Para
Clarín que lo mira por TV
Mientras
en la Corte se debate sobre el futuro de la democracia, Hugo Moyano deambula
por vaya a saber dónde. Fiel a sus
principios, corre hacia donde encuentra más posibilidades de mejorar su
posicionamiento no-político. Por eso, en una entrevista radial puso en duda
la continuidad de su acuerdo con Francisco de Narváez. Como nunca estuvo peleado con Massa, eso
puede dar lugar a la construcción de una alternativa electoral a mediano plazo.
Esto es todo: no pelearse es sinónimo de
coincidir en un modelo de país. Este absurdo puede resultar positivo y tal
vez perjudique un poco al Frente (no tan) Renovador del intendente de Tigre de
cara a octubre. Nada más hay que decir sobre esta pequeñez que ocurre en el
ciclotímico escenario electoral bonaerense. El resto del país tuvo su mirada en la tertulia organizada por los
Supremos. Si pensaron que con esta audiencia enfriaban -una vez más- la
discusión sobre la democratización de la palabra mediática, el resultado fue
adverso. Esta puesta en escena permitió
que la vigencia de la ley emergiera nuevamente en la opinión pública. Y,
sobre todo, que quedaran expuestos los argumentos nunca escuchados de Clarín
para resistir el cumplimiento de una norma legítimamente aprobada.
En
líneas generales, la audiencia dejó sobre la mesa los dos modelos que desde
hace un tiempo se enfrentan en nuestro país. El año pasado, en el famoso fallo
no respetado ni por los que lo emitieron, la Corte dictaminó que el Grupo más
que mediático no demostraba de qué manera la adecuación a la LSCA afectaba la
libertad de expresión. Sin dudas, más
parecía un consejo que una sentencia. En cierta forma, el Supremo Tribunal
pedía a los abogados del Monopolio que elaboraran mejores argumentos para
defender su posición. Casi un año y medio después, apenas lograron tartamudear
algunas excusas. Una resolución
contraria a la constitucionalidad sería más un acto de magia que de justicia.
Para Ellos, la libertad de expresión es la supremacía del discurso único. Para
Ellos, la democracia debe ser sólo una herramienta para gobernar desde las
sombras. Para Ellos, el país debe estar
sometido a los intereses de una minoría que se expresa, diariamente, a través
de sus enloquecedores medios.
Sin
exagerar, los abogados de Magneto parecían soldados
de Cristina, por el poco esfuerzo que realizaron para fundamentar la lógica
de los angurrientos. Si no asistieron preparados será porque pensaron que no
iba a hacer falta demasiada solidez. Como
si se movieran con familiaridad en un territorio amigo. O no pudieron
defender la postura de Clarín porque no tienen nada para defender. O les avergüenza hacerlo. Tal vez por
eso Damián Cassini estaba tan colorado. No es para menos. La libertad de expresión es un derecho pero ellos lo interpretan como
un privilegio. Mientras más grandotes son, más derechos merecen tener. Y si
disminuye su posición dominante, ven reducido su destructivo poder. La palabra,
para Ellos, además de una mercancía, es una bala
de tinta, como describió CFK. Y en eso basan su resistencia a la norma. Uno
de los amicus de Clarín, Carlos Laplacette, de la Asociación de Entidades
Periodísticas Argentinas, consideró que “limitar
las licencias es censura”. Pero no conforme con semejante exabrupto, agregó
que “el Congreso no puede regular a la
prensa”. En primer lugar, el Estado
tiene potestad para regular todo lo que ocurre en el país, pues para eso está.
Para Laplacette no es censura absorber canales, liquidarlos, presionarlos,
fundirlos ni nada de lo que ha hecho el
Monstruo durante estas décadas.
Otro
argumento expuesto por los representantes de Clarín estuvo a cargo de María
Angélica Gelli, una de las abogadas defensoras
de lo indefendible. Gelli destacó la importancia de que exista una voz
crítica al Gobierno Nacional. Pero una cosa es que existan voces críticas y otra es que exista un mega-grupo
enloquecedor que sólo está en contra de todo. La crítica, en todo caso,
implica una lectura profunda de los hechos y una posterior evaluación con
formato periodístico. En el caso de los medios de Clarín, ya tienen elaborados
los textos antes de que se produzcan los hechos, lo cual es sumamente
distorsivo. Y más que crítico, es
criticón.
Pero
esta abogada del diablo fue un poco más allá para resguardar el poderío mal
habido. Los Supremos preguntaron qué pasa con los medios que no tienen los
recursos suficientes para sostenerse. Entonces, en contra de todo lo que se dice desde las usinas de estiércol,
Gelli mencionó el rol del Estado, que debe estimular la conformación de
cooperativas a través de exenciones impositivas y subsidios. Y hasta llegó a
sugerir que la pauta oficial debe distribuirse para garantizar el equilibrio. Demasiado cinismo ante los representantes
máximos de la Justicia. Si hemos visto muchas veces a los sicarios
mediáticos reclamar la pauta oficial, que representa muy poco en dinero pero
mucho en símbolo. Pero además, lejos de mantener una conexión con la realidad,
Gelli señaló que Clarín es el “único
medio en condiciones de hacer periodismo de investigación, ya que el restante
80 por ciento vive de pauta”. Más allá de los absurdos porcentajes
presentados, si con los recursos que
tienen realizan las investigaciones que difunden, hay un desperdicio enorme.
En
síntesis, defienden su tamaño en detrimento de la libertad de expresión ajena. En
las dos instancias de la Audiencia convocada por la Corte, sólo presentaron pruebas
que les patean en contra. Ellos merecen
mantener lo que tienen para ganar mucho más y ejercer con más
efectividad el poder que hasta ahora ostentan. Para ellos, la libertad de
expresión es su poder de presión. Esa libertad no es más que la hegemonía para
imponer la sumisión a sus apetencias a través de un discurso único. Lo único que defienden es plata y poder.
Pero
la comunicación debe ser una construcción colectiva, no corporativa. Horacio
Verbitsky, del CELS, en su exposición del miércoles, subrayó que “además de las partes en este expediente,
afuera hay un país”. Un país con ciudadanos que, gracias a la jugada de los
Supremos, han recuperado el entusiasmo
en esta lucha por la redistribución de la palabra. Un colectivo que conquista
derechos mientras los individuos pierden privilegios. Gracias a esta puesta en escena, la ley vuelve a ganar la legitimidad
horadada. Aunque los Miembros de la Corte esbocen un fallo salomónico,
Clarín perdió su lugar porque su poder ya está cuestionado para siempre. Y si ganan, será con trampa. El Máximo
Tribunal y los jueces inferiores perdieron su prestigio. Una vez terminado este
indecoroso episodio, la democracia
deberá considerar qué castigo impone a los cómplices que atentaron contra el
respeto a las instituciones. Y debe ser ejemplar, para que no se repita.
Hola Gustavo: Mira, tu análisis me parece muy bueno. Es más o menos lo que yo escucho en los medios por donde me informo. Pero sabes lo que creo , escuchando la calle, que el tema de la ley de medios audiovisuales no es el tema de la gente. En el gym, en el trabajo, en la calle, no escucho preocupación por esto. Espero solo sea mi sensación. Saludos.
ResponderBorrarLaura: LO mas importante es :Que vas a hacer con esa sensación de la indiferencia al tema. Hay muchas posibilidades: Olvidarla,pensar porqué todos los medios que escuchas dicen "mas o menos" lo de esta publicación,o instalarla (por ejemplo) en el gym como debate. Es la mejor forma de ayudar a tu prójimo a entender prioridades de la vida social y política: Instaurar la discusión. Sobre todo, cuando notás en tu entorno una actitud de indiferencia.La patria no es del otro: Es de cada uno de nosotros y de nuestra responsabilidad de ayudar a que los demás se involucren. Un abrazo.
ResponderBorrarGracias Gustavo por enriquecernos con tus impecables publicaciones en blog.
Si fuera por la agenda "de la gente" no se estaría juzgando a los genocidas ni se hubieran estatizado los fondos de las AFJP. Si fuera por los intereses de la gente, nada de lo que se ha hecho en estos diez años se hubiera realizado. Todavía estaríamos pendientes de los dictámenes del FMI. Si fuera por la agenda de la gente, dejaríamos morir a los pobres, fusilaríamos a los ladrones, tributaríamos al imperio y seríamos menos independientes, mientras la "gente" pueda ir al gym, al spa, al tour, al shopping y muchas otras cosas más. Quizá no habría fútbol para todos ni nada de lo que se ha conquistado por fuera de los intereses "de la gente".
ResponderBorrarTe entiendo perfectamente Gustavo (y Andrea ) simplemente di mi opinión. Creo que cada uno de nosotros desde el lugar que ocupa en la sociedad, trata de poner su grano de arena, pequeño o más grande. Pero, te desalienta, ver que no te pierdes lo que está pasando en la Suprema Corte y tantisímas cosas más y que montones de gentes no tienen ni la más remota idea de lo que hablás. Tu blog me parece fantástico Gustavo.
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