil de entender, salvo que una intencionalidad perversa inspire esas declaraciones. Perversa o angurrienta.
Tanto empecinamiento detractor puede tener alguna explicación. Una de ellas se relaciona con la soberbia de los Patricios, los que se creen dueños no sólo de los destinos, sino del país en su totalidad. A ellos les duele que la recuperación de nuestra economía se esté concretando por un camino diferente al que ellos defienden. También puede ser que, como el país ha crecido tanto en estos diez años, no ven la hora de tener vía libre para saquearlo. Como sea, en el medio estamos los pobladores que, cada tanto, nos convertimos en votantes. En esta pugna cada vez más cruenta, el voto potencia nuestra voz. En estas circunstancias, no es conveniente dejar nuestras convicciones en la puerta del cuarto oscuro. En su momento, esta frase será nuevamente recordada.

2 comentarios:

  1. Vuelvo a leerlo y otra vez coincido en casi, casi todo y en lo que no , no es de importancia, en estos dias estoy comprendiendo a mi viejo que en silencio se tragó la amargura durante años, reperonista él, y muchas veces no comprendí su bronca cuando el peronismo estaba proscripto, hoy trago yo mi amargura, la andanada de insultos, improperios, mentiras como la de Asis ayer diciendo que esto es una guerra me sublevan, y me vuelve a la mente la bronca de los setenta, siempre dije agradezcan a Perón que les permitió llegar hasta hoy para decir las mayores mentiras.-
    Un saludo , lo felicito, excelente su obra.-
    Mirta de Palermo

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  2. Mirta: muchas gracias por los elogios. Respecto de la historia paterna, comparto la misma sensación. La emoción que sintieron con el retorno de Perón y la frustración posterior recién la comprendo hoy. Ahora los escucho a ellos temiendo una repetición de lo que vivieron ellos cuando eran adolescentes -en los 50-, y la impotencia que sienten ante los improperios mediáticos y carnales y por primera vez, lo comparto. Duros tiempos estamos viviendo, como siempre, y la amenaza de un retorno al pasado es cada vez más concreta.

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